viernes. 29.03.2024
operacion chamartin

Carmena –como ya hizo Calvo repetidamente en sus comparecencias- utiliza la falsedad para descalificar a sus adversarios: “quien está en contra de las empresas no puede gobernar Madrid”

Manuela Carmena tiene un comportamiento un tanto esquizoide, un tipo peculiar de escisión del entendimiento. Una actitud que puesta al día recuerda a la de las damas de la burguesía conservadora, una mezcla de afición caritativa por los pobres (no por casualidad uno de sus personajes preferidos es el párroco de S. Antón) con un sesgo business friendly.

Esta esquizofrenia tiene su reflejo en el lenguaje: a un lado lo precioso, lo bonito, lo superimportante y lo guay, el lenguaje empático-cursi; al otro el duro lenguaje del business.

A Carmena le parece estupendo el soterramiento de la M·30 a pesar (¿o no?) de que el Ayuntamiento que dirige haya estado preso –literalmente- de la deuda originada por esa obra Pero ya saben, ella “no entiende de cuentas”.

Ahora resulta que una de esas ‘cosas preciosas’, Chamartín, le ha estallado entre las manos, amenazando su empática candidatura.

Molesta con las picaduras de los díscolos, ya sea la Plataforma Zona Norte, la Federación de Asociaciones de Vecinos, IU, Ganemos, Ecologistas en Acción y demás, que ponen en cuestión la operación, Carmena ha regañado a estos molestos sujetos que ponen sobre la mesa la fealdad de “lo real” de la operación Chamartín: corrupción, especulación, arbitrariedad, riesgo público…

Carmena –como ya hizo Calvo repetidamente en sus comparecencias- utiliza la falsedad para descalificar a sus adversarios: “quien está en contra de las empresas no puede gobernar Madrid”.

Para empezar cualquiera puede gobernar Madrid. Esté en contra de las empresas o no; es asunto del demos. Pero no falte a la verdad , los que se oponen a la actual configuración de la Operación Chamartín no están en contra de las empresas así en general, porque las empresas no son un conjunto homogéneo, hay pequeñas empresas, hay monopolios, hay empresas que producen bienes y servicios reales y las hay que habitan en paraísos fiscales. Los opositores a la operación Chamartín incluso han defendido a las empresas reales existentes en el ámbito contra su desaparición programada en la Operación, como es el caso del polígono de la Malmea. Al parecer José Manuel Calvo, su concejal de urbanismo, no se lo ha debido de contar a la Alcaldesa.

La Alcaldesa hace un encendido elogio de la CPP (colaboración público Privada) ignorando alegremente la enorme literatura científica que en todo el mundo pone en cuestión el funcionamiento -de nuevo “real”- de la citada colaboración.

Pero tampoco es éste el asunto. Porque más allá de las virtudes y defectos del citado sistema, el problema es que Chamartín no es un ejemplo de “colaboración” público-privada, sino un ejemplo de servidumbre de la administración pública –habitual desgraciadamente- a los intereses del capital financiero (para más inri monopolista en lo que a la operación se refiere).

Para promover con sabiduría la colaboración público-privada, lo primero que debe hacer una institución de gobierno de los intereses comunes es poner éstos al servicio de los ciudadanos, no convertir el suelo público en una cantera de beneficio especulativo.

Francisco López Groh. Urbanista. Miembro del Club de Debates Urbanos

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