sábado. 20.04.2024
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La Masonería para algunos es harto peligrosa. Y lo es, porque defiende tres valores fundamentales: la libertad, la igualdad y la fraternidad

@Montagut5 | La masofobia es una constante histórica desde el siglo XVIII y que tiene muchas raíces ideológicas y culturales, tanto vinculadas a la religión, como a determinadas corrientes políticas de signo totalitario, y ahora populistas. Existe ya una ingente bibliografía al respecto, a la que remitimos a los lectores inquietos. Nuestro país protagonizó un discurso antimasónico muy evidente desde siempre, llegando al paroxismo en el franquismo, que creó una legislación y un tribunal específico para perseguir a los masones y masonas de forma implacable y total: penas de cárcel, penas pecuniarias, depuraciones profesionales, etc., una persecución que siguió hasta los años setenta, y que ha dejado un poso, como en tantas otras cuestiones, en la sociedad española que, salvo excepciones, sigue conservando estereotipos y lugares comunes sobre la Francmasonería.

Vetar a un ciudadano o ciudadana para ejercer una responsabilidad política en función de su credo, ideología, o por su pertenencia a una determinada organización es en una democracia un gravísimo atentado a los derechos sobre los que sustenta. Italia, como cualquier país occidental, se basa en el reconocimiento y garantía de derechos, y la discriminación o vulneración de la igualdad ante la ley es intolerable, un ataque frontal al Estado de Derecho. Así lo han argumentado el Grande Oriente de Italia que, además, ha recordado que muchos padres del moderno estado italiano fueron masones, teniendo ideas y proyectos políticos harto distintos, apuntamos nosotros.

Se puede argumentar para el caso italiano un pasado reciente en el que algunos masones, como otros que no lo fueron, hicieron un daño brutal al Estado de Derecho, y que todos recordamos cuando el sistema político diseñado en la posguerra se vino abajo enfangado en una corrupción estructural. Pero, ¿es eso una justificación válida para vetar a todos los masones, además de la inconstitucionalidad de esta discriminación? Es evidente que en una organización tan extensa en Italia y en el mundo, algunas personas que se han acercado a la Masonería han considerado que pertenecer a la misma era un trampolín para los negocios, para medrar en la vida, para conspirar en beneficio propio o de sus afines, para sacar ventajas de todo tipo. Pero la Masonería no es eso, ni mucho menos, ni lo ha sido. Ninguna logia, ninguna Obediencia, señala o marca lo que sus miembros deben pensar ni hacer en sus vidas profesionales, políticas o privadas, ni trabaja para que sus miembros se coloquen en puestos claves y, de ese modo, manejar los hilos de las empresas, los gabinetes de gobierno, los parlamentos, partidos o sindicatos, creando redes clientelares. Eso es, intensamente antimasónico. Por otro lado, la Masonería no es una organización secreta, sino discreta, formada por hombres y mujeres, regulares o no, libres y profundamente respetuosos con los ordenamientos democráticos de sus países, e intensamente diversos en sus ideas, confesiones, formas de vivir y pensar, con proyectos de vida distintos, y que se reúnen periódicamente para trabajar, para pensar, para reflexionar, para compartir con un orden, con sus ritos y rituales, sobre aspectos de muy diversa índole, y salir de sus logias para intentar en sus vidas y afanes que este mundo sea un poco más civilizado practicando virtudes propias del acervo de nuestras culturas. Y, quizás, por eso, la Masonería para algunos es harto peligrosa. Y lo es, porque defiende tres valores fundamentales: la libertad, la igualdad y la fraternidad, porque fomenta la formación, la cultura y la educación, la acción social hacia el desfavorecido, porque defiende el debate político, social, económico y cultural enriquecedor, sereno y respetuoso hacia distintas sensibilidades, porque respeta las creencias de cada uno, porque defiende el valor de la palabra y del silencio, porque no contempla desigualdades en función de ningún criterio, porque considera que la empatía hacia el otro, especialmente si sufre o está discriminado, es un trabajo constante. La Masonería es un método para ser mejor, para contribuir a que todo sea mejor, en las antípodas de las conspiraciones y las sectas.

Es evidente que para algunos movimientos políticos de intenso populismo, que están surgiendo en nuestro mundo en crisis, de casi nulo análisis meditado de las distintas facetas de la realidad, ahítos de demagogias y cortoplacismos, inventores de chivos expiatorios y enemigos ficticios, la Masonería por todo lo expuesto es intensamente peligrosa, como lo son sus tres pilares. Nada es nuevo, pero no por ello, deja de ser intensamente preocupante.

La masofobia que no cesa