viernes. 29.03.2024

Tras incrementos desmesurados en las cuotas y una notoria disminución del poder adquisitivo de la población, el mercado de las medicinas prepagas viene cediendo territorio desde el año 2019. Estos datos suministrados por la Red Argentina de Salud emergen de reiterados estudios llevados adelante por encuestadoras privadas y organizaciones no gubernamentales.

Según este informe se puede reflejar que en el lapso que fue desde mayo del año 2018 a mayo del 2019 se han producido bajas que alcanzaron a casi 200 mil usuarios, dato que transpola un incremento aún más pronunciado en lo que restó desde entonces debido a que el dólar llegó a dispararse y la caída del empleo se acentuó. La crisis y la recesión que impera ha suscitado que las personas dejen de costear las obras sociales prepagas y opten por priorizar los gastos de la economía familiar; tal decisión acarrea que muchas de estas personas se inserten día a día en el sistema de Salud Pública. Este viraje produce un colapso en la atención sanitaria.

Lamentablemente estos nuevos planes van acompañados de menores prestaciones, ergo, los clientes del nuevo mercado (pacientes según el modelo de medicina tradicional) van seleccionando en base a su bolsillo cuales prestaciones son las que van a utilizar, y, por ende, en cuales estarán cubiertos y en cuales permanecerán a la intemperie del sistema. Actualmente la ley 26,682 y sus reglamentaciones establecen que las coberturas de las empresas prepagas deben cubrir como mínimo las prestaciones vigentes del Programa Médico Obligatorio (PMO), teniendo como únicas excepciones los planes parciales de servicios odontológicos y aquellos servicios de emergencias médicas y traslados.

Estas aerolíneas sanitarias, así vistas, están mercantilizando la vida de las personas y haciendo cautivos a sus pasajeros de un sistema atroz que parece no tener límites. Ahora bien, tomando como referencia los conceptos sanitarios que emanan los entes internacionales, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), parlamentando en diferentes manifiestos que afirman en ambos casos la necesidad imperiosa de un derecho a la salud universal que incluya un acceso oportuno, aceptable y asequible a servicios de atención de salud de calidad suficiente.

En el campo de lo pragmático estos estandartes están muy lejos de ser una realidad tangible para los gobiernos y mucho más aún para sus sociedades, sociedades que se ven inmersas en una desigualdad atravesada por una brecha que se va extendiendo cada vez más. Los gobiernos y sus mandatarios cuelgan sobre sus lomos con una gran carga a la hora de implementar planes contralores debido a su proximidad con el ámbito privado, una amplitud de disparidad generada por intereses que poco tienen que ver con la salud. Jueces y partes de una pared que se desmorona y que lleva a sus habitantes a una selección de verticalidad y horizontalidad en salubridad, una inclusión y una exclusión para con un sistema que los ve solamente como números sin rostros.

¿Qué es ser meramente un número para una sociedad cada vez más capitalista? Milenios atrás la historia era otra, el remontarse al Paleolítico Medio nos ayuda a entender los comienzos de una incipiente seguridad social, aunque parezca descabellado esto trae aparejado una política de salud que tenían aquellos primeros homínidos para con sus pares, estamos hablando de 100.000 a 35.000 a.C, en aquella época garantizaban la supervivencia a los individuos que habían contribuido con la comunidad, a pesar de que padecieran graves impedimentos.

Parece ser que el avance de la razón guardó en el fondo del océano los pocos indicios de humanidad que nos quedaban; la diferencia abismal entre ambos momentos no hace más que situarnos del lado de la balanza que siempre sube. No importaba la edad en aquel entonces, sin embargo, muchos años luego podemos encontrarnos que, al pasar determinadas edades, particularmente mayores de 65 años, los planes de salud prepaga se modifican y las cuotas pueden elevarse casi a la mitad de su valor.

Se generan así micro coberturas a gusto del consumidor, un decreto habilitó a estas medicinas a ofrecer alternativas con cuotas más bajas y con menos prestaciones, estas políticas obligan al individuo paciente a pagar extra la atención básica. Estas entidades que mueven alrededor de $120 mil millones por año intentan con estos nuevos planes achicar costos, así como hacen las aerolíneas que ofrecen pasajes baratos dejando fuera los servicios básicos como comer a bordo, realizar el check in en el aeropuerto y otros menesteres.

Cabe utilizar un viaje en el tiempo para darnos cuenta la magnitud de este proceso de desigualdad, tratando de hilvanar aún más el ovillo nos sumergimos en la Edad Media, una edad realmente oscura para la humanidad en toda índole, ante el avance de la peste negra que asoló Europa durante el siglo XIV, época en que la huida se había convertido en el remedio de los ricos. La premisa entonces era huir pronto, lo más lejos posible hasta que todo pase. Por 400 años esta epidemia apareció y desapareció matando a millones de personas. La falta de equidad en la distribución de las riquezas tenía sus frutos rancios desde que el hombre es hombre, desde que la historia se comenzó a escribir a sí misma con la sangre de aquellos que menos tienen. Hoy las Medicinas Prepagas, empresas elitistas dirigidas por aquellos individuos que más tienen, socavan el mercado con políticas de restricciones sobre aquellos individuos carentes. A medida que el hombre como criatura fue evolucionando y adaptándose a su nuevo hábitat, fue también deshumanizándose hasta el punto mismo de abstraerse de su entorno, sobre todo de aquellos que lo conforman, una auténtica Teoría de la Involución.

Salud low cost