viernes. 29.03.2024
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Alaska es un lugar frío. Un escenario que ni pintado para escenificar el clima actual de las relaciones chino-norteamericanas. La reunión de altos cargos diplomáticos/estratégicos entre ambos países en Anchorage rebasó con creces el guion anunciado: tensión y sustanciales desacuerdos. Eso de cara a las cámaras, a las respectivas audiencias, enrocadas ambas en una desconfianza mutua. De puertas adentro, en cambio, el tono fue distinto.

Por parte de Estados Unidos, manejaron el encuentro el Secretario de Estado, Anthony Blinken, y el Consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. La delegación china estaba encabezada por el responsable de asuntos exteriores del PCCH, Yang Jiechi, y por el ministro de exteriores, Wang Yi. Dualidad Partido-Estado, más burocrática que real. Pero útil a efectos de propaganda y postureo.

Blinken resaltó en su intervención introductoria de anfitrión las críticas a Pekín por las violaciones de derechos humanos en Xinjiang, la restricción de libertades en Hong-Kong y la hostilidad creciente hacia Taiwan y otros vecinos de China.

En su turno inicial de palabra, los chinos se repartieron estudiadamente los papeles. Yang asumió el rol de poli malo, de portavoz de las maneras fuertes para afirmar la férrea voluntad china de afirmar su hegemonía mundial. Aparentemente irritado por el zarandeo, el político Yang contragolpeó a tambor batiente durante 16 minutos (ocho veces más de lo estipulado). Reprochó a Estados Unidos su imperialismo, su cinismo en el discurso humanitario y su arrogancia por tratar de imponer su discurso moralista mientras cierra los ojos antes los abusos contra los afroamericanos y otras minorías norteamericanas.

En la Casa Blanca de 2021 prima la lógica cooperadora con límites bien definidos. Pero frente a la lógica dual de Yang y Wang, no está garantizada una estrategia eficaz

Con el ambiente sobrecargado, el diplomático Wang puso el énfasis en las áreas de cooperación entre las dos grandes potencias mundiales, sin dejar de reclamar a Washington una actitud más constructiva. En su rol de poli bueno, encarnó la otra cara del poderío chino: su compromiso con el bienestar mundial.

Molesto por el tono de Yang, Blinken pidió a los periodistas presentes que no se marcharan para que pudieran escuchar su réplica contundente. Le recordó lo que Biden dijo a Xi Jinping en su primera conversación como presidente: el discurso chino sobre el declive de EE.UU. es un gran error de cálculo. Y añadió un consejo que el en su día vicepresidente le ofreció al líder chino hace unos años: apostar contra Estados Unidos es una mala apuesta.

En esta pelea de gallos, el jerarca comunista chino quiso tener la última palabra y abundó en las reprimendas. Después de compartir públicamente estos entremeses fríos, ambas partes pasaron a los platos templados de la negociación y el compromiso, según cuentas varias fuentes que pudieron conocer el posterior desarrollo de la reunión (1).

UNA ESTRATEGIA PENDIENTE

Yang y Wang son las caras, abierta y oculta, del diálogo/confrontación con Pekín. Hay que acostumbrarse a ello, tanto para relativizar las disputas, como para templar los logros... cuando se produzcan. A pesar del relativo ruido mediático por el alboroto de Anchorage, la reunión respondió a lo esperado. Después de todo, Blinken había dicho días antes en Tokio (2) que en las relaciones con China hay áreas de confrontación, de competencia y de cooperación. La estrategia anclada en esa tríada conceptual llevará tiempo, semanas o quizás meses, según Kurt Campbell, el principal encargado de esta tarea en el CSN (3); mientras tanto, primarán las medidas más sonoras, de las que Alaska es reflejo ampliado y distorsionado.

Después de Anchorage, Estados Unidos anunció sanciones contra responsables chinos vinculados con la represión de los uigures (comunidad musulmana de Xinjiang). La UE hizo lo propio, menos de cien días después de cerrar un polémico acuerdo de inversiones con Pekín. Otro manifestación del caliente y el frío. (Entre paréntesis: con Rusia, Europa sigue la misma ruta de confrontación, pero sin un aparente carril lento para la cooperación, aunque Alemania libera el arcén para que transite el gas del Nord Stream-2. Intereses obligan).

China será el gran asunto de la era Biden, y de las venideras. Estrategas, políticos, diplomáticos, militares y académicos no paran de producir diagnósticos, análisis, dictámenes, pronósticos y recomendaciones, menos neutrales de lo que sus autores pretenden.

Desde el campo liberal se recomienda firmeza en los principios e inteligencia en la gestión. No debe valer todo para prevenir que las sanciones se conviertan en boomerangs contra los intereses propios. Hay cierto voluntarismo en esta posición: colaborar en lo que interesa y apretar en lo inaceptable.

El principal punto de esa agenda de cooperación es el cambio climático, aprovechando la buena disposición que Pekín está manifestando en los últimos tiempos (4). Otro área de prioridad es la tecnológica, donde el desafío chino en el 5G alarma sobremanera (5). Pero se olvida a veces que el contrario también juega, y tiene muchas cartas. No será fácil convencer a los chinos sobre una hoja de ruta para salvar el planeta, si se insiste en llamarles la atención sobre asuntos en los que, Yang dixit, Pekín no tolera lecciones (6).

Desde latitudes conservadoras sopla el mismo viento gélido que en Alaska: una visión de confrontación a cara de perro, bajo la óptica reaganiana de negociar sólo para favorecer la capitulación del adversario. Dos autores del muy derechista Instituto de la Empresa Americana lo han codificado con la fórmula trumpiana de suma cero (7).

Esta perspectiva de guerra fría se basa en las debilidades del adversario. A pesar de su poderío, China es un gigante con los pies más frágiles de lo que parece. El crecimiento económico se ha reducido a la mitad en la última década larga y la productividad ha descendido un 10%. La deuda, por el contrario, ha aumentado hasta alcanzar el 335% del PIB en 2020. Su gente  envejece, en parte debido a sus política antinatalista de una generación atrás, y se predice que un tercio de la población que celebrará el centenario de la China comunista en 2049 serán pensionistas. La sed de poder de China llevará a sus vecinos a protegerse más y mejor, con la ayuda de Washington, claro

Esta debilidad subyacente, empero, no hace a China menos peligrosa, sino mucho más, argumenta estos autores, e invocan el ejemplo de la Alemania de 1914. Para afrontar esta paradoja, se propone no intentar modificar el comportamiento de China sino degradar su poderío, limitando su capacidad tecnológica y protegiendo y reforzando a sus adversarios regionales (8). Una lógica de guerra fría, que elude un dato significativo: el presupuesto militar chino es cuatro veces inferior al del Pentágono.

En la Casa Blanca de 2021 prima la lógica cooperadora con límites bien definidos. Pero frente a la lógica dual de Yang y Wang, no está garantizada una estrategia eficaz. China es hoy un buen negocio para muchos aliados, una oportunidad tentadora en un ambiente incierto. Para armonizar perspectivas y políticas, Blinken se ha detenido en Bruselas para hablar con Borrell con vistas a reavivar el Foro chino, la esfera de cooperación aliada, como días antes había hecho con sus socios asiáticos, Japón y Corea.


NOTAS

(1) “The US and China get finally real with each other”. THOMAS WRIGHT. BROOKINGS, 22 de marzo.
(2) https://www.state.gov/secretary-antony-j-blinken-with-izumi-oguri-of-nippon-tv/
(3) “That was fast: Blowups with China and Russia in Biden’s first 60 days”. DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 20 de marzo.
(4) “Avoiding the climate canard in the US-China relations”. RYAN HASS. BROOKINGS, 4 de enero.
(5) “What the Cold War can teach Washington about China tech tensions”. BRENDAN THOMAS-NOONE. CENTER FOR STRATEGIC INTERNATIONAL STUDIES (CSIS), 12 de enero.
(6) “Chine assume des ‘grandes divergences’ avec les Etats-Unis. FRÉDÉRICK LEMAÎTRE (Pekin correspondant). LE MONDE, 12 de marzo.
(7) Dos artículos recientes de ZACK COOPER y HAL BRANDS en FOREIGN AFFAIRS resumen este punto de vista: “America only win when China’s regimen fails”(11 de marzo) y “U.S.-China rivalry is a battle over values” (16 de marzo).
(8) “Competition with china could be short and sharp”. MICHAEL BECKLEY y HAL BRANDS. FOREIGN AFFAIRS, 17 de diciembre.

Yang y Vang: la dualidad del pulso EEUU-China