viernes. 26.04.2024
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@Montagut5 | En este trabajo pretendemos compartir una serie de reflexiones sobre el clientelismo en política, sobre la relación entre los agentes públicos y personas, grupos o empresas que reciben un trato privilegiado a cambio de apoyo político para los primeros. En estos tiempos agitados por la corrupción parece conveniente conocer algunas de sus facetas, su origen y evolución temporal.

El clientelismo nació en Roma. La clientela era el grupo de personas que tenía una relación de dependencia económica y política, acompañada de protección jurídica, a cambio de la defensa armada y política que les brindaba el patrono. Se trataba de una fórmula muy extendida en aquella época y que articulaba las relaciones sociales de poder de los patricios hacia otros grupos o sectores sociales y familiares.

La siguiente etapa de estas relaciones se dio con el feudalismo y el servilismo. En el primer caso estarían las relaciones de vasallaje entre personas libres, pero en distinta posición social (reyes, nobles y caballeros). A cambio de fidelidad y ayuda militar se otorgaba un feudo, todo consagrado en las ceremonias del homenaje. En el segundo caso, la dependencia era entre un señor y un siervo. El segundo prometía fidelidad y el pago de rentas y otros tributos al primero, y éste protegía al segundo en una época de inseguridad y le proporcionaba una tierra para sustentarse.

En la época moderna, el clientelismo tuvo otro momento de esplendor, especialmente con el triunfo de los validos, favoritos y privados cerca de los monarcas y que tejían complejas redes clientelares en los resortes de la corte y de la administración del Estado para controlarlos. El patrón, ya fuera el rey, ya un noble, dispensaba gracias, prebendas, privilegios y protección a cambio de fidelidad y obediencia. En este sentido, en España fue paradigmático el siglo de los Austrias Menores. El clientelismo tiene que ver, también, con el nepotismo papal, ejercido especialmente desde el Renacimiento.

En fin, estamos tratando con un sistema de relaciones basado en la dependencia personal. El sistema liberal y nuestra democracia habrían terminado, en principio, con estas relaciones de dependencia, ya que los políticos y funcionarios debían y deben ser leales a las instituciones y al derecho desde la Constitución hasta el más mínimo reglamento que pueda desarrollar sus funciones, independientemente de quien desempeñe temporalmente el ejercicio del poder, ya sea por elección, ya por designación.

Pero el clientelismo ha conseguido colarse en la época contemporánea, adaptándose a las nuevas circunstancias y derivando hacia la corrupción. En la España decimonónica hasta bien entrado el siglo XX, el caciquismo fue un ejemplo de renovadas relaciones de dependencia personal del poder y que socavaban los principios impersonales del sistema político. En el franquismo se vivió otra época dorada de clientelismo político asociado claramente a la corrupción institucionalizada y al reparto del poder entre las familias del régimen. Pero nuestra democracia no se ha visto libre del clientelismo político. Han existido y existen relaciones clientelares en niveles locales y regionales que permiten el mantenimiento en el poder de algunos políticos al dispensar modernas gracias como empleos y cargos en los partidos y en distintos niveles de la administración, contratos sustanciosos, licencias de obra, etc.. a cambio de movilizar votos y voluntades. Algunas referencias podemos encontrar en la costa levantina o en Galicia, por poner algunos ejemplos muy notorios sin nombrar a sus protagonistas.

Historia y presente del clientelismo político