jueves. 25.04.2024
"LLEVAS BASTANTE TIEMPO COMIENDO BICHOS"

¿Debemos empezar a comer insectos?

Cogí un paquete de copos de cereales que tenía abierto en la despensa desde hacía tiempo, lo eché en una taza y añadí leche. Tras unos bocados me di cuenta de que lo que estaba comiendo no eran solo cereales. Miré en la taza y vi que había unos pequeños insectos tratando de subirse a los copos, nadando desesperadamente para escapar del naufragio.

Pulgones del lúpulo

Inmediatamente dejé de comer y vacié la taza asqueado de pensar en lo que ya me había tragado.

Sin embargo, esta no era la primera vez en mi vida que comía insectos. Y tampoco lo sería para el lector: la industria de la alimentación no es una industria limpia. Cuando se recoge la comida muchos bichos están incorporados a ella, que es el medio en el que crecen, se alimentan y se reproducen y, a pesar de los tratamientos con insecticidas, bastantes de estos polizones se las arreglan para llegar hasta nosotros.

FDA, la agencia de los EEUU que se encarga de la alimentación establece en su manual cuáles son los límites que acepta en la alimentación humana. Define cuántos fragmentos de bichos se pueden tolerar. Por ejemplo, un gusano por cada 250 mL de zumos de fruta en bote o 13 cabezas de insecto en 100 gramos de pasta de higo. Estos límites no se establecen por razones de salud, son medidas cosméticas para que no nos demos cuenta de la presencia de elementos extraños en la comida y no nos repugne.

Layla Epplet estima que cada persona come anualmente sin darse cuenta entre un cuarto y medio kilo de moscas, gusanos y otros bichos

Layla Epplet en Scientific American estima que cada persona come anualmente sin darse cuenta entre un cuarto y medio kilo de moscas, gusanos y otros bichos. La cantidad depende del producto y puede ir desde un 0,01% en las espinacas hasta un 5% en el lúpulo que se usa para la cerveza (aunque este porcentaje se reducirá tras la fermentación), pasando por un 1% en el chocolate o 1,5% en el pan artesanal.

Estos datos pueden sorprendernos pero debemos tener en cuenta que compartimos la Tierra con los insectos, o mejor dicho, ellos son quienes la comparten con nosotros ya que son mucho más numerosos y llevan más tiempo en el planeta que los seres humanos quienes nos hemos alimentado de ellos durante miles de años.

Que estén en nuestros alimentos puede ser desagradable pero no es dañino. ¿Cuántas veces hemos sido hospitalizados o hemos estado enfermos  como consecuencia de comer bichos?

El rechazo a comer insectos está centrado en el mundo occidental, Europa y el Norte de América pero forman parte de la dieta alimenticia de más de dos mil millones de personas en numerosos países y algunas especies se consideran delicias gastronómicas.

Además es un tema cultural: no hace tantos años comer pescado crudo producía una repulsión parecida en muchos occidentales y hoy en día el sushi y el sashimi están presentes en numerosos restaurantes en esa misma área geográfica, se venden en los supermercados y se consumen habitualmente con gusto por personas que ni habrían pensado en ello hace tan solo veinte o treinta años.

Hay razones para repensar nuestra actitud hacia los insectos como alternativa alimentaria. Una es su valor nutritivo: Las variaciones entre las especies son grandes pero por ejemplo los grillos tienen el doble de masa comestible que los pollos y doce veces más que el ganado. Otra razón es la protección del medio ambiente: los grillos producen cien veces menos emisiones de gases con efecto invernadero que la misma masa de cerdos o ganado y necesitan sólo dos kilos de alimento para aumentar en uno su peso.

La variedad es otra buena razón, con casi dos mil especies de insectos que se comen a día de hoy, y en cuanto al sabor hay ya libros de cocina disponibles en Amazon al respecto y cocineros descubriendo nuevos sabores y combinaciones aunque por ahora su fama sea sólo local.

Claro comer insectos suena primitivo, bárbaro. Sin embargo, la proteína de insectos procesada ya se ha conseguido reproducir en impresión 3D, una de las tecnologías a las que se les augura más futuro. La diseñadora Susana Soares, en colaboración con científicos ha producido un gel a partir de insectos con el que posteriormente ha impreso esculturas. El instituto de investigación holandés TNO está trabajando también en esta tecnología como forma de alimentación masiva para el público en general y la NASA está considerando la impresión 3D como una posibilidad para alimentar a los astronautas. En lo que se refiere específicamente a los insectos, la Agencia espacial japonesa, en una publicación conjunta con el grupo de trabajo para la agricultura espacial (Space Agriculture Task Force) defendía utilizar proteína procedente de los insectos en los largos viajes espaciales.

En este año, la FAO, la agencia especializada de la ONU para la alimentación y la agricultura ha publicado un informe con las posibilidades de usar insectos tanto para la alimentación directa de los seres humanos como indirectamente en las piscifactorías y granjas avícolas.

El informe muestra las ventajas nutritivas y ecológicas no solo de comer insectos sino de cultivarlos para el consumo y evalúa sus puntos a favor y en contra. La investigación fue elaborada en asociación con varios profesores de la universidad de Wageningen, en los Países Bajos, el más conocido de los cuales es Arnold van Huis, quien ha dado una charla sobre el tema en TED, un programa de formación en Internet bastante conocido.



En su conclusión el informe hace cuatro recomendaciones: que se amplíe la documentación sobre el valor nutricional de las especies de insectos, que se analice la repercusión ambiental de cultivarlos, que investigue las repercusiones socioeconómicas especialmente para garantizar la seguridad alimentaria de los más desfavorecidos y que se establezca un marco legal internacional para su producción y comercio.

Así pues, ¿apetecen unos tacos de chapulines?



¿Debemos empezar a comer insectos?