jueves. 18.04.2024
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El 7 de agosto de 1974 un francés llamado Philippe Petit caminó sobre un alambre tendido a 409 metros de altura entre las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York. Ésta constituye la mayor hazaña de equilibrio sobre cable conocida hasta el día de hoy.

El intrépido hombre que cometió tal locura tenía entonces 24 años, y su proyecto se remonta al invierno de 1968, cuando, aún viviendo en París, acudió al dentista para sacarse una muela que lo atormentaba. Entre las revistas de la sala de espera encontró por casualidad un artículo sobre el entonces proyecto arquitectónico de las Torres Gemelas.

Petit se sintió automáticamente fascinado, arrancó la hoja y se volvió a casa con el mismo dolor de muelas, pero con una idea que le obsesionaría los próximos seis años: tender un cable entre esas torres y demostrar al mundo entero su destreza en las alturas.

Mientras las enormes Torres Gemelas estaban en construcción, nuestro amigo entrenó duro, reunió todo el dinero que pudo con sus actuaciones callejeras, y estudió todos los detalles de la estructura de los edificios, almacenando toda la información que podía conseguir.

El invierno de 1974 tomó un vuelo a Nueva York y durante meses realizó mediciones, tomó innumerables notas, se hizo con el material necesario, y entró ilegalmente en los edificios –aún desocupados- para anotar horarios, rutas de los vigilantes y códigos de acceso.

Nadie reparó en él. Nadie lo detuvo. Su actitud sería hoy considerada prácticamente como la de un terrorista, pero la única vida que Philippe Petit quería arriesgar era la suya propia.

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Su proyecto no tenía marcha atrás y haría lo imposible por conseguirlo.

Finalmente, tras pasar toda una noche colocando el cable -que fue lanzado de una a otra azotea con un arco, y anclado y atirantado con precisión con la ayuda de varios amigos- Philippe se lanzó al alambre mientras amanecía. Llevaba consigo únicamente una pértiga desmontable, y eran poco más de las siete de la mañana.

Una mujer afroamericana que salía del metro fue la primera boquiabierta al mirar al cielo. Manhattan apenas despertaba en su actividad.

Ante la mirada atónita de las autoridades policiales, de los vigilantes del edificio, y de cientos y luego miles de neoyorkinos, Philippe Petit fue feliz sobre la cima del mundo, acariciando las nubes.

Durante aproximadamente tres cuartos de hora el joven se paseó sobre el alambre. Primero lentamente, luego más rápido, bailando, dando saltos. No había forma humana de detenerle: le amenazaron con destensar el alambre, con atraparlo desde un helicóptero, pero nadie tuvo valor porque su presencia, el vértigo, la alegría y la indiscutible belleza de lo que estaba realizando dejó anonadado a todo NY a través de los medios de comunicación.

Cuando por fin accedió a bajar fue esposado y detenido, pero a la vez ovacionado por cientos de ciudadanos testigos de su hazaña que lo empezaron a aplaudir cual héroe anónimo.

Esta reacción de los neoyorquinos y la simpatía que generó en los medios de comunicación, fueron decisivos para que todos los cargos que acumuló le fueran retirados. Fue solamente sentenciado a realizar otra exhibición de equilibrio, esta vez a menor altura, en el Central Park, donde lo esperaba un público literalmente rendido a sus pies.

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Desde entonces Philippe Petit ha repetido sus paseos sobre el alambre en numerosos lugares por todo el mundo.

Su trabajo no es fácil, y nunca le resultó rentable. Ha publicado varias obras, entre ellas un Tratado sobre Funambulismo, y el libro "To Reach the Clouds" en el que explica cómo gestó y realizó su paseo entre las Torres Gemelas.

Philippe nunca se quiso lucrar de su talento, no amasó bienes materiales ni fortuna, apenas acumula básicas pertenencias -entre ellas varias botellas de buen vino francés-, y entre sus amistades se cuentan artistas, escritores e intelectuales como Paul Auster o Werner Herzog.

Veintisiete años después, en la mañana del 11 de septiembre de 2001, Philippe Petit se encontraba en las afueras de Nueva York cuando alguien le llamó por teléfono para contarle que las torres habían sido atacadas. Minutos más tarde vio en directo el impacto del avión contra la segunda torre y “las entrañas se le dieron la vuelta”, según sus propias palabras.

En el año 2006, en el quinto aniversario del ataque contra las torres gemelas, la revista The New Yorker ilustró su portada con la silueta de un funambulista que caminaba sobre el vacío. La figura de Petit se había convertido, después de todo, en una especie de símbolo de la tragedia. Todavía hoy, su silueta permanece como un fantasma entre las nubes de Manhattan, una visión imaginaria de lo que algún día fue la ciudad. El recuerdo de un tiempo en que las torres brillaban sobre el skyline y los neoyorquinos miraban al cielo sin sentir una punzada en el estómago.

* La historia de Petit dio lugar hace unos años a un cuento para niños titulado "El hombre que caminó entre las torres", a un magnífico corto de Michael Sporn y un documental completo por el que saltó a la fama, el cual podéis ver a continuación:

Petit nos deja en claro que casi cualquier objetivo o sueño que tengamos, por imposible que parezca, si ponemos determinación y un poco de audacia, es perfectamente realizable.

Fuentes: 


 

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La increíble historia de Philippe Petit, el equilibrista que cruzó las Torres Gemelas