viernes. 29.03.2024
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Olaf Scholz

El pasado 8 de febrero, el periodista estadounidense Seymur Hersh publicó en la plataforma electrónica independiente Substack, un artículo titulado como HowAmericaTookOutThe Nord Stream Pipeline (Como Estados Unidos eliminó el oleoducto Nord Stream), que en pocos días ha sido traducido y publicado por diferentes medios españoles, entre ellos la propia Nueva Tribuna.

En él, y con información de fuentes ocultas de la propia Administración Biden, narra cómo, desde incluso antes de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, la Administración estadounidense del presidente Biden se estaba planteando --si la invasión se producía--si la respuesta debería ser solamente sancionadora (económica y políticamente) o debería incluir “acciones irreversibles” (irreversible, thatis, kineticactions), entre las que se encontraba la destrucción de los oleoductos Nord Stream, suministradores de gas ruso a precios razonables a Alemania y, de aquí, a otros países europeos, gestionados por la compañía gasística rusa Gazprom (51%) y cuatro compañías energéticas más europeas (dos alemanas, una francesa y una neerlandesa).

Quousquetandemabutere, Catilina, patientianostra? (¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? Cicerón, año 63 a.C./691 ad urbe condita)

Pero la posible operación de neutralizar estos oleoductos Nord Stream destruyéndolos en algún punto de su recorrido bajo el mar Báltico se presentó siempre como dudosa, no sólo por su dificultad operativa, sino también por la necesidad de llevarla a cabo de forma encubierta, por sus posibles repercusiones internacionales, en unas aguas de gran profundidad, gran densidad de tráfico naval y fuertemente patrullado por la Armada rusa.

A pesar de ello, el 7 de febrero de 2022 (tres semanas antes de la invasión rusa de Ucrania), el presidente Biden, en rueda de prensa y tras reunirse con el canciller alemán Scholz, declaró públicamente: “Si Rusia invade .., no habrá más Nord Stream”, y, al ser preguntado por una periodista “cómo van a poder hacerlo”, contestó con un escueto “lo haremos”.

Pero la operación presentaba dos importantes obstáculos. Las dificultades propias de llevar a cabo una operación encubierta a tanta distancia y en un mar cerrado de aguas profundas y la necesidad legal de autorización del Congreso y de la Cámara de Representantes para las acciones encubiertas.

La primera se fue salvando con la complicidad de Dinamarca, Noruega y Suecia. Dinamarca ofreció llevarlo a cabo en las aguas poco profundas cercanas a su isla de Bornholm, al que los efectivos llegarían de incognito en un cazaminas noruego, aprovechando el desarrollo en el Báltico, en junio de 2022, de las maniobras navales de la OTAN, BALTOP 22. Suecia pondría a disposición de la operación, sus sistemas de sensores magnéticos y sonares submarinos para la vigilancia y seguimiento de los submarinos rusos en el área.

La segunda, la preceptiva autorización legislativa para acciones encubiertas, se eludió utilizando a buzos de aguas profundas del Centro de Buceo de la Armada Ciudad de Panamá, que, al no pertenecer a una unidad del Mando de Operaciones Especiales de Estados Unidos, no están sujetos a la preceptiva autorización legislativa para operaciones encubiertas. Buzos estadounidenses que, en consecuencia, a bordo de un navío noruego se aproximan a una isla danesa, protegidos por la estrecha vigilancia electrónica sueca, bucean con equipos de inmersión de una mezcla de oxígeno, nitrógeno y helio a 80 metros de profundidad y sitúan sobre los cuatro ramales del Nord Stream las correspondientes cargas explosivas de C4 blindadas con hormigón, que tres meses más tarde (26 de septiembre de 2022), por detonación a distancia de una boya sonar lanzada desde el aire, los inutilizan.

No ha habido, por lo menos hasta ahora que yo sepa, desmentido oficial de esta versión de los sabotajes de los Nord Stream del 26 de septiembre de 2022, pero sí numerosos comentarios despectivos con la finalidad de hacer no creíble al autor (conspiranoico, especialista en bulos y fakenews, etc.) y, en consecuencia, al reportaje. Pero su trayectoria profesional de muchos años no es lo que avala. Es conocido y ha sido premiado por investigar y sacar a la luz, entre otras, la masacre de MyLai (Vietnam, 1979), por la que recibió el premio Pulitzer; las actividades secretas de la CIA en Camboya; los entresijos del proceso de adquisición de armas nucleares de Israel; las torturas estadounidenses en Abu Ghraib (Irak, 2004); o la detección de Ben Laden por los servicios paquistaníes antes de su asesinato en 2006. De modo que creo que autorizadamente se puede razonar sobre la base de la certeza y verosimilitud de estas informaciones.   

Y, en función de ello, me pregunto: ¿Qué tiene que decir Alemania sobre esto? ¿Qué tiene que decir como copropietaria de Nord Stream AG? ¿Lo conocían las autoridades alemanas? ¿Lo han aceptado? ¿Qué tiene que decir la población alemana, que es la que está soportando (y no es la única) las consecuencias, no ya de que no esté entrando gas a precios razonables en Alemania, sino que de que ya no podrá entrar en mucho tiempo ni siquiera cuando la guerra en Ucrania acabe (si acaba y cuando acabe)?¿En qué lugar queda un país que se queda sin inmutarse cuando sus aliados inutilizan subrepticiamente instalaciones de su propiedad de alta importancia económica?

¿Qué tienen que decir las autoridades noruegas, danesas y suecas? ¿Cómo se justifica contribuir a la inutilización por sabotaje de instalaciones de un país aliado y socio (en la Unión Europea)?

¿Qué tienen que decir Francia y Países Bajos, también copropietarios de Nord Stream AG?

¿Qué tenemos que decir los europeos? ¿Tenemos que seguir admitiendo el “Todo por la OTAN”? ¿Cuándo los europeos vamos a encabezar el camino de la paz en ese “espacio de paz”, que decimos (y del que alardeamos) que es Europa?

Quousquetandemabutere, Catilina, patientianostra? (¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? Cicerón, año 63 a.C./691 ad urbe condita)

           

¿No tiene Alemania nada que decir?