jueves. 28.03.2024
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@Montagut5 | Francia fue uno de los países occidentales donde más tarde se reconoció el derecho al voto femenino. En este trabajo intentamos acercarnos a la lucha de las mujeres por el voto en el país que, en teoría, ha sido siempre la patria de los derechos, en la primera mitad del siglo XX.

El sufragismo de raíz anglosajona, el más activo, terminó por influir en la causa por el voto femenino en Francia. Hubertine Auclert y Madeleine Pelletier fueron las más encendidas defensoras de la causa, las que imprimieron más energía y voluntad al movimiento en el inicio del siglo XX. Hubertine Auclert tenía la Societé du Suffrage des Femmes, que pedía el voto para la mujer. Su hecho más conocido, en la línea de acciones llamativas y que había establecido el sufragismo británico, fue cuando en 1904, al conmemorarse el centenario de la aprobación del Código Napoleónico, tan lesivo para los derechos de las mujeres, rompió públicamente un ejemplar del Código, durante una manifestación en la plaza Vendôme, que como bien sabemos está presidida por la Columna Vendôme, coronada por una estatua del emperador. Además, se negó a pagar impuestos y se presentaba a las elecciones como una forma de protestar.

Women-Suffragists

Por su parte, Madeleine Pelletier, miembro de la Solidarité des Femmes, era médica. Esta organización publicaba “La Suffragiste”. Pelletier intentó conectar el sufragismo con el socialismo, al contactar con mujeres socialistas.

Las sufragistas francesas protagonizaron más acciones “mediáticas”. Interrumpieron en diversas ocasiones las sesiones parlamentarias y convocaron manifestaciones ilegales que terminaban en enfrentamientos, a propósito de las elecciones de 1908. Pero el sufragismo francés no terminó por influir claramente ni en los partidos ni en la opinión pública, al contrario de lo que ocurría al otro lado del Canal de la Mancha. El peso de la codificación napoleónica y un creciente conservadurismo estarían detrás del fracaso de la causa sufragista.

En Francia, además, se dio claramente el fenómeno de incomprensión hacia la causa de las mujeres por parte del movimiento obrero, y que hunde sus raíces hasta en figuras como Proudhon. Nos referimos a que un sector del socialismo no veía con buenos ojos la lucha femenina porque era más importante la lucha de clases y aquella podía entorpecer a ésta. Por otro lado, tenemos que tener en cuenta que hubo socialistas que consideraban que la incorporación de la mujer a la vida laboral podía ser perjudicial para ellas y para la causa de la izquierda al aumentar el número de trabajadores y, por consiguiente, producirse un mayor abaratamiento de los salarios. Además, las sufragistas solían ser mujeres de la burguesía, siendo, a fin de cuentas, enemigas de clase. En este sentido, líderes socialistas como el alemán August Bebel o el propio Pablo Iglesias tuvieron que empeñarse en demostrar que no había contradicción alguna entre la lucha de las mujeres y la lucha de clases.

En el seno del socialismo francés habría que destacar la figura de Louise Saumoneau, que rompió las vinculaciones con el sufragismo, en línea con los recelos hacia sus protagonistas por su condición burguesa, pero para luchar por las reivindicaciones femeninas en el partido socialista. En 1913 creó el Groupe de Femmes Socialistes. Pero estalló la Gran Guerra y se paralizaron los esfuerzos.

Al terminar la contienda la cuestión del voto femenino fue discutida en el parlamento en dos ocasiones, en 1919 y 1922, pero fue rechazada, mientras se iba extendiendo este derecho en otros lugares durante el período de entreguerras, incluida la vecina España. Al final, en 1946, después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres francesas vieron reconocido su derecho al voto.

Las sufragistas francesas