viernes. 19.04.2024
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Escuela pública Vallehermoso, 1909

El Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se creó en el año 1900, desgajado del Ministerio de Fomento. Sus competencias eran las estrictamente educativas, pero también  las culturales. El nuevo organismo nació en un Gobierno de Francisco Silvela. Su primer titular fue Alberto García Alix. Uno de los primeros ministros más activos del reinado de Alfonso XIII sería Romanones.

Faltaban escuelas para atender a todos los niños de seis a doce años, sin contar la también enorme demanda de puestos escolares en el segmento de doce a catorce años

Pues bien, cuando se cumplían veinte años de su creación, el destacado pedagogo Lorenzo Luzuriaga, que había ingresado ya en la Agrupación Socialista de Madrid, y había participado activamente en la elaboración del programa educativo del PSOE del Congreso de 1918 a través de la Escuela Nueva, publicó en El Socialista un artículo en su primera página con el ilustrativo título de “Veinte años perdidos para la educación del pueblo”. Se trataba de un desolador relato de la realidad educativa española a la altura de 1920.

En primer lugar, el articulista aludía a que la Administración española se caracterizaba por la promulgación de una ingente legislación, “esa enorme Celestina encubridora de todas las ineptitudes y todas las falsificaciones”. Pero de nada servían tantos decretos y órdenes porque no se cumplían a menos que afectasen a intereses particulares. También había crecido el aparato burocrático, y con alguna excepción, era una maquinaria inepta. Y, por fin, en relación con el presupuesto de Instrucción Pública, Luzuriaga exponía algunas paradojas. Era de los más pequeños dentro de la Administración del Estado, aunque se había sextuplicado desde 1900 pero, en todo caso, no era suficiente para atender la demanda educativa.

Apenas nada útil se había hecho desde el Ministerio de Instrucción Pública en estos años, siempre según nuestro protagonista. España seguía contando con una elevada tasa de analfabetos, el 50% de su población. Faltaban escuelas para atender a todos los niños de seis a doce años, sin contar la también enorme demanda de puestos escolares en el segmento de doce a catorce años. Luzuriaga hablaba de 30.000 escuelas para la primera etapa, y de 18.000 para esta segunda, si se quería cumplir con los compromisos internacionales.

Pero el problema se agravaba porque las escuelas existentes eran muy deficientes e insalubres, por lo que casi era mejor que estuvieran cerradas. Tampoco parecía importar a los responsables educativos la enseñanza que se impartía en las mismas.

Por otro lado, a pesar de algunas mejoras, los maestros seguían sin estar debidamente remunerados.

Esa era la educación que recibían los hijos de los trabajadores españoles. En relación con la “segunda enseñanza”, y la superior señaló que eran exclusivos privilegios de los “hijos de los ricos”.

Luzuriaga aludía al trabajo parlamentario socialista que había conseguido que se otorgara un 25% de las matrículas para alumnos de familias con necesidades, pero solamente podrían ser efectivas cuando las familias obreras pudieran tener unos ingresos que les permitieran sostenerse, por lo que los Institutos de segunda enseñanza, las Escuelas técnicas y las Universidades seguirían estando vetados para los hijos de los obreros. Y eso que los centros educativos públicos estaban peor que los regidos por las órdenes religiosas.

En todo caso, Luzuriaga quería dejar claro que el atraso educativo no era fruto de los veinte años de Historia del Ministerio de Instrucción Pública sino de largos siglos de incuria. Dada esa situación no bastaba con mejoras y reformas lentas o suaves, sino que había que emprender un cambio radical, como el que había que aplicar a la sociedad. Luzuriaga defendía, por lo tanto, una transformación revolucionaria. Tenemos que recordar que sería defensor de la III Internacional, abandonando el PSOE, al poco tiempo.

Hemos consultado el número 3510 de El Socialista, así como el Diccionario Biográfico del Socialismo Español. Sobre Luzuriaga es conveniente acercarse a la monografía de H. Barreiro Rodríguez, Lorenzo Luzuriaga y la renovación educativa en España (1889-1936), A Coruña, 1989.

La crítica socialista a la política educativa en 1920