jueves. 28.03.2024

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En 1960 la idea de que una mujer viajara al espacio era completamente radical, y con razón. Sobre el terreno el 75% de las mujeres estadounidenses no trabajaba fuera del hogar, y además, tenían completamente prohibido pertenecer a ningún servicio de vuelos militares en conjunto. En el matrimonio, las esposas estaban obligadas a tener permiso del marido para obtener un préstamo del banco, comprar una propiedad, o comprar mercancías del hogar, como un simple refrigerador.

A pesar de las lamentables posibilidades sociales, en algún momento antes de mediados de la década de 1950, dos hombres comenzaron a discutir seriamente, la posibilidad de enviar a una mujer en lugar de un hombre al espacio. Un cirujano educado en Harvard y un general de la Fuerza Aérea de los EE.UU.,trataron de determinar si, desde una perspectiva puramente práctica, las mujeres eran validas para realizar estos arriesgados vuelos espaciales.

Uno de ellos fue William R. Lovelace, un cirujano y fisiólogo de aeromédica que durante años desarrolló  la máscara de gran altura para suministrar el oxigeno a los pilotos durante el vuelo. En ese momento, Lovelace pertenecía al equipo de expertos que seleccionaban a los candidatos astronautas. El otro, el General Donald Flickinger, jefe de la Fuerza Aérea de Bio-astronáutica (ARDC), miembro de la comisión de la NASA y amigo y colaborador de Lovelace.

En 1959, comenzaron a contemplar los planes para las pruebas de las mujeres en el espacio.

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Su propuesta se basaba puramente en el sentido práctico. Reconocieron que los ‘pesos de las mujeres’ reducían la cantidad necesaria de combustible de propulsión utilizada para la carga del cohete,..además de que éstas necesitaban menos oxígeno auxiliar que los hombres. Entendían que las mujeres sufrían menos ‘ataques cardíacos’ que los hombres y su ‘sistema reproductivo’ se pensaba que era mucho menos susceptible a la radiación sufrida que en los varones. Por último, también se sugirió que las mujeres podían superar a los hombres en espacios estrechos y duraderos de aislamiento prolongado.

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A mediados de año y buscando la respuesta a sus inquietudes, establecieron con fondos privados el programa Mercurio 13. Un total de 19 mujeres se inscribieron, la mayoría de las cuales, habían sido seleccionadas en escuelas de vuelo.

Unas pruebas que iban desde el típico examen de rayos X, hasta duros exámenes físicos de ingerir muy a menudo sondas nasogástricas, para poder comprobar los ácidos del estomago. Pruebas de resistencia, de reflejos en el nervio cubital mediante descargas eléctricas, e incluso para inducir al vértigo, chorros de agua helada en las partes internas del oído. Todo ello para comprobar el tiempo que tardaban en recuperarse. Fueron una gran cantidad de pruebas invasoras y muy incomodas hasta que llegaron a un completo agotamiento.

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Algunas de las mujeres, se sometieron a exámenes adicionales. Jerrie CobbHurrle ReaFunk Wally se ofrecieron a una segunda fase, que consistía en una prueba de aislamiento en un tanque de agua y en completa oscuridad., con el fin de evaluar sus actitudes psicológicas.

‘Todas‘ se sometieron a unas pruebas idénticas que los candidatos varones, y al final, un total de 13 de éllas pasaron las pruebas a pesar de los problemas.

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Finalmente la visión de Lovelace y el general Flickinger tuvo unos resultados prometedores. Fue un notable éxito, sin embargo la autorización para mandar una mujer al espacio no siguió adelante. Unos días antes de que presentaran sus informes, las candidatas a astronauta recibieron telegramas donde misteriosamente se daba por cancelado el programa Mercurio 13.

Completamente decepcionadas por tan machista decisión, escribieron al presidente Jonh F. Kennedy para tratar de reconsiderar el programa de pruebas, sin embargo en una reunión con el vicepresidente Lyndon B. Johnson y a pesar de sus alentadoras palabras, nunca expresó su apoyo al programa. Amargadas por su experiencia Jerrie Cobb asumió el liderazgo en el grupo de mujeres, y continuó ejerciendo presión hasta 1965. Para los próximos cinco años, voló en misiones humanitarias en el Amazonas y en 1980 fue nominada para el Premio Nobel de la paz.

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En 1995, después de más de 30 años de la prueba, 11 de las 13 mujeres Mercurio se reunieron. Esta vez, y por fin, para ver con sus propios ojos, el primer vuelo de Eileen Collins, la primera mujer comandante de un transbordador espacial.

Valentina Tereshkova (1963), Svetlana Savotskaja (1982) y Sally Ride (1983), fueron los comienzos del cambio de estas ideas culturalmente complicadas. ‘Quizás algún día les llegue el honor de pisar la luna’.

Más información en la web de Mercury 13, en Npr, en Life,en NASA y en Wikipedia

Artículo originalmente publicado en el portal El Baúl de Josete, protegido por una licencia CC BY-NC-SA 3.0.

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