viernes. 19.04.2024
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Con una base ideológica sustentada en el odio de clases, el racismo y la xenofobia, la propaganda de Vox de cara a las elecciones del próximo 4 de mayo trasciende las fronteras de España y se convierte en materia de análisis de la prensa internacional, referentes de la política, y más de 200 organizaciones que han repudiado una campaña electoral que atenta contra los derechos fundamentales de los niños.

Que el fascismo tiene en España una cara renovada ya no es novedad para una facción de la comunidad internacional que observa con estupor la impunidad con la que Santiago Abascal y los miembros de Vox enarbolan las banderas del odio, quizás con el fin de esconder la incapacidad innata de esa extrema derecha recalcitrante, carente de verdaderas propuestas políticas.  El ataque a los niños migrantes mediante la falaz idea de que éstos le cuestan al Estado más que sostener las pensiones, es la clara evidencia del desprecio que siente el partido liderado por Abascal hacia aquello que a España le significó años de consenso. La criminalización de niños migrantes es un ataque descarado a la democracia, un recurso bajo y miserable que sólo puede provenir de un personaje abyecto, aunque de inmejorables cualidades para los nostálgicos de la España franquista. 

La noticia que sacudió la campaña electoral por Madrid llegó a la prensa argentina de la mano de Página 12 y el canal C5N; medios que observan de reojo las intenciones de Vox de echar raíces a este lado del Atlántico. La visita del Secretario General de Vox, Javier Ortega Smith (hijo de una inmigrante argentina) a Buenos Aires, en octubre de 2019, constituyó una suerte de alarma para quienes están al corriente de la esencia neofascista del partido de Abascal. Ahora ambos medios reflejaron el escándalo provocado por la propaganda de Vox en la que aseguran que los menores migrantes reciben más ayudas que un pensionado. Pero también lo hicieron las organizaciones Unicef, Cáritas y Save The Children, que denunciaron la campaña xenófoba, racista y discriminatoria. “Entidades de infancia y defensores de los derechos humanos mostramos nuestra indignación y rechazo ante la criminalización de niños, niñas y adolescentes migrantes sin referentes familiares. La clase política debe velar por su protección. Basta ya de ataques”, comunicó Save The Children, mientras que la Fundación Raíces emitió un comunicado a través del cual sostiene que es intolerable instrumentalizar a la infancia con fines electoralistas, y más grave aún cuando se les criminaliza con bulos por el mero hecho de ser extranjeros y llegar a España solos”.

Mentir es la estrategia habitual de la derecha. Pero esta vez se ha sobrepasado un límite. Los niños migrantes no pueden ser objeto de los mercenarios de la política española. Por este motivo insisto en el calificativo: Abascal es un cobarde

El repudio a la campaña miserable de Vox es unánime y trasciende las fronteras, replicándose incluso en países de Latinoamérica a los que no hace tantos años atrás llegaban hambrientos los “menas” (Menores Extranjeros No Acompañados) españoles; algo que Vox seguramente prefiere no recordar.

Desde la irrupción de Vox en las instituciones el odio ha sido la única arma política con la que ha luchado. Sin embargo, y aunque parezca una contradicción, la cobardía es esta vez la herramienta del neofascismo español para conquistar votos. ¿Acaso existe una manera más cobarde de hacer política que metiéndose contra los más vulnerables? No, no existe. Al menos no en una democracia. Y precisamente es la democracia lo que a Abascal y a su grupo de cobardes les está quedando demasiado holgada.  

En diálogo con Nuevatribuna, Flavia Cartabia Groba, militante de Podemos en Buenos Aires, sostuvo que “La derecha tiene que basar su campaña en mentiras para apelar al voto de quienes claramente no les importa lo que sucede o no en la realidad. Lo que les importa es utilizar el odio como herramienta de justificación de las desigualdades sociales que históricamente las derechas han generado en España. La construcción de un enemigo imaginario, ya sean las mujeres, los rojos o, como en este caso los migrantes, forma parte de todo discurso fascista que necesita demonizar a todo actor social que se organice políticamente”.  Refutar la incongruencia de Vox no requiere de grandes destrezas. Que Abascal es un cobarde queda demostrado en el cartel que ya forma parte de la iconografía de la miserabilidad del neofascismo español. Aunque Flavia Cartabia Groba lo explica de esta manera: “Si los niños migrantes que llegan a España en soledad, sin sus familias, completamente vulnerables y sin un adulto que los acompañe, tuvieran la supuesta culpa del valor de las pensiones, entonces a la derecha no le cabría ninguna responsabilidad por haber trabajado siempre en pos de la desigualdad social. Ellos ejecutan las políticas de recortes y la culpa la tienen los niños más vulnerables de toda España, es absurdo”.

Mentir es la estrategia habitual de la derecha. Pero esta vez se ha sobrepasado un límite. Los niños migrantes no pueden ser objeto de los mercenarios de la política española. Por este motivo insisto en el calificativo: Abascal es un cobarde. La política es otra cosa.

Vox, el odio que trasciende fronteras