jueves. 28.03.2024
Francesco Crispi
Monumento a Francesco Crispi e Rosalie a Montmasson

El primer episodio importante tuvo lugar en el año 1882 con la compra de la bahía de Assab en la costa africana del mar Rojo. En 1885, los italianos completaron la ocupación de Eritrea cuando adquirieron Massaonah. Los primeros problemas llegaron en la zona cuando los italianos comenzaron a penetrar hacia el interior, ya que los abisinios derrotaron al ejército italiano en Dogali. Este hecho provocó un escándalo en Roma que se saldó con una crisis del gobierno Depretis y la llegada de un político que procedía de la izquierda, Francesco Crispi, figura clave a partir de entonces en el final del siglo XIX. Crispi comenzó ocupando la cartera de Exteriores.

Crispi imprimió un mayor impulso al imperialismo italiano para no perder el ritmo que habían emprendido las otras potencias pero, sobre todo, como un instrumento político de prestigio con el fin de potenciar la cohesión interna del nuevo estado italiano. El imperialismo podía ser utilizado para implicar a todas las clases sociales y sectores políticos, especialmente los “irredentistas”, que estaban insatisfechos porque seguía habiendo territorios de población de habla italiana en manos de los austriacos. Además se buscaban nuevos mercados y materias primas, una salida a la presión demográfica, y poder afrontar el paro y las tensiones sociales subyacentes con un creciente movimiento obrero que presionaba con fuerza.

Crispi deseaba conseguir un hueco en el Mediterráneo pero la fuerza de Francia era casi incontestable desde que había ocupado Túnez en 1881, provocando una evidente tensión con Italia que tenía la zona entre sus objetivos, por lo que tuvo que volver la mirada hacia la costa africana del mar Rojo donde ya se había iniciado el imperialismo italiano con Depretis.

En mayo de 1889 se firmó el Tratado de Uccialli que convirtió Etiopia en un protectorado de Italia, además de conseguirse el reconocimiento internacional de las posesiones que se habían conseguido en la costa, incluidas las de Somalia. Al año siguiente quedó oficialmente constituida la colonia de Eritrea.

En 1894 se inició una campaña militar en el interior de Etiopía con el objetivo de transformar el protectorado en una verdadera colonia pero se saldó con un fracaso rotundo, la derrota de Adua, producida el primero de mayo de 1896. En octubre se firmó el Tratado de Addis Abeba, por el que Roma renunciaba a Etiopía, y a cambió ésta reconocía las colonias italianas de Eritrea y Somalia. El desastre de Adua provocó un nuevo terremoto en la política italiana e hizo caer a Crispi.

El nuevo siglo trajo cambios importantes en la política imperialista italiana. La tensión con Francia en el Mediterráneo terminó cuando Italia consiguió el apoyo de su poderosa vecina para hacerse con Trípoli y la Cirenaica. Los italianos ofrecerían, a cambio, un acercamiento a Francia y el reconocimiento de sus intereses en el norte de África, especialmente en Marruecos. Ambas potencias firmaron un acuerdo secreto en 1902, que establecía la mutua neutralidad en caso de agresión. Tenemos que tener en cuenta que Italia pertenecía a la Triple Alianza, uno de cuyos objetivos era seguir manteniendo a Francia aislada, según lo diseñado en su día por Bismarck. Francia conseguía abrir brecha en su aislamiento a cambio de ser generosa con Italia en Libia. Así pues, en 1911 los italianos decidieron actuar. En el mes de septiembre se publicó un “estado de quejas” contra Turquía, dueña del territorio y se declaró la guerra, a pesar de que el sultán estaba dipuesto a negociar. En noviembre se proclamó la soberanía italiana sobre la Tripolitana y la Cirenaica. Pero Italia se animó a seguir expandiéndose a costa del enfermo y decadente Imperio turco. Ocupó la isla de Rodas y el Dodecaneso en 1912. Al final, en el otoño se firmaron una convención y un tratado entre ambos estados por el que Turquía reconocía todas las anexiones italianas.

El imperialismo italiano en África hasta la Gran Guerra