sábado. 20.04.2024
Revuelta-irmandiños

Una auténtica revolución social que tuvo lugar en Galicia entre 1467 y 1469, y se considera por algunos historiadores como una de las más potentes de toda la Europa del siglo XV

Estando preparando un viaje recientemente, con unos amigos al parador de Santo Estevo en Ourense, cuya primera parada era Allariz, entré en contacto con uno de los capítulos de nuestra historia, que al menos en mi época de estudiante de bachillerato, no figuraba en los libros de texto: Las revueltas irmandiñas. El nombre de “irmandiños” probablemente procede de principios del siglo XX, ya que en algunos textos de escritores gallegistas se tradujo “hermandinos” por “irmandiños”. Posteriormente se acuñó el que proviniera el nombre de “irmandiños de A Santa Irmandade, debido a que estas revueltas fueron encabezadas por A Santa Irmandade. Fue una una auténtica revolución social que tuvo lugar en Galicia entre 1467 y 1469, y se considera por algunos historiadores como una de las más potentes de toda la Europa del siglo XV. A principios de la primavera de 1467 en Galicia, surge una situación de grave conflictividad socio económica, (hambruna, brotes epidémicos y grandes abusos por parte de la nobleza gallega), y político, la guerra civil en Castilla. A Santa Irmandade, nace por esto avatar y apoyó esta revuelta como consecuencia de todo el resentimiento y agravio al pueblo por parte de la nobleza gallega, tanto civil como eclesiástica.

Así pues en 1467, surge esta llamativa revuelta, gestada por la crisis del feudalismo en la Galicia profunda. Se sumaron una serie de agravios que oprimían al campesinado gallego, apareciendo este levantamiento, al que se sumó una naciente burguesía, que se unía a los labriegos explotados y expoliados. La sociedad gallega campesina, de este período tardo medieval, estaba saturada de los abusos, anteriormente comentados, cometidas por la aristocracia local.

Los Irmandiños se hicieron con el gobierno de Galicia entre 1467 y 1469. Es la primera y única vez en la historia en Galicia, en que la gente del pueblo se izaba como principal protagonista de su propia historia. Estos llamativos acontecimientos de nuestra historia, han pasado desapercibidos en los textos docentes, para estudiantes de formación básica de  este país, todavía denominado España.  Esta revuelta Irmandiña, refleja que se aproximaba el final del críptico mundo medieval, dando paso a la siguiente etapa, la edad moderna, en la que  se inició otra revolución, la revolución francesa.  

La dureza impositiva, el saqueo constante de los pocos recursos del campesinado, junto a una clara indefensión ante la nobleza local y un obligado vasallaje, dio lugar que surgiera también en Castilla  un conflicto bélico, produciéndose una guerra civil de larga duración entre Enrique IV y su hermano Alfonso que dirigía a los nobleza levantisca,  propiciado todo ello por el  Marques de Villena, como venganza a su postergación como valido del Rey, por haber difundido que la hija del primero, Juana La Beltraneja, no era descendiente biológica de Enrique IV, basándose en la sospecha maléfica de la impotencia del rey. Todo esto influyó en  la vecina Galicia, en la medida que la dividida Castilla no se posicionaba a favor de unos u otros.

El odio hacia las fortalezas, que representaban el poder de la nobleza izo que rápidamente los irmandiños destruyeran cualquier castillo y torre que encontraran a su paso. Los irmandiños formaron pequeños ejércitos para una lucha que podríamos llamar de guerrillas,  para relaizar desde pequeños asedios a acciones de mayor calado.

La esencia de esta revolución fue la lucha de vasallos contra señores, llama la atención que los irmandiños tuviesen un apoyo importante de la Iglesia gallega y de la monarquía de Castilla. Esto se explica, por una parte porque lo primero que hizo la Santa Irmandade, fue devolverle a la Iglesia muchos de los bienes usurpados por la nobleza laica. Los cabildos catedralicios participaron muy activamente en la hermandad con dinero de sus arcas. El único prelado beligerante con los irmandiños, el arzobispo Fonseca de Santiago de Compostela, se cambió de bando poco antes de finalizar estas revueltas en el año de 1469. Y Castilla buscaba debilitar a la díscola nobleza gallega.

El final de estas revueltas era fácil de prever. La Galicia irmandiña, sin señores ni rey que la mandasen, sólo sobrevivió dos años. Tres ejércitos señoriales entran en Galicia en la primavera de 1469,  Pedro Madruga desde Portugal, el arzobispo Fonseca y Juan Pimentel desde Salamanca, y el conde de Lemos desde Ponferrada. Los irmandiños dan algunas batallas en castros o en el campo. Durante los años 1470 y 1471, las ciudades de A Coruña, Pontedeume, Viveiro, Ribadavia, Lugo y Mondoñedo resisten. No lo tuvo fácil la contrarrevolución señorial de los años 70, enfrentados rápidamente entre sí, agudizaron su división social y política, entre 1474 y 1479, con la guerra civil por la Corona de Castilla entre el bando portugués de Pedro Madruga y el castellano del Arzobispo Fonseca. La guerra feudal permanente, los pactos inevitables en los años 1469-1472, la imposibilidad de un escarmiento represivo antiirmandiño, más la continuidad de la probada resistencia campesina de los vasallos, hicieron imposible la pretendida reedificación señorial de las fortalezas derribadas en 1467; parte de las que así y todo fueron reconstruidas, una minoría, fueron de nuevo derrocadas por los enviados de los Reyes Católicos, de 1480 en adelante, con la ayuda, por supuesto, de antiguos irmandiños, que aplaudieron lógicamente el exilio dorado, y definitivo, en la corte de Castilla, de sus enemigos de clase, según refiere el historiador Carlos Barros.

Me gustaría creer que en esta etapa final del medioevo, antesala de la edad moderna, Galicia con su revuelta de las irmandades, fuera un pequeño germen, que acabó fructificando en la Revolución Francesa, que cambió el curso de la Historia de Europa.

Las Revueltas Irmandiñas: la Galicia revolucionaria