Martina Castells, la primera mujer doctora en medicina de España

Venció las resistencias sociales vigentes a finales del siglo XIX y se convirtió en precursora de la presencia femenina en la universidad y en el ejercicio de la medicina.

Martina Castells y Ballespí nació en Lérida el 23 de julio de 1852. Era hija del médico Martín Castells Melcior y de Luisa Ballespí Solanes. Su abuelo, su bisabuelo y tres hermanos fueron también médicos. Siendo muy niña empezó a despuntar, como recordaba el poeta, narrador y ensayista Lluis Bertrán Pijoan en un artículo publicado en Estampa en el cincuenta aniversario de su muerte:

 “...pronto vino Martina a ser entre sus condiscípulas la abeja-reina; es decir, individualidad que, sin forma de sufragio ni de lucha y sólo por indiscutible fuero de naturaleza -cual acontece en los misteriosos palacios de cera y miel, se erige en cabeza visible y soberana dentro de cada escuela”

Logró superar el impacto emocional de la muerte de un hermano, ahogado en el río Segre, y terminó el bachillerato de manera brillante. De ahí, a la Escuela de Medicina de la Universidad de Barcelona, donde se matriculó en 1877. La Restauración había impuesto la obligatoriedad de asistencia a clase, de tal manera que su presencia -y la de otras dos alumnas- produjo sensación, además de un reto para el catedrático de Anatomía, José Letamendi, quien, en una extensa glosa publicada en El Globo en 1882, recordaba así aquel momento:

 "Tocóme, pues, a mí el arduo paso de resolver el conflicto; es decir, instalar a la mujer española en la cátedra más vidriosa de las facultades, y de realizarlo solo, sin más fuerza ni recursos valederos que la cariñosa adhesión de mis discípulos, sin la cual no sé imaginarme catedrático”

Fue -junto a María Elena Maseras y Dolors Aleu-, una de las tres primeras mujeres que se licenció en medicina, con catorce sobresalientes, dieciséis notables y ocho premios extraordinarios. Meses después se trasladó a Madrid y se convirtió en la primera mujer en alcanzar el doctorado, el 4 de octubre de 1882, cuatro días antes que Aleu. Fue en un solemne acto que tuvo lugar en el Colegio de San Carlos de Madrid, al que acudió el político, ensayista e historiador Francisco Pi y Margall, que había sido presidente de la República, lo que da una idea de la expectación que suscitó y la relevancia que tuvo.  

De hecho, Letamendi, que la apadrinó en aquel acto, calificó de "heroica" la consecución de aquel doctorado, dada la actitud adversa de la opinión, pública. En una carta a otro hermano de Martina Castells, escribe:

“¿Imagina usted la energía de carácter y el temple de voluntad que necesité, primero en Barcelona, para lograr, cuando la empresa de la pobre Martina y compañeras de estudio, llevar adelante por espacio de dos años académicos la doble enseñanza de Anatomía clásica y del Arte de disecar, y dar con mayor rigor, orden y formalidad que nunca entrambas enseñanzas, a un curso compuesto de doscientos cincuenta alumnos varones y tres señoritas de unos diez y siete años de edad, y luego, en Madrid, acometer por primera vez el salto mortal político y artístico de entrar en un salón de gradas repletas de curiosa y anhelante juventud escolar, acompañando a una señorita con los avíos de licenciado, en demanda del grado supremo de doctor, de preceptor, de maestro, en fin, del arte de Esculapio?”

Se trasladó a Reus (Tarragona), donde trabajó en el Hospital Militar y el Instituto Pere Mata. Se especializó en pediatría, escribió varios textos (Educación física, intelectual y moral que debe darse en la mujer para que contribuya en grado máximo en la perfección y la dicha de la humanidadLa madre y el niño, Educación de la mujer, Nosaltres les dones) y contrajo matrimonio con el médico militar Antonio Constantí. Sin embargo, en pleno embarazo sufre una nefritis y fallece el 21 de enero de 1884, “discretamente, dejando una estela de simpatía y de bondad y a la vez una estela de dolor”, evoca Bertrán Pijoan. No pudo ser madre ni ejercer la profesión que amaba. Solo tenía treinta y un años.