jueves. 25.04.2024
 

Los hoplitas son la primera versión de la ciudadanía armada en defensa de sus intereses. Los hoplitas conformaron batallones de guerreros amateurs que lucharon en diferentes batallas y escaramuzas sobre las que se construyó la civilización por la que todavía hoy suspiramos, la democrática Atenas. La democracia está en el origen de nuestra civilización, reconocible por el grado de participación ciudadana en la toma de decisiones, el culto a la verdad aun la abstrusa y compleja, así como la apuesta por el arte y la ciencia para facilitar el correcto discernir. Todo ello está relacionado con las huestes de hoplitas, los guerreros ciudadanos que fueron determinantes para el dar el paso de los reinos de la Grecia arcaica a las ciudades estados que aún hoy son el paradigma de la democracia.

La vida y sus roces, la pugna por la hegemonía en los siglos 8 y 9 ac en los territorios tracios y macedonios se dirimían con continuos combates entre tribus preclásicas en las que las aristocracias locales jugaban un papel estelar: eran los guerreros; de su ardor y disposición al combate obtenían la legitimidad para dominar la jerarquía política. Combatir, sobre todo si se tenía éxito, abría la puerta de la dominación de los pueblos conquistados y de paso de los propios, haciendo coincidir los intereses y el destino particular con el del pueblo al que se suponía representaban.

Un aristócrata de la época era una persona con tiempo y recursos para dedicar su vida a la guerra, principio y fin de sus desvelos. Un aristócrata debía estar en forma para el combate, pero sobre todo debía tener el equipo necesario, lo cual supone disponer de armas y sobre todo del caballo, el tanque de los siglos anteriores a Pericles. Los pobladores no tenían más papel en la guerra que el de resultar cautivos y esclavizados por las pérdidas que sus señores habían sido incapaces de defender. El preciudadano, marginado de la guerra lo era también del proceso de la detención y uso del poder. No disponer de armas y sitio en la batalla te dejaba exento de participación política.

El hoplita, el ciudadano capacitado para defender sus intereses es la base de la democracia. Lo fue en Grecia y lo fue en los arranques de la democracia norteamericana

Pero he aquí que la evolución de los metales y de algunas ideas revolucionarias en el terreno militar como el batallón sagrado de Epaminodas, formado por amantes fortalecidos por sus vinculaciones sentimentales y sus armas ligeras, convierten a las tropas de las ciudades más sureñas de la Ática en una fuerza arrolladora que bate a sus rivales uno tras otro. En Atenas, en Eleusis, Maraton y otras ciudades del Egeo, los nuevos combatientes, ciudadanos armados a bajo coste, son capaces de doblegar a fuerzas militarmente mejor equipadas. La infantería de base ciudadana abre la puerta al éxito militar y a los derechos derivados de la autonomía en la defensa de los intereses propios, los del ciudadano al margen del aristócrata y su bruñido caballo. La infantería hoplita, que sería emulada por las legiones de Roma, trae a la historia de la humanidad algo más que capacidad de combate, traen el derecho a participar en las decisiones que te afectan como persona, al margen de la autoridad que aristócratas o plutócratas hayan sido capaces de detentar.

Por ello, tras el logro militar (y de mayor calado) se sucede el logro civilizatorio, la creación de la asamblea para debatir y votar resoluciones, y la creación de instituciones abiertas para la participación en todo tipo de responsabilidad comunitaria. El hoplita, el ciudadano capacitado para defender sus intereses es la base de la democracia. Lo fue en Grecia y lo fue en los arranques de la democracia norteamericana en la Tocqueville admiraba la disposición a actuar en la arena publica con el voto en una mano y el fusil en la otra.

No comparto la mercadotecnia armamentística que domina los USA de hoy, estoy por el derecho a defender, con las armas en la mano si fuere necesario, la falta dolosa a los principios que inspiran la civilización, de la que la democracia, la participación en lo público y el derecho a vivir de manera digna es irrenunciable. Como lo es la obligación moral de enfrentarse a quienes pretenden despojarnos de los derechos consolidados o provocar injerencias de parte para alterar la concordia y tergiversar con mentiras el desarrollo honesto de nuestra vida común.

Mientras escribo estas notas escucho a Von der Leyen y a Borrell hablar en nombre de la UE para decir que van a bloquearse los activos rusos, particularmente los de los oligarcas que sostienen a Putin y para apostillar que si, que vamos a enviar armas para que los ciudadanos ucranios puedan defender sus derechos con nuestra participación.

Aumenta el riesgo que todos corremos, pero a mí solo me sale un ¡vivan los hoplitas ucranianos! 

¡Vivan los hoplitas ucranianos!