viernes. 19.04.2024
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Jowitt decidió ingresar en el Partido Laborista, pero, sobre todo, renunció a su escaño por el Partido Liberal porque consideraba que era deshonesto conservarlo, a pesar de que legalmente podía hacerlo

@Montagut | En tiempos de debate sobre la ética en política acudimos a la Historia contemporánea, al Reino Unido y a un caso concreto entre el liberalismo y el laborismo a finales de la década de los veinte.

El caso fue protagonizado por William Jowitt (1885-1957), destacado político británico que comenzó su andadura en el Partido Liberal para pasar luego al Laborista, llegando a ser Gran Canciller de Gran Bretaña en el decisivo Gobierno de Clement Attlee después de la Segunda Guerra Mundial.

Jowitt militaba en el sector del Partido Liberal que encabezaba Asquith. Desde el comienzo de su andadura política se caracterizó por su defensa de posturas radicales en el seno de la familia liberal. Fue elegido diputado en 1922, aunque siguió siendo abogado. Fue reelegido en 1923, pero perdió el escaño en las elecciones de 1924. Regresó a los Comunes en 1929 por la circunscripción de Preston. En ese momento, el laborista Ramsay MacDonald formó un gobierno minoritario, y ofreció a nuestro protagonista el cargo de Fiscal General. Jowitt aceptó el encargo.

Jowitt decidió, en consecuencia, ingresar en el Partido Laborista, pero, sobre todo, renunció a su escaño por el Partido Liberal porque consideraba que era deshonesto conservarlo, a pesar de que legalmente podía hacerlo. Al quedar vacante el escaño, volvió a presentarse ya como laborista (el sistema electoral británico exige nuevas elecciones en la circunscripción vacante). En las posteriores elecciones parciales de ese mismo año consiguió volver a ser elegido por Preston.

Los socialistas españoles se hicieron eco de este caso para ponerlo como ejemplo de ética política frente al transfugismo que ellos consideraban había sido muy habitual en la política española, refiriéndose a la época parlamentaria previa a la Dictadura de Primo de Rivera. Consideraban que hubiera sido deshonesto que Jowitt hubiera conservado su acta, conseguida dentro de las filas de un partido que ya no era el suyo. Sería un ejemplo, de lo que se consideraba el “fair play” de la política británica.

Como fuente citamos el número 6361 de El Socialista del día 29 de junio de 1929.

La ética en política: el caso de William Jowitt