jueves. 28.03.2024
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Léon Blum en el centro de la imagen.

Léon Blum consideraba que el verdadero republicano era aquel para quien la República no sólo era el régimen existente, sino el régimen elegido, al que habría que defender si era atacado, y al que habría que restablecer si fuera derribado

@Montagut5 | El líder socialista francés Léon Blum publicó un artículo, que recogió El Socialista en abril de 1931, en el que realizó una serie de reflexiones sobre la proclamación de la Segunda República española en clave interna francesa, además de expresar su satisfacción por lo que había ocurrido en España. Rescatamos en este breve trabajo este documento.

Para Blum los acontecimientos españoles habían permitido saber quiénes eran realmente republicanos en Francia. Unos se habían alegrado de la caída de un trono, mientras que otros a duras penas disimulaban su disgusto. Los primeros deseaban la prosperidad de la República española, frente a los segundos que confiaban en que se produjeran problemas y el fracaso final de la misma. En realidad, debía estar hablando de izquierda y derecha.

Blum explicaba que ya la República francesa ya no tenía enemigos en Francia, aludiendo implícitamente a lo que había costado que la Tercera República se asentase definitivamente desde los tiempos de la ocupación prusiana y la Comuna con una fuerza incuestionable de monárquicos. En qué se reconocía, pues, un buen republicano en Francia, se preguntaba el político socialista. Al parecer, había escrito en Le Populaire que el verdadero republicano era aquel para quien la República no sólo era el régimen existente, sino el régimen elegido, al que habría que defender si era atacado, y al que habría que restablecer si fuera derribado. Interesante reflexión de Blum, especialmente por lo que habría de venir en Francia unos años después, y en la propia España.

Pero los acontecimientos españoles ofrecían a su juicio un nuevo criterio, más sencillo y seguro. Bastaba con ver qué partidos y que periódicos acogían esos hechos con entusiasmo y a cuáles otros les costaba contener la nostalgia.

Por otro lado, nadie podía desconocer las dificultades con las que se enfrentaba el Gobierno Provisional español, que estaba gobernando a una nación emancipada. El rey Alfonso XIII habría caído, siempre según el político socialista, en unas condiciones que recordaban las de la Revolución de febrero de 1848 en Francia, bajo una especie de conspiración casi universal de desprecio y desconfianza. Pero también encontraba similitudes en las dificultades que surgían ante la coalición de vencedores. Blum deseaba toda la suerte a los amigos españoles porque la experiencia de la historia les iba a iluminar, a buen seguro, junto con la fuerza de la organización obrera, factores que habrían faltado en la experiencia histórica francesa citada.

Después realizó una serie de consideraciones sobre la Monarquía española, sobre su carácter finiquitado, para terminar, expresando su satisfacción por lo que había pasado en España porque despertaba en todos los “corazones republicanos” la misma alegría y el mismo anhelo, que pudieran extenderse a los demás países donde existía el despotismo enmascarado o no.


Hemos trabajado con el número 6927 de El Socialista de 22 de abril de 1931. La última biografía que conocemos de Blum es Serge Berstein, León Blum, París, Fayard, 2006.

Léon Blum ante la llegada de la Segunda República española