La responsabilidad del pasado: muerte en el País Vasco

Sobre el imprescindible libro de historia 'Pardines. Cuando ETA empezó a matar'.

El imprescindible libro de Historia Pardines. Cuando ETA empezó a matar, coordinado por Florencio Domínguez IribarrenGaizka Fernández Soldevillay publicado por Tecnos este año 2018, que ya conocemos en Nuevatribuna.es (véase mi artículo “¿Por qué mataba ETA?”), finaliza con otro de sus extraordinarios capítulos, “Juicio y responsabilidad”, escrito por el jurista y politólogo José María Ruiz Soroa, quien reconoce su deuda con el “corpus doctrinal forjado por la historiografía de carácter universitario y de objetividad científica probada”. Porque Soroa comprende el pasado reciente de los vascos gracias al esfuerzo de historiadores como Fernández Soldevilla, Domínguez Iribarren, José Antonio Pérez Pérez, Manuel Montero, Raúl López Romo…

Es a Soroa a quien sigo para escribir lo que vas a leer a continuación, si bien este artículo es algo más que un resumen de “Juicio y responsabilidad”, donde todos podemos aprender que no hace falta enjuiciar para comprender el pasado y reconocer en él, en el pasado, las causas responsables del presente y, tal vez, del futuro.

Cuando cito aquí, cito siempre a Soroa.

Y comienzo por la conclusión. Para aclararnos. 

Ser responsable, no ‘el’ responsable

El movimiento político, o “comunión de discurso”, al que llamamos nacionalismo vasco es responsable de que se iniciara en el País Vasco en 1968, con el asesinato del guardia civil José Antonio Pardines, una violencia que pasaría de ser una lucha armada contra un poder invasor a convertirse en mero terrorismo (igualmente legitimado y de alguna manera alentado, esto lo digo yo, no Soroa, por el nacionalismo vasco). Es responsable, pero no el responsable. Tampoco es el culpable pues no puede serlo penalmente y no debe serlo históricamente, porque en Historia no hay culpables. Sigo.

No existió un determinismo, algo estructural, que conminara a algunos nacionalistas vascos a usar la violencia. Si acaso tuvieron lugar unas situaciones que explican la determinación etarra, una determinación que no obstante fue fruto de un acto de libertad, de una decisión concreta asumida por un grupo concreto de nacionalistas.

Cuando hablamos de responsabilidad, Soroa y yo, por ejemplo ahora, nos referimos a la social e histórica, no a la jurídico-penal, porque hablamos de la ideación de aquello que acaba por dar en la decisión, posible y finalmente real, del empleo de la violencia terrorista, algo que no se puede juzgar penalmente, pero sí analizar sociológica e históricamente.

De tal forma como el franquismo fue responsable del nacimiento de ETA, por crear el ámbito donde ETA podría legitimar su inicio (aunque el conformismo de la sociedad vasca de los años sesenta “y los valores dominantes en ella” desasosegaran a los futuros terroristas), el nacionalismo vasco lo es, responsable, por haber aportado a los etarras el marco referencial ideológico de interpretación del pasado (por medio de una “leyenda tendenciosa”), el presente y el futuro. Por eso nadie puede sostener que el nacionalismo vasco sea el responsable. Es uno de los causantes del terrorismo etarra. Ya sabemos que la multicausalidad es el gran referente explicativo con el que contamos los historiadores para entender el pasado antes de explicarlo. Y también sabemos que las causas de los acontecimientos históricos son fenómenos que pueden ocurrir, pero también pueden no ocurrir. Sigo.

Usar la violencia

Los militantes de ETA decidieron usar la violencia porque llegaron a la conclusión de su utilidad, amparados en la creencia aranista de que “Euskadi era una patria ocupada por un extranjero”. La violencia era “la única arma al alcance de una nación oprimida”. Pero también hubo una consideración idealizadora del recurso a la violencia, paralela a la meramente utilitaria. 

Entender la realidad del País Vasco como una realidad colonial y a ello unirle un sentimiento de revanchismo guerracivilista facilitó que la posibilidad de usar la violencia acabara por ser algo no posible sino plausible. Algo que terminaría por ocurrir. Y ocurrió. Pero hay que considerar que aquellas eran “condiciones necesarias, aunque no suficientes”. Eso sí, no hubo determinismo, pero tampoco casualidad. Hubo, reitero, multicausalidad. Como siempre. Sigo.

“La opción por la violencia de los jóvenes de ETA en los sesenta del siglo pasado vino en parte ocasionada por el núcleo ideacional y sentimental del aranismo radical sumada a una memoria concreta de la Guerra Civil”.

Esa es, por cierto, la misma explicación de quienes justificana los etarras. Pero lo que para un historiador es una explicación, para un amigodel terrorismo es la exculpación, la legitimación del imperdonable terrorismo vasco del final del franquismo y las primeras décadas de la democracia española reciente. Pero no, el terrorismo vasco no fue inevitable. Pudo no haber tenido lugar.

Y hay algo más, si el radicalismo abertzale pervivió hasta hace bien poco como elemento motriz del terrorismo vasco, el revolucionarismo izquierdista se mantuvo constantemente en los años del terrorismo etarra “inclinado a abandonar la violencia”.

Llegamos a lo peor, ahora que el terrorismo parece haber acabado por fin. Para Soroa, y es difícil no estar de acuerdo con su propuesta (difícil, pero no imposible, como los irresponsables responsables radicales siguen mostrándonos), “sin embargo, subsiste intacto el canon intelectual del abertzalismo radical, y el guerracivilismo más nacionalista sigue siendo promocionado por el nacionalismo incluso desde el Gobierno vasco”. 

La responsabilidad política, moral e histórica del nacionalismo vasco

Existen los llamados pensadores temerarios, que “ponen en circulación marcos mentales que puedenllevar a la violencia” a quienes los acepten a la hora de comprender el mundo en el que viven, recuerdan y desean. Esos marcos mentales no son nunca causa segura y cierta de una violencia, pero sí suponen a menudo “un aumento del riesgo” de aparición de dicha violencia. Y en el caso del terrorismo de ETA así es. Así fue.

Y, reitero, y acabo: considero como tantos que piensan como Soroa que…

“la violencia terrorista etarra no ha provocado una deslegitimación y rechazo social de los cánones nacionalistas que la inspiraron, de manera que el nacionalismo vasco haya podido salvar los muebles en el naufragio de ETA, y pueda hoy seguir contando como discurso último el mismo que inspiró la génesis de ésta (por mucho que inspire su política cotidiana en un cauteloso pero implacable posibilismo). La Historia, escribía un historiador, no hace justicia ni pone a cada uno en su sitio aunque así nos gusta creerlo; la Historia juega”.