viernes. 29.03.2024
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El Descubrimiento de América marca un antes y un después en la historia. Pero hay sombras y luces en tales aventuras, la de Colón y la de los vikingos

Debido a la efemérides, se habla este mes mucho del Descubrimiento de América, y de que Colón, que nadie sabe de dónde venía, sabía a dónde iba, porque tenía un mapa que le cedió un “piloto náufrago”, que tampoco nadie sabe quién era. Temas de los que por mucho que se hable, nadie aclara, y nadie se pone de acuerdo en cómo fue realmente esa aventura. Hay quien dice que antes de Colón hubo otros, como, hilvanando enigmas, la desaparecida flota Templaria (de la que traté en un amplio reportaje, “El Descubrimiento de América y los Templarios”, publicado el 12 de octubre de 2016, en este periódico). Se habla hasta de los polinesios, y de un pueblo, que también entra en la leyenda, conocido como los Vikingos. Hay incluso quienes quieren minusvalorar la hazaña de Colón y de los españoles, cuando no denigrarla.

Una época en la que menudean leyendas, enigmas y misterios sin resolver, es la larga “era oscura”, la Edad Media, donde raro es el tema del que se trate que no vaya acompañado de su correspondiente devaneo mental, hipótesis y controversias. Uno de los más controvertidos -en otros no voy a entrar en este reportaje-, es la creencia de un piloto que se supone vikingo, que de regreso (sería el primero y el único del que se tienen noticias, vagas noticias), se encontraría con el navegante genovés, o con su padre, que naturalmente Colón, como todo ser viviente, tendría padre (precisamente no un humilde tejedor, como erróneamente se ha divulgado). Ese piloto náufrago y desconocido le habló de esas tierras al otro lado del océano, a donde llegaría, según el mapa que le mostró y legó, navegando hacia poniente. Ese piloto, digo, se supone que era uno de esos vikingos. Otros aseguran que era de Huelva, y que estuvo en el Nuevo Mundo antes que Colón. Tanto de uno como del otro, su existencia no se ha podido probar.

También han movido a controversia las declaraciones de algunos investigadores, diciendo que si Colón pudo hacer eso, y tener facilidades y presupuesto para embarcarse con un pequeño grupo de aventureros locos, rumbo a lo desconocido, se debía a que los Reyes Católicos eran primos del navegante genovés... O de donde fuera, italiano, portugués, francés, catalán... Como asegura el analista de la CIA, Peter Dikson, en la biografía sobre el marino, queda claro que no era ni de familia humilde, como se ha divulgado, ni un cualquiera, pobre e ignorante, sino de clase alta, con amplios conocimientos de navegación, cuyo ADN es difícil de descifrar por su variedad genética, dando por hecho que “se trata de un mestizo mediterráneo”, concluye este ex investigador de la CIA en su libro “Columbus, el ADN secreto y el misterioso origen”.

Se sabe que hablaba varios idiomas, italiano, portugués y castellano, pero casi siempre, incluso cuando se dirigía a los italianos, escribía en castellano."Nunca escribe en italiano a los italianos. Les escribe en castellano", apunta Dickson. Expertos filólogos como nuestro don Ramón Menéndez Pidal, se han preguntado cuál sería su lengua materna, que podía deducirse y verificarse a través de sus escritos, cartas, y diarios de a bordo. Tanto el investigador norteamericano como nuestro eminente filólogo, llegan a la misma conclusión: el castellano no era su lengua materna. Una incógnita más a añadir a su desconocida biografía y procedencia.

¿Colón era mujer?

Ante el misterio y la ausencia de datos objetivos que rodean su personalidad y origen, se ha dicho que ocultaba su identidad porque era judío converso o porque era ¡mujer!... Hasta eso se ha sospechado: que podía ser mujer. Y ya sabemos del concepto que se tenía entonces del género femenino, que en algunos aspectos ha llegado a nuestros días. Para mantener tal teoría, se arguye que nunca se dejó ver el torso ante los marineros que le acompañaban, y que rehuía su presencia, ni siquiera cuando estuvo a punto de organizarse un motín a bordo, que evitaron los hermanos Pinzones.  

El devenir de su vida y hazañas resulta tan rocambolesco como, después de su muerte, el destino de sus huesos, por no saberse a ciencia cierta donde están, tras los avatares que sufrió su cadáver. Varios lugares, como sucede con su lugar de nacimiento, se atribuyen su depósito de descanso eterno.

Conjeturas y teorías que no van a ningún sitio, que tratan de confundir la historia que hoy, como en su tiempo, no ha hecho otra cosa que maltratar a un sabio marinero que descubrió para el mundo un nuevo e inmenso continente. La única verdad, para desgracia de la historia, es que por toda recompensa y gloria, murió pobre y desamparado, como suele suceder con todos los grandes hombres. Así es de ingrata la humanidad y la historia. Así es este mundo donde la mediocridad campa y entierra desde valores artísticos, a ideas geniales y heroicas hazañas.

Sea como fuere, lo único cierto y comprobado, es que el Nuevo Continente, que él creía eran las Indias, productor de especias entonces tan valoradas como el oro, fue descubierto en octubre de 1492. No pongo la fecha, porque el calendario vigente en aquella época no era el de hoy, el gregoriano, y varían los días dando por válida que su llegada sería el día 24, doce días después de la que nos enseñaron. De este Descubrimiento sí que hay pruebas, entre ellas, otros viajes que hizo ampliando tierras y costas, y las riquezas de oro y plata de las que se aprovecharon los reyes de España e Inglaterra, y luego otras naciones, y también, cómo no, la misma iglesia. El maravilloso retablo del altar mayor de la catedral de Sevilla, y muchos otras catedrales de Europa, están adornadas y cargadas de oro y plata que dieron al barroco y al rococó su esplendor (dorado). También el Vaticano y los palacios reales lucen los tesoros que los europeos y los misioneros expoliaron a los indios, para quienes el oro no tenía otro valor que su brillo.

En cuanto hubo noticias, y los rumores de las riquezas se convirtieron en realidad, españoles de una y otra región, y europeos de una y otra nación, se encaminaron al paraíso en busca de fortuna,  blandiendo la espada, la cruz, y la biblia. Y como sucede a lo largo de los siglos, unos se hicieron ricos a costa de hacer pobres a otros. La enfermedad, la esclavitud, y la religión de un Dios, diezmaron tribus enteras aborígenes, aniquilaron culturas que de sobrevivir hubieran enriquecido a la invasora, y unas religiones supersticiosas pobladas de dioses, fueron sustituidas por otra fanática, de un único Dios, que decían era el verdadero. Y debía serlo, protegiendo como protegía a los europeos, y matando, como mataba, a los aborígenes que morían sin saber por qué, ni cómo.

Y luego dicen que los vikingos, que llegaron antes, eran sanguinarios y temibles, que arrasaban pueblos y ciudades en busca de botín. Si llegaron antes que Colón, por donde pasaran, poco rastro dejaron, salvo unos restos de una enorme construcción alargada, en forma de nave, típico hogar vikingo, con tejado de hierba, y un horno con restos de escorias, indicio de haber fundido hierro. Poco más se ha encontrado en la costa del noreste de Canadá, en las tierras de Terranova, a donde, se supone, arribaron. Hay otras muestras que podían dar fe de su llegada, un mapa y una inscripción rúnica en una piedra: Pero tanto el mapa, donde figura un país denominada Vinlandia, como las inscripciones en la piedra con signos rúnicos, hallados recientemente, se ha descubierto que eran falsificaciones. Pocas fueron las tierras que descubrieron porque apenas si hay indicios de que por allí pasaran. Todo son teorías y más teorías convertidas ya en leyenda que muchos toman como historia real. ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? Enigmas que les rodean semejantes a los de  Cristóbal Colón.

Vikingos en España

El pueblo de esos bárbaros, conocidos como vikingos, que huyendo de la expansión y crueldad del imperio romano, subieron a las tierras más septentrionales del continente europeo, contiene mucha leyenda, como la mencionada, pero también su correspondiente historia. Así como se duda de que estuvieran en América antes que Colón, se da por seguro que con sus naves ligeras y seguras, bajaron hasta el Estrecho de Gibraltar, lo cruzaron y llegaron al Mediterráneo. Incluso, al tener barcos de fácil maniobrabilidad, se adentraron en la península ibérica, llegando hasta Sevilla, remontando el Guadalquivir.

Sea quien sea quien llegara primero a las Américas, lo cierto es que pruebas fehacientes de tales descubrimientos no han quedado; solamente dan fe de la hazaña hechos comprobados y verificados, como ocurre con el viaje colombino. El descubrimiento de América fue obra de Colón y unos locos aventureros que como él dieron al mundo el giro más importante de la Humanidad. Desde ese descubrimiento, el planeta Tierra no es el mismo. El Descubrimiento de América marca un antes y un después en la historia. Pero hay sombras y luces en tales aventuras, la de Colón y la de los vikingos. Muchos enigmas quedan por desvelar. De ellos seguiremos hablando en la próxima entrega. Trataremos de descubrir quiénes eran los Vikingos y cómo llegaron a Sevilla, el primer puerto de América.

Los enigmas de Colón y los Vikingos