viernes. 19.04.2024
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@Montagut | En primer lugar, estaría la coalición electoral entre republicanos y el PSOE en la denominada Conjunción Republicano-Socialista de 1909 y que duró hasta 1919. Después nos encontramos con el Pacto de San Sebastián y la nueva conjunción electoral republicano-socialista que venció en las transcendentales elecciones municipales de abril de 1931. De este pacto saldrían el Gobierno Provisional de la Segunda República y, en parte, los Gobiernos de Azaña en el Bienio Reformista. El tercer pacto se fraguó con el Frente Popular, que resultó vencedor en las elecciones de febrero de 1936, y que incorporó a nuevas fuerzas que no eran las tradicionales de las izquierdas españolas. Por fin, los socialistas dirigieron los gobiernos en la Guerra Civil con Largo Caballero y Negrín, y que estuvieron formados por ministros de diversas sensibilidades políticas del lado leal a la República. 

En este artículo nos centraremos en repasar los tres primeros pactos citados, partiendo de la constatación de que no surgieron con facilidad. Se sellaron después de muchas negociaciones, vaivenes y problemas. Pero su conocimiento nos ayuda a comprender la compleja Historia entre la crisis del régimen liberal y la crisis del primer régimen democrático en nuestro país.

La Conjunción Republicano-Socialista de 1909

La Conjunción Republicano-Socialista fue, realmente una coalición electoral. Entre 1909 y 1919 se presentaron a todas las elecciones

La situación generada por la Semana Trágica y la durísima represión emprendida por Antonio Maura provocaron que las fuerzas políticas republicanas y los socialistas decidieran converger con el objetivo inmediato de hacer caer al político conservador. El segundo propósito era trabajar para conseguir el cambio del régimen político monárquico. El resultado fue la Conjunción Republicano-Socialista formada por un grupo de partidos republicanos y el PSOE. La confluencia no fue tarea fácil. En primer lugar, el socialismo español estaba dividido al respecto. Amplios sectores de la familia socialista eran reacios a colaborar con formaciones políticas que desde su óptica representaban los intereses burgueses y no de los obreros. Al final, se optó por colaborar. Se justificó tomando como base teórica una resolución del Congreso de 1908 que permitía la alianza con otros partidos políticos a favor de la democracia. En el Partido había surgido en los últimos tiempos una corriente de opinión favorable al entendimiento con los republicanos. En este sentido fue muy destacada la participación de los socialistas vascos para que el Partido se entendiese con los republicanos. Indalecio Prieto se significó en el socialismo vizcaíno a favor del acuerdo frente al histórico líder Facundo Perezagua, que defendía posturas eminentemente obreristas porque consideraba que los republicanos eran reaccionarios.

Del lado republicano hay que destacar la intensa división en su seno. En 1908, los republicanos habían conseguido crear un Bloque de Izquierdas con los liberales de Segismundo Moret, en ese momento en la oposición dentro de las reglas del juego del turnismo político. La represión de Maura, especialmente el fusilamiento de Ferrer i Guardia, provocó que los republicanos abandonasen la alianza con los liberales para optar por la alianza con los socialistas, que estaban completamente al margen del sistema político y no contaban aún con representación parlamentaria. Por fin, tenemos que tener en cuenta que en el ámbito republicano apareció una nueva fuerza política en 1912, el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, que complicó en cierta medida la alianza política, al introducir un nuevo elemento.

La Conjunción Republicano-Socialista fue, realmente una coalición electoral. Entre 1909 y 1919 se presentaron a todas las elecciones. En las primeras de 1910 consiguieron 27 escaños, entre ellos el de Pablo Iglesias, el primer socialista español en entrar en el Congreso de los Diputados. Las listas se elaboraban en comités electorales después de interminables y complicadísimas reuniones y discusiones. En realidad, la organización de la Conjunción se resumía en estos comités que se formaban cuando había convocatoria de elecciones, aunque también existía un Comité Nacional con representantes de cada fuerza política. Una vez celebradas las elecciones se formaba la minoría parlamentaria compuesta por republicanos y socialistas, pero no funcionaba como un grupo parlamentario propiamente dicho. En muchas cuestiones sus componentes defendían lo mismo y votaban unidos, pero en otras materias los radicales, reformistas y socialistas defendían posturas distintas y eso se reflejaba a la hora de votar.

En 1918 se creó la Alianza de Izquierdas para las elecciones de ese año. Al parecer, fue un intento de revitalizar la Conjunción, muy poco activa, aunque no supuso la disolución de la Conjunción. Se pusieron muchas expectativas, por lo que las 35 actas que se consiguieron se contemplaron como un fracaso. El sistema político de la Restauración estaba moribundo pero se resistía a morir.

El Pacto de San Sebastián

Las negociaciones bullían y el 17 de agosto nació, como resultado de las mismas, el conocido Pacto de San Sebastián

La convergencia de los republicanos entre sí y con los socialistas para intentar traer la República a España no fue una empresa fácil por varias razones. Las divergencias entre los republicanos eran grandes y los socialistas estaban divididos, a su vez, en relación con una posible alianza con el republicanismo.

En el mes marzo de 1930 apareció en Barcelona un manifiesto firmado por republicanos de izquierda como Companys, Aiguader, Botella Asensi, y de líderes obreros como Peiró, Arquer y Campalans. El manifiesto abogaba por el establecimiento de una República federal y por la aplicación de políticas sociales. Este manifiesto tiene su importancia histórica porque supone el inicio de la movilización de los republicanos en la época del gobierno Berenguer.

En mayo se dieron una serie de incidentes relacionados con la vuelta del exilio de Unamuno, que había sufrido la represión de Primo de Rivera. Estos incidentes fueron protagonizados por los estudiantes de la FUE con la policía, provocando que las autoridades cerrasen las Universidades. Eran un ejemplo de la creciente movilización social hacia un cambio político profundo. Efectivamente, la primavera y el verano de 1930 fueron testigos de huelgas y manifestaciones. Había un claro descontento popular que, unido a la crisis del gobierno, favoreció, sin lugar a dudas, el desarrollo de las fuerzas políticas y sociales republicanas y obreras, que comenzaron a considerar la necesidad de organizarse y buscar la unión de sus esfuerzos, a pesar de su evidente heterogeneidad.

Cuando Azaña decidió dar el paso hacia el republicanismo se lanzó a promover la instauración de la República con su habitual energía. Azaña elaboró en 1924 su conocido manifiesto titulado Apelación a la República, que le costó distribuir, habida cuenta de la censura en la Dictadura y porque no encontró la colaboración que esperaba de amigos y allegados. Este texto es fundamental en la biografía de nuestro protagonista y en la historia del republicanismo español. Azaña identificó la Monarquía con el viejo absolutismo y dejó claro que la democracia solamente llegaría a España de la mano de la República. Para que cristalizara el nuevo régimen era necesario el concurso de todos, de distintas fuerzas y organizaciones, que deberían respetar no sólo la idea republicana sino el principio liberal y democrático del reconocimiento de los derechos del individuo en el marco de la nación. Azaña quería que la burguesía y el proletariado españoles se unieran en este empeño. Por eso intento siempre confluir con los socialistas, pero dentro de la familia socialista había distintas posturas y durante los años veinte se generó un intenso debate al respecto en su seno, y que tuvo relación, a su vez, con la posible colaboración con la Dictadura de Primo de Rivera. Pero el político alcalaíno tampoco consiguió muchos apoyos de políticos y fuerzas más afines. 

Azaña pensó, ante el poder de la Dictadura y la falta de apoyos, ponerse a trabajar de forma clandestina para traer la República. En este sentido, fue fundamental la tertulia que se organizó en el laboratorio de José Giral en pleno centro de Madrid. Redactó un segundo manifiesto en 1925 en la línea ideológica de la Apelación, pero que supuso el germen de una nueva formación política, primero como Grupo de Acción Republicana, y luego ya claramente como Acción Republicana. Azaña quería remozar el republicanismo, y ser el punto de unión, más que un partido clásico, de todo el republicanismo, superando el pasado de divisiones internas en el seno del mismo.

En 1926 se creó la Alianza Republicana. Esta plataforma política nació en la efeméride de la Primera República, el 11 de febrero, y unía al Partido Radical de Lerroux, el Partido Republicano Democrático Federal, el Partit Republicà Català de Marcelino Domingo y Lluís Companys y, por último, la Acción Republicana de Azaña. El grupo publicó un manifiesto en el que se anunciaba su lucha política por la proclamación de la República. Este proyecto supuso una clara apuesta por modernizar el republicanismo español para acercarlo a una base social más amplia: clases medias y bajas urbanas. La Alianza tuvo sus vicisitudes en la Dictadura. El radicalismo sufrió una escisión por su izquierda, con la creación del Partido Radical Socialista.

La Alianza Republicana y el Partido Republicano Radical Socialista acordaron el 14 de mayo de 1930 la creación de un Comité conjunto que debía trabajar para la instauración de la República en España. A este pacto se sumaron la Organización Republicana Autónoma Gallega (ORGA), recién creada y que dirigía Santiago Casares Quiroga, y la Unión Republicana Autonomista de Valencia, de Sigfrido Blanco. Por otro lado, se tendieron puentes hacia las organizaciones obreras. En el mes de julio Azaña y Albornoz se entrevistaron con representantes socialistas, pero no se llegó a ningún acuerdo, tanto por las reticencias de un sector del socialismo hacia la alianza con fuerzas republicanas, como por la existencia de diferencias en el propio seno del republicanismo. Los republicanos se pusieron a trabajar durante el verano para superar las dificultades y presentar un frente común, al menos desde el republicanismo. La Derecha Liberal Republicana de Alcalá-Zamora y Miguel Maura se unió al Comité. Por su parte, los republicanos catalanes también se acercaron.

Las negociaciones bullían y el 17 de agosto nació, como resultado de las mismas, el conocido Pacto de San Sebastián. Bajo la presidencia de Felipe Siasín (Unión Republicana de San Sebastián) se reunieron en Donostia: Manuel Azaña y Alejandro Lerroux (representantes de la Alianza Republicana), Marcelino Domingo, Álvaro Albornoz y Galarza (Partido Republicano Radical Socialista), Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura (Derecha Liberal Republicano), Santiago Casares Quiroga (ORGA), Jaume Aiguader (Estat Català), Macià Mallol (Acció Republicana de Catalunya), Manuel Carrasco i Formiguera (Acció Catalana), y a título personal Felipe Sánchez Román, Eduardo Ortega y Gasset e Indalecio Prieto. Los asistentes a la reunión decidieron la creación de un Comité ejecutivo de la Conjunción, presidido por Alcalá-Zamora, y dedicado a coordinar el movimiento revolucionario que debía conducir a la instauración de la República. En la reunión se estableció, además, que había que atender a las reivindicaciones autonomistas de Cataluña, y la necesidad de entablar conversaciones formales con las organizaciones obreras.

Las conversaciones con el PSOE para que se incorporara al Pacto fueron difíciles. Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos eran afines a la conjunción con los republicanos, pero gran parte de la familia socialista era contraria a entrar en relaciones con los partidos republicanos. Besteiro, con mucho poder en el aparato socialista, era el principal crítico y contrario a esta alianza. Pero muy pronto los socialistas comprobaron que los republicanos eran capaces de movilizar a amplias capas de la sociedad española y eso hizo cambiar las posturas del partido y del sindicato. En consecuencia, en octubre el PSOE y la UGT se adhirieron al Pacto. En el convenio con los republicanos se estipuló que Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero se incorporarían al Comité de la Conjunción, así como la convocatoria de una huelga general cuando se desencadenase el movimiento insurreccional. El acuerdo entre republicanos y socialistas pretendía establecer la República sobre la base de la soberanía nacional representada en una asamblea constituyente, como se hizo público en diciembre de 1930.

El acuerdo político con la CNT no pudo cuajar aunque los anarcosindicalistas no pondrían reparos a la movilización republicana. 

Pero la huelga general no se produjo y la insurrección militar se precipitó porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández se sublevaron el día 12 de diciembre cuando debía haberlo hecho el 15. La Sublevación de Jaca fue un fracaso que terminó con la vida de sus protagonistas. Algunos miembros del Comité Revolucionario fueron detenidos, mientras que otros huyeron o se escondieron. 

El fracaso del Pacto en traer la República no impediría que ésta llegara unos meses después, ya que las elecciones municipales del 12 de abril se convirtieron en un plebiscito sobre la Monarquía. Cuando se supo que las candidaturas republicano-socialistas habían ganado en las capitales de provincias, el Comité Revolucionario hizo público su propósito de actuar con “energía y presteza” para implantar la República.

El Frente Popular

El PCE propugnaba un frente obrero orgánico, la Alianza Obrera, con un programa de reformas radicales, en alianza con los republicanos

El Frente Popular fue un pacto de los partidos de izquierda republicana y obrera en España para concurrir juntos a las elecciones de febrero de 1936 sobre un programa común de gobierno. El inicio de este pacto debe buscarse en el año 1934, especialmente, cuando comenzaron a confluir las formaciones republicanas con el sector centrista del PSOE. Pero su gestación no comenzaría, realmente, hasta después de los hechos acontecidos en octubre de 1934 con la Huelga General y la Revolución. La represión ejercida con miles de muertos, unos treinta mil presos y numerosas penas de muerte conmutadas, junto con la represión de tipo social (despidos, endurecimiento de las relaciones laborales y paso a la clandestinidad de algunos sectores obreros) ejercieron como revulsivo para que las izquierdas españolas entendiesen la necesidad de pactar. La unidad se convirtió en un factor clave si se quería arrebatar el poder al centro-derecha.

Pero el camino hacia la unidad no fue fácil porque los partidos y sindicatos tenían diversas concepciones sobre la misma, aunque tuvieran en común la necesidad de la alianza electoral para obtener la victoria, en un contexto internacional favorable a la confluencia de la izquierda frente al auge de las soluciones autoritarias y totalitarias del fascismo. Los partidos republicanos –Izquierda Republicana (Azaña), la Unión Republicana (Martínez Barrio), el Partido Nacional Republicano (Sánchez Román)- defendían la idea del entendimiento con los socialistas, pero no veían conveniente ampliar el pacto hacia las organizaciones obreras a la izquierda del PSOE. La alianza era concebida como una forma de volver a la situación anterior al triunfo electoral del centro-derecha de 1933, es decir, al espíritu y la situación del Bienio Reformista.

En el PSOE se vivía un intenso debate entre dos posturas. El sector centrista, con Indalecio Prieto a la cabeza, estimaba la necesidad del pacto con los republicanos, en el mismo sentido y objetivo que el defendido por éstos, aunque incidiendo en la necesidad de proclamar una amnistía y profundizar en la reforma agraria. El sector más a la izquierda del socialismo español, representado por Largo Caballero y con el apoyo de la UGT, pretendía, en cambio, un frente obrero. Pero, a medida que avanzó el año 1935, este sector terminó por comprender que el pacto con los republicanos era necesario si se quería obtener la ansiada amnistía, pero, en principio, estos socialistas no estaban dispuestos a ir más allá de una alianza electoral sin establecer un programa de gobierno conjunto.

El PCE propugnaba un frente obrero orgánico, la Alianza Obrera, con un programa de reformas radicales, en alianza con los republicanos.

La gestación del Frente Popular se dilató más de un año, desde diciembre de 1934 hasta el 15 de enero de 1936, fecha del pacto. En el invierno de 1934-35 los republicanos entablaron conversaciones entre sí, y el 12 de abril anunciaron su unión electoral con un programa de gobierno. Antes, en enero, Azaña contactó con Prieto para insistir en la necesidad de establecer una conjunción republicano-socialista. En el PSOE se decidió escuchar a las bases sobre esta capital cuestión y se pasó una encuesta a las agrupaciones socialistas. Prieto se significó para conseguir la alianza, publicando un artículo el 14 de abril. El Partido Comunista expuso públicamente su estrategia de la Alianza Obrera en el mes de junio.

En Cataluña, el proceso de unión tuvo su primera etapa, en julio de 1935, cuando se firmó la Coalició d’Esquerres Catalanas, formada por la Esquerra Republicana, Acció Catalana Republicà, Partit Nacionalista Republicano Català y Unió Socialista.

Al margen de los partidos políticos se vivió una intensa actividad en pro de una alianza de toda la izquierda: comités a favor de la amnistía, de ayuda las víctimas de la represión, mítines, fiestas unitarias, etc. El anarquismo optó por moderar sus ataques a los republicanos y socialistas, y cuando llegó el momento, a pesar de su tradicional defensa de la abstención, no hizo campaña contraria al Frente Popular y, de forma privada, apoyó a las candidaturas de izquierda.

El 14 de noviembre de 1935, Azaña propuso oficialmente a Prieto una conjunción. Dos días después, el PSOE le respondió afirmativamente con la condición de que el pacto incluyese a la izquierda obrera. El partido envió un programa a las organizaciones obreras como un documento-base para la negociación de la alianza. Comenzaron las reuniones entre los socialistas y los republicanos. Los primeros representaban en estas reuniones no sólo al partido sino, también a las organizaciones obreras, por lo que tenían que reunirse, además con sus representantes. Estaríamos en una especie de negociación a tres bandas. No fueron fáciles las negociaciones dada la heterogeneidad de la izquierda. El PNR se retiró el 14 de enero por su resistencia a aceptar la presencia comunista. Al final, al día siguiente, se firmó el pacto y el programa entre Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, UGT, Federación Nacional de Juventudes Socialistas, PCE, Partido Sindicalista y el POUM.

El programa era republicano, con el añadido de la amnistía y rehabilitación política de los presos políticos, restituyéndoles en sus cargos y responsabilidades, condiciones ineludibles para el PSOE y la izquierda obrera.

El 4 de febrero se constituía el Front d’Esquerres en Cataluña, con los grupos anteriores de la Coalició más el Partit Comunista de Catalunya, Partit Català Proletari, POUM y la Unió de Rabassaires.

La siguiente tarea del Frente Popular fue la de la elaboración de las listas de candidatos. Se encargó de dicha tarea un comité.

El 16 de febrero la coalición obtuvo 4.654.116 votos, frente a los 400.901 del centro político y los 4.503.505 de la derecha. El Frente Popular venció en 37 circunscripciones electorales y en todas las ciudades mayores de 150.000 habitantes. La ley electoral en vigor primaba las coaliciones frente a las minorías, por lo que la izquierda obtuvo 278 diputados, 131 las derechas, 10 el centro y otros 10 del PNV. Tres días después, Niceto Alcalá-Zamora ofrecía la presidencia del gobierno a Manuel Azaña. El 3 de abril se inauguró el Parlamento. Se constituyó el Comité Nacional del Frente Popular, que se encargó de proponer como candidato a la presidencia de la República a Azaña, en sustitución de Alcalá-Zamora.

Las izquierdas españolas y los pactos en la Historia