jueves. 28.03.2024
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La industrialización cambió la estructura de las clases sociales en Inglaterra a finales del siglo XVIII. En esa época existía un rechazo entre las clases altas británicas y las clases medias y bajas.

La sociedad británica experimenta un progreso tecnológico y científico constante a lo largo del siglo XIX, sin embargo a nivel social se produce la llamada época victoriana, que se conoce por ser la etapa de gobierno de la reina Victoria que gobernó sesenta años. El gobierno consistía en una monarquía constitucional encabezada por la reina Victoria. Sólo la nobleza podía gobernar. Este sistema político fue muy criticado por los filósofos del XVIII y es el momento en que se empieza a cuestionar el status social de la nobleza inglesa.

Esta etapa está marcada por un puritanismo exagerado y una tremenda represión sexual, pero al mismo tiempo significa una infravaloración de la mujer como responsable de todos los males sociales de la época.

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Sirva como ejemplo de este puritanismo, que la reina Victoria ordenó mandar alargar los manteles de las mesas de palacio, para que cubrieran sus patas y así no se pudiera incitar a los hombres al ver las piernas femeninas, que era el gran tabú de la época..

Inglaterra era en aquellos momentos históricos la mayor potencia mundial, su cultura y valores morales eran un referente para el resto de Europa y para las colonias.

La época victoriana representa como ninguna otra la doble moral, por un lado una moralidad y sexualidad pública muy estricta, totalmente basada en una moral y en unos valores profundamente conservadores, y se vanagloriaban del desprecio al sexo como una forma de placer, dando lecciones de disciplina y moralismo.

El ámbito privado es todo lo contrario y se produce una sexualidad promiscua y alocada. Se transgrede todo comportamiento “decente” y se desenvuelven en un mundo sexual oculto, donde la promiscuidad, la pedofilia, la prostitución y el adulterio es algo habitual.

Esta doble moral victoriana consistía en mantener una fachada sobria y conservadora ante la mirada de los amigos y conocidos, pero en la vida privada transgredirla cometiendo los más increíbles actos sexuales.

EL MATRIMONIO

El matrimonio civil reducía el enlace religioso a un mero contrato entre dos partes. Este compromiso otorgaba los derechos a la nueva sociedad formada: la custodia de los hijos, el pago de impuestos…

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La práctica habitual era la de los matrimonios arreglados, sin que los contrayentes tuvieran poco que decir, para luego intentar ensalzar el amor matrimonial, la felicidad y se buscaba el modelo de familia ideal.

El hombre, que deseaba casarse, debía negociar con los padres de la novia. Si los padres aceptaban la petición, era el momento, en que se iniciaba el cortejo a ella, por supuesto siempre en casa y en presencia de algún familiar.

Las mujeres no tenían ningún tipo de información sobre las relaciones sexuales, hasta que las comprobaban en la noche de bodas, normalmente con resultados traumáticos.

Durante el cortejo ambas familias debían ponerse de acuerdo en la aportación a la dote de cada una de ellas y llegado al acuerdo, éste era pasado ante notario. Como vemos, matrimonio y amor no tenían nada que ver. Siempre se argumentaba que el amor venía después del casamiento. En el caso de que no surgiera, debía resignarse, pues para la mujer de esta época ,el matrimonio es mucho más la adquisición de una identidad social que una fuente de felicidad afectiva.

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La mujer en esta época ocupaba un lugar totalmente subordinado al hombre y solo debía obedecer sumisamente al marido. La ley dice que el hombre manda y la mujer obedece. “En nombre de la naturaleza, el Código civil establece la superioridad absoluta del marido en la pareja y del padre de familia, así como la incapacidad de la mujer y de la madre. La mujer casada deja de ser un individuo”.

En esta sociedad victoriana el sexo es algo que hace el hombre a la mujer y esto significa que su papel es de mera receptora y no igual que la del hombre. En consecuencia, la mujer debe sacrificarse en darle placer a su esposo y no alcanzar ella su placer durante la relación. La sumisión sexual es uno de los deberes de la mujer. Esta falta de placer sexual acaba produciendo frigidez femenina.

No todos los cambios sociales de la época fueron desfavorables a las mujeres y entre los favorables cabe destacar el derecho de propiedad después del matrimonio a través del Acta de propiedad de las Mujeres Casadas, el derecho a divorciarse y el derecho a pelear por la custodia de sus hijos al separarse de sus maridos.

LA MASTURBACIÓN

Cualquier práctica sexual que conlleve placer y no tuviera una finalidad reproductora era mal vista. Evidentemente, la masturbación en esa moral pública conservadora era muy mal vista.

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Se argumentaba que el exceso de masturbación en la mujer conllevaba que la misma se vuelva loca y además producía infertilidad. En estas teorías negacionistas de la masturbación se decía, que si la mujer se masturbaba desde muy joven, provocaría un menor desarrollo de sus órganos.

De esta época proviene la enfermedad que se otorgaba a las mujeres y era conocida como “histeria femenina”. Esta enfermedad era siempre diagnosticada por médicos, cuyos principales síntomas serían el dolor de cabeza, insomnio, irritabilidad, pérdida de ganas de comer… Lo que hacían los médicos para curar esta situación era estimular los genitales de las mujeres, hasta que alcanzaran el orgasmo, para de esta forma liberar la libido reprimida.

Se pensaba, que la masturbación se evitaba comiendo alimentos poco condimentados, evitando el consumo de mostaza, pimienta, cerveza, vino y fumar tabaco. Además de esta dieta se recomendaba una gran intensidad física, para que se agotara la energía y de esta forma se evitaba la masturbación.

El médico británico Joseph Mortimer inventó el primer vibrador electromecánico en forma de pene en el año 1870. Lo hizo para no tener que aliviarlas personalmente y tuvo un gran éxito, porque de esta forma en diez minutos todas eran aliviadas.

MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS

Se pensaba, que para evitar los embarazos, la mujer después de realizado el coito debía montar a caballo e ir por un camino muy irregular. Otra cuestión que se planteaba para no quedar embarazada era ponerse a bailar inmediatamente.

Se creía que el bebé se parecería a quien hubiera tenido el orgasmo más intenso durante el acto sexual. Otra cosa, que también se decía, era que si el coito se había realizado en una escalera el niño tendría la espalda torcida.

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MUJER Y AJUAR FEMENINO

La higiene fue siempre muy escasa en la época victoriana. Había muy pocos baños y la inmensa mayoría de las casas carecía de ellos. Era costumbre de la época bañarse con ropa y además no con frecuencia. El siglo XIX tuvo abundantes pandemias por la falta de higiene.

La ropa que la mujer se ponía en aquella época la pesaba entre cinco y quince kilos, por lo que cuando se producían relaciones sexuales, todo resultaba muy dificultoso. Era moda del momento tener una cintura muy pequeña, para lograrlo se usaban los conocidos corsés rígidos, que incluso provocaban falta de respiración por lo fuerte que se ataban.

Además de los corsés, también se utilizaban las bombachas que eran conocidas como bloomers, que se encontraban adornadas de puntillas y encajes. La ropa interior de las mujeres llegaba a pesar hasta diez kilos y era muy exagerada y dolorosa llevarla.

La mujer era presentada en los ciclos menstruales prácticamente como una enferma totalmente limitada por sus órganos sexuales. La ovulación era considerada una especie de limpieza del cuerpo femenino, y se producía la eliminación de las impurezas.

La mujer debe dejar su cuerpo fuera de todo control, que impida la salida al exterior de su flujo menstrual, pero tiene que reprimir su deseo sexual. Los ginecólogos aplican descargas eléctricas en la pelvis, también aplican sanguijuelas en los órganos genitales e incluso dentro del útero. Todos estos procedimientos ginecológicos aparecen recogidos en artículos médicos en la revista Lancet o Retrospect Medicine and Surgery.

El fluido masculino era positivo para la medicina de la época, y debe ser retenido en el organismo y no debe despilfarrarse. El fluido femenino es negativo, su retención supone la enfermedad física y mental por lo tanto debe eliminarse.

El comienzo de la pubertad en la mujer y la llegada de la primera regla era el inicio de una etapa restrictiva y llena de prohibiciones. Se recomendaba a las madres que tuvieran un seguimiento de la salud de sus hijas pues se creía que la llegada de la primera regla podría ocasionar graves problemas psicológicos y situaciones emocionales irreversibles.

Como vemos, la dependencia de la mujer de la clase médica es uno más de los aspectos de la dependencia del hombre, del marido y del padre.

La sociedad británica solo considera a la mujer por su función reproductora, por ello la protegía de todo tipo de riesgos, relegándola a una vida inactiva. Se prohibía la presencia de las comadronas y sólo eran permitidos los ginecólogos.

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Uno de los mayores problemas de las mujeres de esa época era el lavado de los trapos menstruales que utilizaban y eran colocados en la entrepierna, provocaban vergüenza si estos eran vistos. Debemos saber, que también eran profundamente antihigiénicos.

El pelo largo era considerado la clave de la sensualidad y feminidad de la mujer. Se lo rizaban, ataban con lazos o lo recogían con peinados elaborados, habitualmente estaban adornados con joyas, plumas y adornos variados Sin embargo, en las mujeres casadas el pelo debía estar recogido o colocado hacia arriba. Llevar un pelo mal apañado y descuidado significaba ser una mujer de mala vida. Las mujeres para provocar el morbo masculino se dejaban el pelo muy largo y suelto que era el sumun de la feminidad.

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LA PROSTITUCIÓN

La castidad era la regla general que presidía las relaciones de pareja dentro del matrimonio, ya que fuera de él sólo se encuentran las bajas pasiones. El hombre casado de la época debía buscar el consuelo de las prostitutas, esto hizo que la prostitución tuviera una gran importancia en esta época histórica.

Era una actividad muy frecuente en todo el país a lo largo del siglo XIX. Habitualmente, los prostíbulos se situaban en los barrios bajos de las ciudades. Eran mujeres de nivel bajo las que hacían la calle cobrando muy barato. Tenían procedencias muchas veces de las colonias. Muchas de ellas se vieron forzadas a la prostitución como la única forma de poder tener dinero para vivir.

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Otros sitios donde se situaban los prostíbulos era la cercanía a teatros o establecimientos de ocio masculino. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX comienzan a crearse distintos establecimientos que estaban diseñados para hacer espectáculos de variedades y normalmente presentaba actuaciones de alto contenido erótico.

La prostitución homosexual también existía, pero se daba en burdeles mucho más discretos, ya que el tabú homosexual era todavía mucho mayor.

De esta época es el famoso Jack el Destripador, año 1888, momento en que se producen muchos asesinatos de prostitutas en Londres. La histeria fue enorme en toda la ciudad, así como en toda Inglaterra siendo cabecera de los periódicos. El asesinato de prostitutas era muy frecuente y se producían por medio de acuchillamientos. También eran frecuentes los suicidios de mujeres. La aparición de Jack el Destripador provocó un gran miedo , pues todas las prostituidas eran asesinadas de igual manera, con un corte de garganta de izquierda a derecha, siendo el primer asesino en serie conocido.

La homosexualidad

Comienza a presentarse como una parte de la cultura victoriana, y principalmente se centraba en la búsqueda de la naciente identidad social de represión y sexualidad clandestina, ya que en esta época se consideraba la homosexualidad a la particularidad de la sexualidad homoerótica y nunca en las personas que lo practicaban o se identificaban ampliamente con ésta.

Los actos homosexuales como la sodomía eran considerados por esta sociedad puritana como ofensas importantísimas, por lo que conllevaban acciones legales y penales.

Se elabora un lenguaje en la sociedad victoriana a través de las flores que significaba un lenguaje simbólico que expresaba sentimientos y deseos sexuales codificados a través de los accesorios florales dependiendo del color y la especie de flor empleada cuando se entregaba a una persona.

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Como vemos, sociedad profundamente conservadora e hipócrita y la doble moral era su práctica diaria.

La sexualidad en la época victoriana