viernes. 19.04.2024
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@Montagut5 | Aunque Mussolini mantuvo las instituciones parlamentarias del Estado italiano hasta 1925, en realidad no funcionaban como tal desde que en 1924 tuviera lugar el asesinato de Matteotti y se produjera el abandono del Parlamento por parte de la oposición, un hecho que para algunos fue un error político porque permitió sobrevivir a Mussolini cuando crecía la contestación contra él, y no parecía asentado su poder.

Lo que está claro es que fue un momento crítico para la supervivencia del régimen fascista porque no estaba claro si el rey terminaría por enfrentarse al dictador. Algunos empresarios y políticos querían que el monarca despidiese a Mussolini, pero Víctor Manuel III temía más a una posible revolución social y no da ningún paso. Mussolini puede estar tranquilo. Entre 1924 y 1925 se produjo la desaparición de los partidos políticos, la prensa fue atornillada, se quemaron libros considerados subversivos en algunas plazas y calles, se maltrató y asesinó a personajes considerados enemigos y comenzó el exilio de muchos opositores hacia Francia.

Mussolini manipuló la situación en esos dos años. Comenzó a sentirse más fuerte en el poder, pero no lo suficiente porque no se fiaba de los fascistas extremistas. Anunció que se volverá a la normalidad constitucional y los escuadristas amenazaron con dar un golpe de estado. La violencia se desató en 1925. Fue el pretexto para terminar con ellos, ya que el dictador dio plenos poderes a los prefectos de las provincias para reprimir los hechos violentos. Mussolini enfrentó a unos sectores contra otros del fascismo para salir robustecido.

A partir de 1926 se emprendió el pleno desmantelamiento de la oposición. Se destituyó a los diputados populares, liberales, socialistas y comunistas. Las denominadas Leyes Ultrafascistas reforzaron las competencias legislativas del ejecutivo, aboliéndose en la práctica la clásica división de poderes de los sistemas políticos liberales y democráticos. También se diluyeron las fronteras instituciones con el poder judicial, ya que los jueces debían interpretar las leyes conforme al espíritu y la letra fascistas. El máximo líder concentraba los poderes asesorado por una nueva institución, el Gran Consejo Fascista.

A finales de 1926 se aprueba la Ley sobre la defensa del Estado, que estipula los tipos de delitos políticos, que serían enjuiciados por un tribunal especial, que podía actuar sumariamente, y cuyas sentencias eran inapelables.

Estos cambios legislativos permitieron la represión sistemática de los opositores políticos. Solamente hacía falta establecer un organismo policial nuevo y específico para hacerlo. Así pues, en 1927 se creó la OVRA, es decir, la Organización de Vigilancia y Represión del Antifascismo. Además, de las detenciones, torturas y enjuiciamientos que terminaban con severas penas de cárcel o ejecuciones, otros métodos empleados por el fascismo para reprimir consistieron en la vigilancia domiciliaria, las penas de destierro a localidades del sur lejos de las grandes ciudades o en penales de los archipiélagos de Lipari o Lampedusa. Conocemos bien estas duras experiencias gracias a los escritos de Antonio Gramsci, Carlo Levi e Ignazio Silone.

La represión fascista italiana