martes. 19.03.2024

sagasta 2@Montagut5 | El 27 de noviembre de 1885 formaba gobierno Sagasta, poniendo en marcha de forma ya evidente el turnismo de la Restauración, sistema político diseñado por el conservador Cánovas del Castillo. El Gobierno liberal abrió una etapa, ya en los inicios de la Regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena que, si por un lado, apuntaló el sistema, por otro introdujo reformas importantes.

El Partido Liberal tuvo un complejo nacimiento fruto de la división en el seno de los liberales progresistas y demócratas al término del Sexenio Democrático. Pero el deseo de los principales líderes de esta heterogénea familia del liberalismo español de poder convertirse en alternativa a los conservadores, y la idea de Cánovas de la necesidad de la alternancia en el gobierno para evitar los riesgos para la estabilidad debidos al monopolio del poder que se había producido en el reinado de Isabel II, fueron allanando el terreno para su creación.

En primer lugar, nos encontramos con el grupo de políticos que habían formado el Partido Constitucionalista en tiempos de Amadeo de Saboya. Sus principales líderes, que comenzaron a aceptar el papel de ser la oposición cuando en 1875 se produjo la Restauración borbónica, fueron Serrano y Sagasta, aunque el primero dejaría de tener muy pronto el protagonismo de antaño. Por otro lado, estaban los denominados centralistas de Alonso Martínez. Este político tuvo un destacado protagonismo en la elaboración de la Constitución de 1875.

A partir de 1877, Sagasta comenzó a trabajar para organizar un partido fuerte, habida cuenta de su interés en ser alternativa de gobierno en el nuevo régimen político. Para ello tenía que aceptar dos principios establecidos por Cánovas: la soberanía compartida, es decir, entre la nación representada en Cortes y la Corona, representante de la Historia, y por lo tanto el evidente poder de la misma. Por otro lado, Sagasta se acercó a Alonso Martínez para aunar esfuerzos. Así pues, el 23 de mayo de 1880 en un acto público se creó el Partido Liberal-Fusionista, que unió a los constitucionalistas con los centralistas. El programa básico de la nueva formación era llevar al sistema hacia el progresismo y combatir las tendencias reaccionarias de los conservadores. Al año siguiente, accedieron por vez primera al poder.

Por otra parte, existía el Partido Progresista-Democrático pero en franca crisis. Una parte del mismo, liderada por Cristino Martos, se desgajó del sector “intransigente” que lideraba desde el exilio Ruiz Zorrilla. El grupo de Martos se integró en la Izquierda Dinástica, formación liderada por Segismundo Moret. Este partido era posibilista, ya que pensaba que la Monarquía de Alfonso XIII podía ser compatible con los principios consagrados en la Constitución de 1869.

La tendencia a converger entre gran parte de estos grupos llegó cuando entró en crisis el Partido Fusionista en 1883. Los fusionistas e Izquierda Dinástica comenzaron a acercarse para llegar a un acuerdo para integrarse justo cuando Cánovas regresaba al poder. Moret decidió integrarse en el partido de Sagasta. El Partido Liberal planteó un programa político basado en la defensa de los derechos individuales, el establecimiento del jurado, la responsabilidad de los funcionarios y el reconocimiento del sufragio universal masculino.

Al morir el rey Alfonso XII quedó ya claramente prefigurado el sistema del turnismo, aunque no está muy clara la existencia del denominado Pacto de El Pardo. En todo caso, Sagasta subió al poder y se convirtió en el líder del Partido Liberal. Si en el reinado de Alfonso XII el gran protagonista había sido Cánovas, en la Regencia lo fue más Sagasta. Entre 1885 y 1890 se dio el conocido como “Gobierno largo liberal”. Este Gobierno respetó claramente el sistema diseñado por Cánovas, pero introdujo reformas de signo más progresista. Recordemos que la Constitución de 1875 era de naturaleza elástica, es decir, que permitía, respetando una serie de principios básicos, hacer varias interpretaciones en un sentido más moderado o progresista, según el color del gobierno de turno. Si los conservadores solían poner el acento en el orden frente al ejercicio de los derechos y la defensa del sufragio censitario, los liberales defendían más el reconocimiento y garantía de las libertades y el sufragio universal masculino. En este sentido, los liberales aprobaron la Ley de Asociaciones en 1887, que permitió la legalización de sindicatos, como la UGT, así como la celebración de congresos y reuniones sindicales, y del propio PSOE. Aunque puede ser considerada desde una perspectiva actual como muy tímida, no lo fue en su momento. Los liberales sacaron la Ley del Jurado en 1888, una de sus reivindicaciones históricas, que tuvo la consecuencia de favorecer la libertad de imprenta, ya que se acabó la censura previa y, sobre todo, quitó a la jurisdicción militar la competencia en delitos de calumnia o difamación. Se aprobó el Código Civil en 1889, además de ponerse en marcha una legislación sobre el procedimiento administrativo. Por fin, en 1890, después de un intenso debate y la cerrada oposición de Cánovas, se aprobó el sufragio universal, que permitió integrar en el sistema a los republicanos posibilistas de Castelar y abrió más el sistema político, especialmente en el ámbito urbano, aunque la fuerza del caciquismo siguió siendo omnímoda en el mundo rural, y se mantuvo el fraude electoral. No se consiguió cerrar la brecha entra la España oficial y la España real.

Más complicada fue la reforma del ejército que pretendieron los liberales. El objetivo era reconvertir a las fuerzas armadas en un ejército más moderno y eficaz, pensado para la defensa exterior y no tanto como instrumento de represión y mantenimiento del orden público, pero se chocó con los altos mandos muy reacios a introducir reformas. El ministro Cassola propuso la Ley Constitutiva del Ejército, un ambicioso intento de modernizar al ejército siguiendo el modelo prusiano, tan alabado en aquella época. Se debatió en el Congreso de los Diputados entre 1887 y 1888, pero tuvo que ser retirada, provocando la caída del ministro. Hubo que esperar bastante tiempo a que se emprendieran cambios como el del servicio militar obligatorio y la reforma del sistema de ascensos.

Por fin, los liberales quisieron plantear cambios en política exterior. En este campo se destacó el ministro Segismundo Moret. El político buscaba que España tuviese un mayor protagonismo en el mundo, a pesar de que no era una potencia de primer rango. Se abrieron más embajadas, intentando cubrir las principales capitales europeas. España se acercó a la Triple Alianza, pero no tuvo ningún éxito en el reparto colonial de África, que se organizó en el Congreso de Berlín de 1884-1885.

El Gobierno de Sagasta (1885-1890)