viernes. 29.03.2024

María del Carmen Ramona Loreta de Burgos y Seguí nace, el diez de diciembre del año 1867, en Almería.   Era la mayor de diez hermanos.   Su padre era José de Burgos y Cañizares y su  madre Nicasia Seguí y Nieto.

Su infancia transcurrió  en Rodalquilar en pleno Cabo de Gata, donde su padre poseía tierras, minas y el cortijo La Unión. Recibió la misma educación y cultura que sus hermanos varones.   Su padre fue nombrado vicecónsul de Portugal en España en el año 1872, dependiente del consulado de Cádiz.

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Carmen con sólo dieciséis años y en contra del consejo paterno se casó con Arturo Álvarez y Bustos, que era un bohemio pintor y periodista, doce años mayor que ella, siendo mujeriego y alcohólico. Éste era hijo de Mariano Álvarez y Robles, gobernador civil de Almería, quien además tenía en propiedad la empresa tipográfica que imprimía el principal diario de la capital. Fruto de este matrimonio fueron tres hijos pero se le murieron dos, y tuvo también tres abortos.

Esto permitió a Carmen familiarizarse con el mundo de la prensa desde joven, colaborando en distintos aspectos de la impresión. Publicó sus primeros artículos en la revista satírica Almería Bufa, que dirigía su marido.

Obtiene la titulación de maestra de Enseñanza Elemental Primaria en junio del año 1895 y en 1898 la de Enseñanza Superior, en Madrid.  Obtiene plaza mediante oposición en la Escuela normal de Maestras de Guadalajara en el año 1901.

Su matrimonio constituyó una desilusión para Carmen, su marido resultó ser un vividor que le era infiel y sus dos primeros hijos fallecieron prematuramente. Desde el año 1898, comienza a pasar cada vez más tiempo en el hogar paterno, estando alejada de su marido.

Tras la muerte de su segundo hijo, Arturo, en agosto del año 1901, que había nacido en el año1893, decide abandonar a su marido para comenzar una nueva vida sin él en Madrid, llevándose consigo a su única hija María, nacida en el año 1895. Inicialmente, se instaló con su tío el senador Agustín de Burgos y Cañizares, pero después de que este intentara propasarse abandona su casa.

Empieza a publicar en el periódico El Globo a partir de diciembre de 1901 su columna “Notas femeninas”.   En su columna de septiembre del año 1903 decía lo siguiente. “Soy partidaria de instruir a la mujer y proporcionarle medios para trabajar, como único modo de dignificarla, haciéndola independiente y capaz de atender por sí sola a sus necesidades”.

Analizaba en esta columna asuntos femeninos como “La mujer y el sufragio” o “La inspección de las fábricas obreras”.

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Augusto Suárez de Figueroa fundó en el año 1903 el Diario Universal y la contrató para llevar una columna diaria titulada “Lecturas para la mujer”, bajo el seudónimo de “Colombine”, sugerido por el propio editor. Era la primera vez en España que una mujer fue reconocida como periodista profesional.

Carmen de Burgos trataba en las columnas que escribía de modas y modales pero introducía ideas que ya se estaban popularizando en otros países europeos. Hizo campaña, para que se legalizara el divorcio, lo que hizo que en grupos eclesiásticos y conservadores le llamaran “la divorciadora”,  buscando desacreditarla. Al mismo tiempo, le valió la admiración de Giner de los Ríos y Blasco Ibáñez.

Consiguió una beca del Ministerio de Instrucción Pública  en el año 1905 para estudiar los sistemas de enseñanza de otros países, y viajó durante casi un año por Francia, Italia y Mónaco.   Fue admitida en la Asociación de la Prensa de Madrid en el año 1907.   

A finales del año 1906, volvió a su labor docente y periodística.  Lanzó una campaña en el Heraldo de Madrid a favor del sufragio femenino con una columna titulada “El voto de la mujer”. A su regreso de Francia, fundó una reunión semanal denominada “La tertulia modernista”, a la que acudían escritores, periodistas, músicos, artistas plásticos, poetas y artistas extranjeros de paso por Madrid.

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Conoció a Ramón Gómez de la Serna en esta tertulia, que entonces era todavía un desconocido estudiante de diecinueve años.   Ramón tenía veinte años menos que ella y se convierte en su admirador. Puntualmente, todos los días iba Ramón a visitarla a su casa a las cinco de la tarde, escribían juntos y luego paseaban por los cafés de la Puerta del Sol hasta medianoche.

Iniciaron una larga relación amorosa y literaria en los inicios del año 1909. Además, aquella tertulia que se mantuvo varios años, estuvo en el inicio de la Revista Crítica, de la que llegaron a salir seis números,y en la que colaboraron Eduardo Zamacois, Salvador Rueda, Enrique Díez Canedo, Juan Ramón Jiménez, Antonio de Hoyos y Vinent, Rafael Cansinos-Assens, Ramón Gómez de la Serna y Tomás Morales, entre otros.

Eran asiduos de la tertulia  también Eduardo Barriobero y José Francés.  Con la llegada al gobierno del conservador de Antonio Maura en el año 1907, el ministro de Instrucción Pública,  Rodríguez-San Pedro la destinó a Toledo para alejarla de Madrid, como señala su biógrafa Concepción Núñez. Sin embargo, Carmen seguía volviendo a su casa de Madrid todos los fines de semana para animar la tertulia literaria que había creado.

Se relacionó con Benito Pérez Galdós, Blasco Ibáñez, Cansinos Assens, Juan Ramón Jiménez, Tomás Morales, Alonso Quesada, Julio Romero de Torres, Sorolla, etc. Desarrolló además una estrecha amistad con la escritora portuguesa Ana de Castro Osório.

Su compañero Ramón Gómez de la Serna que vivió con Carmen varios años, nos describe algunos aspectos de la vida de ella:

“Carmen vino a Madrid a rehacer su vida, sin recursos, con su hija en brazos, como esas pobres de mantón con su hija palpitante bajo el mantón en una pieza de ellas y de la niña, de la niña que es un leve y elevado bulto que remata enaltecedoramente la estatura de la madre, y que parece como esa niña empotrada en la piedra, consubstancial y ahondado en ella de Nuestra Señora de la Almudena.

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Carmen con su sombrerito triste y con su hija siempre en brazos, hizo sus estudios de maestra superior, ganó sus oposiciones a Escuelas Normales entreverando todo eso con artículos en todos lados y hasta escribiendo fajas en casa de una modista que tenía un periódico de modas.    Carmen entonces era Carmen de Burgos y para dar variedad a su nombre empleaba los seudónimos ingenuos y románticos de “Raquel”, “Honorine”, “Marianela.   Apenada, nerviosa, fatigada, escribía para vivir, hasta que por fin fue la primera “redactora” de un periódico.   Por entonces Augusto Figueroa, el gran periodista, le dijo un día, a la salida de El Diario Universal: “Usted debe firmar como Colombine, y ella se llamó desde entonces Colombine”.

Tras el desastre en el Rif en el año 1909, Carmen de Burgos decide acercarse a las tropas españolas que luchaban alrededor de Melilla. Allí ejerció de corresponsal de guerra del diario El Heraldo de Málaga. Una vez de vuelta a Madrid, publicó el artículo ¡Guerra a la guerra!, en el que defendía a los pioneros de la objeción de conciencia.  

En sus artículos contenían una creciente crítica contra las guerras.   Decía:

“El mundo civilizado pone el fusil en la mano del hombre, le da orden de matar, y si el hombre arroja el arma y rehúsa ser homicida, se le trata como un delincuente……..   Todo hombre debe, ante todo, y cueste lo que cueste, negarse a tal servidumbre”.

“No anteponía la rebeldía de la mujer sobre el hombre, sino que pregonaba la igualdad de derechos humanos.   Es por eso que hizo una importante campaña por la objeción de conciencia”.

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Fue considerada como una de las precursoras del feminismo por su actitud vital, así como por sus ideas reformistas, que evolucionaron desde posturas más moderadas a posiciones más beligerantes en la defensa del divorcio, del sufragio universal, de la supresión de algunas leyes sexistas y del fomento de la libertad de la mujer a través de la educación y del asociacionismo.

Falleció su esposo Arturo en el año 1909 y quedó viuda.

Carmen y Ramón Gómez de la Serna no se casaron, pero compartieron su vida y su pasión por la literatura durante unos veinte años, residiendo en distintos países, pero regresando siempre a Madrid. Escribían en revistas y periódicos, apoyaban proyectos de jóvenes autores y viajaron a Portugal y a Italia, manteniendo Carmen siempre su interés por los temas sociales.

Carmen esperaba que su hija María siguiera sus pasos como escritora, aunque logró que le publicaran, prefirió dedicarse a la interpretación.   Su hija se casa con el también actor Guillermo Mancha en el año 1917, y finalmente se trasladan a vivir a América.

Tras el fracaso del matrimonio con Guillermo, su hija regresa con ella a Madrid en el año 1929, donde Carmen consigue para su hija, un papel menor de actriz en la obra de Gómez de la Serna “Los medios seres”, que fracasaría en taquilla.

El autor y su hija iniciaron un romance durante los ensayos, que duró menos de un mes y que terminó con una escapada a París de Gómez de la Serna. La longeva relación de Carmen y Gómez de la Serna se rompió irremediablemente, y si bien se distanciaron, esta no dejó de considerarle un amigo.

Con la proclamación de la Segunda República en el año1931, la nueva Constitución reconoció el matrimonio civil, el divorcio y el voto femenino, colmando así las aspiraciones de Carmen de Burgos. Se afilió al Partido Republicano Radical Socialista y fue nombrada presidente de la Cruzada de Mujeres Españolas y de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas.

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Carmen fue elegida vicepresidente primero de la Izquierda Republicana Anticlerical, y en noviembre de 1931 ingresó en la masonería donde fundó la logia Amor, de la que era gran maestre.

El 8 de octubre de 1932, mientras participaba en una mesa redonda sobre educación sexual en el Círculo Radical Socialista, Carmen de Burgos empezó a sentirse mal y fue trasladada a su domicilio donde le atendieron tres médicos, entre los cuales estaba su amigo Gregorio Marañón, pero sin éxito.

Carmen vivió muy poco tiempo el esplendor de la Segunda República Española.   Con la aprobación de la Constitución republicana del año 1931, vio reflejada alguna de sus aspiraciones: el matrimonio civil, el divorcio y el voto femenino.

En octubre de 1931 fallece, teniendo 64 años, como consecuencia de una enfermedad  cardiaca  mientras participaba en una mesa sobre la educación sexual. Fue enterrada en el cementerio civil de Madrid en presencia de los principales políticos e intelectuales de la época. Clara Campoamor, junto con varios intelectuales, pidió que se diera su nombre a una calle de Madrid.

El diario El Sol destacaba en su nota necrológica que en sus últimos momentos expresó su contento por morir republicana.

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Tras la Guerra Civil y la victoria del régimen franquista, su nombre fue incluido en la lista de autores prohibidos y sus libros desaparecieron de las bibliotecas y las librerías.

Mujer adelantada a su tiempo, escribió en abundancia sobre los temas más opuestos, desde la estética  femenina, hasta los de carácter republicano.   A pesar de su fecundidad literaria tuvo tiempo para mantener abierta su casa a todos los autores del momento, muchos de los cuales no dejaban de sorprenderse ante la figura de una escritora ama de casa.

De su larga trayectoria, debemos destacar que trabajó en los periódicos Diario Universal, El Globo, La Correspondencia de España, El Heraldo de Madrid y el ABC, diario éste del que fue la primera redactora.   Cubrió como corresponsal de guerra, la guerra de Marruecos y en concreto Melilla en el año 1909, siendo uno de las primera s mujeres corresponsales de guerra en la historia de España.   Además de los seudónimos ya mencionados anteriormente también uso “Perico de los Palotes” y “Gabriel Luna”.

Son destacables sus conferencias en el ámbito del movimiento feminista: “La misión social de la mujer” y “La mujer en España”. Entre sus novelas más populares puede citarse “Puñal de claveles”, basada en el suceso conocido como el crimen de Níjar, que  fue una de las inspiraciones con que contó Federico García Lorca para sus “Bodas de sangre”.

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Es una de las primeras defensoras del papel social y cultural de la mujer. Defendió asimismo la libertad y el goce de existir. Decididamente independiente, creyó en un mundo mejor y fue una temprana “feminista”, aunque ella odiaba ese término.

En “La mujer moderna y sus derechos” definía su postura como un feminismo conciliador al explicar “No es la lucha de sexos, ni la enemistad con el hombre sino que la mujer desea colaborar con él y trabajar a su lado”.

Carmen hace alegatos desde tiempos muy tempranos donde reivindica que “se puede impedir que las mujeres voten, pero no se puede impedir que piensen.   Se considera apta a la mujer para moderar el carácter de los hijos y para educar generaciones enteras, porque generalmente son las mujeres las encargadas de la primera infancia; y les negamos el derecho primordial para inculcar una educación y unos sentimientos de civismo”.

No fue muy bien considerada por un importante sector de los críticos y escritores contemporáneos, que en muchas ocasiones colocaron su labor y su obra relegada y reducida a la condición de “amante” de Ramón Gómez de la Serna.

Junto a toda su producción literaria, se dedicó también a la traducción de obras del francés, inglés e italiano.   Tradujo “Los Evangelios y l segunda generación cristiana” de Ernest Renan, “Loca razón de Estado” de Geza Mattachich, “Los misterios de la India” y “Los últimos filibusteros” de Emilio Salgari, “La Fisiología del placer” de Paolo Mantegazza, “Cuentos a Maxa” de Nordau, “La biblia de Amiens” de John Ruskin, “Una idea de parisiense por página” y “La decisión” de Rose Nicole, y también las obras de León Tolstoi.

A Carmen de Burgos los órganos censores le incautaron directamente su nombre. Cualquier letra, artículo, libro o cuento que llevara su firma fue reducido a cenizas y no quedó ni rastro de su lucha en las librerías o en las bibliotecas públicas. A diferencia de los que encabezan el artículo, los años no sirvieron de redención en este caso y el olvido continúa pesando sobre nuestra primera periodista, reportera de guerra e incansable defensora de los derechos de la mujer. 

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"Se veía que podía hacer mucho daño. Fíjate como fue, que hasta después de muerta Franco la persiguió. Manejaba una gran cantidad de códigos para llegar a las mujeres sin ser tachada de radical, y eso calaba más que cualquier otra cosa".   Así lo explica la presidenta del 150 aniversario del nacimiento de Carmen de Burgos.   Se decía que “Carmen era pólvora para Franco”.

Su lucha por los derechos humanos y fundamentalmente de la mujer nos explica y nos hace entender esta caza de brujas,  Sin embargo, a pesar de esta lucha reformista y progresista, pocos le atribuyen ese mérito hoy en día.     A lo largo de 1931, sí reconocía  la prensa esta labor de Carmen de Burgos, uniendo su nombre al de Clara Campoamor y Victoria Kent.

En una entrevista ya al final de su vida decía: "Sí. He hecho el periodismo vivo, activo, de batalla. He sido la primera mujer que se ha visto ante la mesa de la Redacción, que ha hecho reportajes, que ha organizado encuestas, que ha vivido y sentido. En fin, el periodismo de combate, ágil, nervioso y bohemio".

De Carmen de Burgos decían que “tenía una mirada abierta al mundo, estudiando el pasado y viajando; entrevistando a una reina o a un grupo de obreras, publicando en la prensa de habla hispana desde Nueva York a Buenos Aires; defendiendo los derechos de toda la humanidad; y luchando por la igualdad de hombres  y mujeres”.

Sirva este artículo como un reconocimiento a su labor y pensamiento por los derechos humanos, que el franquismo ha intentado que la olvidaramos, pero Carmen de Burgos está hoy más presente que nunca.   También sirva como recordatorio ahora, que vuelve el franquismo nostálgico para recordar el odio y la miseria humana que significó la Dictadura del general Franco.

Carmen de Burgos, una mirada abierta al mundo