jueves. 25.04.2024

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@Montagut5 | Al comenzar el siglo XIX la mayor parte del Norte de África dependía del Imperio turco-otomano, pero en la práctica había otros poderes más efectivos. En Marruecos gobernaba la dinastía alauita, Francia comenzó muy pronto a controlar Argelia, y en Egipto estaba gobernado Mehemet Alí, que ejercía el poder sin depender de Estambul.

FRANCIA TOMA ARGEL

Como queda dicho, Francia fue la primera potencia que se interesó en la zona. En 1830 estalló un conflicto entre el Dey de Argel y el gobierno francés, que provocó la invasión. París emprendió esta empresa porque sabía que no iba a concitar grandes oposiciones en Europa, ni tan siquiera de Inglaterra.

Tenemos que tener en cuenta que Argel había sido tradicionalmente una base de los corsarios y piratas del Mediterráneo occidental, generando no pocas tensiones debidas a los ataques a barcos y la conversión de sus integrantes en esclavos. Los piratas berberiscos, ya fuera solos o con la cobertura del Imperio turco-otomano, fueron la pesadilla de los cristianos desde el siglo XVI, dejando una viva memoria en las costas italianas, francesas y españolas. En el siglo XIX, las potencias europeas acordaron suprimir a los corsarios berberiscos de forma definitiva.

Así pues, Francia tomó Argel. Esta empresa militar fue sencilla, pero cuestión muy distinta sería intentar controlar el interior. Tras la costa estaban las Montañas de Berbería, lugar donde habitaban las tribus bereberes, belicosas y bien conocedoras de su territorio. Esas tribus nunca aceptaron la autoridad que emanaba de Argel, del Dey, y mucho menos iban a tolerar la presencia francesa. Durante más de quince años, hasta 1847, las tropas de la Francia de Luis Napoleón tuvieron que sufrir la lucha de guerrillas de las tribus. En ese año, por fin, Abd-el-Kader, el líder más destacado, se rindió. Pero este hecho no terminó con la violencia, porque se siguieron dando periódicos levantamientos violentos.

Otro problema para los franceses sería el Sahara, más allá de las montañas, dada su inmensidad. Francia organizó el avance de sus tropas aprovechando los oasis, construyendo fuertes e intentando que las tribus nómadas aceptasen la nueva situación, empresa harto difícil. En esta tarea se empleó a la Legión Extranjera que, aunque no fue creada específicamente para Argelia, terminó siendo el lugar donde más se destacó.

En 1848, Francia dividió administrativamente el país según su modelo territorial basado en los departamentos. Argelia quedó constituida en tres departamentos: Argel, Orán y Constantina. En 1870, la mayor parte del territorio estaba ya bajo control militar. En 1882, las autoridades francesas decidieron que Argelia pasara a formar parte de la Francia metropolitana, pero la población argelina no disfrutó de los mismos derechos políticos y civiles que la población francesa, propiamente dicha.

EGIPTO, OTRA PIEZA CODICIADA POR LOS FRANCESES

Egipto se convirtió en una pieza codiciada por franceses e ingleses que rivalizaron para hacerse con concesiones económicas. Los primeros consiguieron la construcción del Canal de Suez, mientras que los segundos obtuvieron la concesión del ferrocarril Alejandría-El Cairo-Suez. Egipto entró en una peligrosa dinámica para su independencia porque fue endeudándose con las dos potencias occidentales, que terminaron por controlar indirectamente el país. Londres se marcó como objetivo el control del Canal de Suez que había construido Lesseps, para lo cual se hizo con la mayoría de las acciones de la empresa al comprar la parte de las mismas del pachá, en el año 1874. La presión británica se incrementó y en 1879 consiguió la deposición del jedive Ismail con un Egipto en bancarrota. Las revueltas producidas por esta crisis fueron el pretexto para intervenir militarmente. En 1882, Egipto pasó a ser un protectorado británico.

TÚNEZ, PROTECTORADO DE FRANCIA

Francia se desquitó de su fracaso egipcio al convertir Túnez en un protectorado en 1881. Este hecho generó un claro sentimiento de frustración en Italia, recién unificada y que soñaba con su propio imperio colonial norteafricano. Tenemos que tener en cuenta que en Túnez había una importante presencia de inmigrantes italianos.

El Reino Unido, como reacción a este éxito francés, reforzó su control sobre Egipto y Sudán, además de apoyar a Italia en su asentamiento en Masana, germen de su colonia de Eritrea.

España intervino en Marruecos en tiempos de los gobiernos de la Unión Liberal. Dentro de las líneas de la política exterior de prestigio de O’Donnell, Marruecos era una pieza fundamental por evidentes razones históricas y geográficas. Se intervino a causa de unos incidentes en la frontera de Ceuta en 1859, que desembocaron en una guerra abierta. El propio O’Donnell asumió la jefatura del ejército en la campaña, aunque sería Prim el militar que más se destacó. Después de las victorias de Castillejos y Wad Rass y de la toma de Tetuán, el sultán pidió la paz. Esta guerra fue explotada por O’Donnell para generar un clima de exaltado patriotismo en España, aunque los beneficios de la misma fueron más bien escasos; a lo sumo, se consolidó la presencia española en Ceuta y Melilla.

Durante el resto de la década de los ochenta y parte de los noventa, el imperialismo europeo vivió en esta zona un evidente freno, precisamente por las rivalidades entre británicos y franceses, sin olvidar los intereses coloniales de Italia y España, potencias menos poderosas pero muy interesadas en el norte de África.

A finales de la última década del siglo XIX la rivalidad franco-británica llegó a su punto máximo tanto en el norte de África como en el África subsahariana con el incidente de Fashoda de 1898. En ese punto chocaron los dos imperialismos. Francia no había renunciado a sus intereses en Egipto, y aprovechó que los británicos tenían serias dificultades en la colonización de Sudán y con la revuelta de El Mahdí para enviar tropas desde el Congo Francés en 1897. El objetivo de la expedición no sólo era poner obstáculos a Londres sino intentar definitivamente unir el Imperio francés de costa a costa, del Oeste al Este. En 1898 se llegó a Fashoda. Pero muy poco tiempo después llegaron los británicos al mismo punto. Kitchener conminó al capitán francés Marchand a retirarse bajo la amenaza de emplear la fuerza. Francia cedió. De ese modo, el Reino Unido consiguió completar su sueño imperial: el eje El Cairo-El Cabo, de Norte a Sur. En marzo de 1899 las dos potencias llegaron a un acuerdo que delimitaba sus respectivas zonas de influencia. Ese momento fue capital porque Londres y París comenzaron a  entablar mejores relaciones y caminar hacia el entendimiento en el norte de África pero también en general, conscientes de los peligros que suponía Alemania.

Francia, primera potencia que se interesó por el norte de África en el siglo XIX