martes. 16.04.2024

No se equivocó Stephen King al afirmar que Donald Trump da más miedo que cualquiera de sus novelas. El escritor estadounidense nunca imaginó que la realidad pudiese superar a la ficción; sin embargo el personaje central de su novela “La Zona Muerta” (1979) es casi un calco del magnate reconvertido en político que desde Washington hace culto al odio racial, captando la atención de energúmenos tan siniestros como reales.

Desde la asunción de Trump a la presidencia de los Estados Unidos los crímenes de odio se han multiplicado, coincidiendo con el discurso xenófobo que baja desde la Casa Blanca. En lo que va de 2019 se han contabilizado 251 ataques a la población civil, causando más de tres heridos o muertos en cada uno de ellos. El impulso de estos ataques masivos ha sido siempre el odio racial, el desprecio hacia el inmigrante y el excluido. El último y más dramático de estos hechos ocurrió el pasado sábado en la ciudad fronteriza de El Paso, donde ocho de cada diez habitantes son de origen hispano. El autor del tiroteo en el que fallecieron veinte personas enarbola las mismas ideas supremacistas, racistas y de odio apoyadas por Donald Trump.

En más de una ocasión Donald Trump se refirió a los inmigrantes como violadores, asesinos, narcotraficantes y animales. La base de los ataques que están teniendo lugar en los Estados Unidos es el discurso racial del que hace gala el presidente norteamericano

En mayo, el presidente de Estados Unidos había manifestado su decisión de frenar la “invasión” de inmigrantes. Patrick Wood Crusius, el tirador de El Paso, utilizó la misma expresión en un foro de supremacistas blancos. Su intención, según aseguró en un manifiesto plagado de odio hacia los inmigrantes, los negros y los musulmanes, era la de “evitar la invasión de ilegales a Estados Unidos”, ya que, según su visión, la ola migratoria ponía en peligro a la nación.

En más de una ocasión Donald Trump se refirió a los inmigrantes como violadores, asesinos, narcotraficantes y animales. La base de los ataques que están teniendo lugar en los Estados Unidos es el discurso racial del que hace gala el presidente norteamericano. “Este ataque es una respuesta a la invasión de hispanos en Texas. Ellos son los instigadores, yo no. Simplemente estoy defendiendo mi país del reemplazo cultural y étnico provocado por una invasión”, escribió Patrick Wood Crusius, repitiendo la llamada “teoría del gran reemplazo”, difundida entre los supremacistas blancos.



En el último mes se ha reportado la muerte de por lo menos diez inmigrantes en la frontera de Arizona, Nuevo México y Texas, entre ellos la de una mujer y tres niños, cuyos cuerpos fueron hallados en la línea limítrofe de Nuevo México, así como también de una niña de siete años proveniente de la India que murió en Arizona. Detrás de estas muertes están las organizaciones supremacistas encabezadas por un renovado Ku Klux Klan que a través de las redes sociales convoca a “pelear” contra la invasión anunciada por Trump. Los medios de comunicación hacen su parte ocultando la gravedad de estos hechos, y en los distritos del sur estadounidense la policía coopera silenciosamente para que los asesinatos de migrantes no se esclarezcan.

Los asesinatos sistemáticos de afroamericanos a manos de policías blancos, que provocaron revueltas en varias ciudades y la conformación de Black Lives Matter, fue una muestra, durante el último mandato de Obama, de que el racismo institucional en Estados Unidos es cuestión de Estado y que no ha disminuido, sino que se haincrementado con la llegada de Trump a la Casa Blanca.

La realidad ha superado ampliamente a la ficción. La preocupación de Stephen King residía en que "que alguien como Greg Stillson –protagonista de “La Zona Muerta”- pudiera ser elegido y ascender, convertirse en presidente de Estados Unidos y provocar un desastre. Y lo cierto es que el discurso de odio que caracteriza la dialéctica de Trump, ya está provocándolo.

Trump y el terrorismo semántico