jueves. 25.04.2024
franco

Noviembre determinará quien será el presidente del Gobierno español en la XIV legislatura. Desde que la crisis del régimen bipartito estallara en 2011, y tres años después con la instauración del pluripartidismo, predomina la nebulosa con amagos constantes de tormenta. Haber exhumado una momia, en principio no nos librará de ella, ni cerrará debates, ni por supuesto heridas. Alivió unas horas algunas víctimas, sirvió de bálsamo fallido para olvidar unos instantes la verdadera amenaza del régimen del 78: la crisis catalana.

Toda España pudo ver la exhumación del dictador. Autobuses repletos de periodistas partiendo desde la Moncloa, dos helicópteros por si uno fallaba, transmisión directa del vuelo de uno de ellos con el féretro del dictador dentro, y el papel de la ministra de Justicia, Dolores Delgado como notaria mayor del Reino otorgando carácter oficial a un acto puramente administrativo.

El servicio público no pasa por televisar en directo el grito de “Viva Franco” ni por ser cómplice de la vulneración de la Ley de la Memoria Histórica

No faltaron en el espectáculo los hombres de las fuerzas aéreas cuadrándose ante los nietos del dictador, la ofrenda floral con un crespón y los colores oficiales de la bandera. Todo en directo y con la misma señal para las televisiones que quisieran difundir el acontecimiento. Duele especialmente la transmisión de TVE, canal público sufragado por todos los españoles, también por las víctimas del dictador. Mancilladas una y otra vez desde 1936. El servicio público no pasa por televisar en directo el grito de “Viva Franco”, ni por ser cómplice de la vulneración de la Ley de la Memoria Histórica

No se puede negar que un hecho de tal importancia marca la actualidad. No todos los días se exhuma a un dictador que causó décadas de dolor y sumió el país entero en uno de sus periodos más oscuros pero… ¿Era necesaria tanta parafernalia? ¿Acaso no resultaba una oportunidad histórica para otorgar el papel central a las víctimas del franquismo en lugar de al hecho en sí, obligándoles a escuchar “viva Franco” en la televisión de todos? ¿No constituía una ocasión irrepetible para introducir en la agenda política e institucional la enorme influencia del franquismo en la política española? ¿Era necesario llevarlo a cabo en un contexto electoral marcado por la sentencia del procès? ¿Por qué la exhumación de Franco la ha capitalizado solo el PSOE? ¿Por qué enterrado el dictador no se profundiza en el deber democrático de exhumar el franquismo?

Los vitoreos al féretro de Franco y los abucheos a Dolores Delgado en la exhumación demuestran que el franquismo goza de buena salud y condiciona la vida política de este país

Resulta difícil gestionar la contradicción que causa el visionado de este hecho histórico, que los medios privados narraron de forma sensacionalista y morbosa. Y que al igual que los canales públicos, lanzan entre líneas varias de las trampas.

Es triste ver como la democracia española sigue absolutamente condicionada por un dictador que ha muerto hace ya más de cuatro décadas. Los vitoreos al féretro de Franco y los abucheos a Dolores Delgado -quien nunca debió estar presente- en la exhumación demuestran que el franquismo goza de buena salud y condiciona la vida política de este país. La exhumación del dictador se convirtió en una excepcionalidad en vez de un acto de higiene democrática. Quizás hubiera sido más prudente llevarla a cabo con un gobierno más fuerte y no con uno en funciones, o en un momento donde los ánimos estuvieran más relajados y no justo cuando la mismísima idea de España implantada en la Transición se halla duramente cuestionada. Sin duda hay una clara intención instrumental en la forma y en el fondo de la exhumación del dictador que falta  de respeto a las víctimas de manera irresponsable.

Se hurtó al pueblo español del debate sobre la calidad de su democracia y las necesarias reformas que este país debe afrontar llegando al estado de ‘excepción de opinión’. Había un solo punto de vista instalado en todos los grandes medios: la actuación del Gobierno resultaba sobresaliente rozando el heroísmo. Solo dudaban de los procederes y del hecho en sí, antidemocráticos y amargados.

El PSOE nunca ha tenido entre sus prioridades a las víctimas del franquismo. Algo incongruente si se considera que los dirigentes socialistas fueron represaliados y enterrados en cunetas. Pero si algo nos ha enseñado el Régimen del 78 es que la dirigencia del PSOE es una cosa, y sus militantes, simpatizantes, y votantes otra bien diferente. Sino... ¿por qué un partido más que centenario no ha desenterrado de las cunetas ni a sus propios militantes que dieron la vida por los ideales de Pablo Iglesias?

Felipe González se encargó de consolidar al PSOE como principal partido del régimen postfranquista español, tierra en la que torturadores y torturados comparten calles, y el franquismo se trata como una leve irreverencia o anécdota.

Por eso se relativiza el funeral de Estado que recibió Franco. Por más que algunos juristas y comunicadores quieran diferenciar el entierro del padrino político de Juan Carlos de Borbón y Borbón con la exhumación para plasmar un avance democrático en el tiempo, que no es de la magnitud que apuntan.

Si la ley es tan férrea para obligar Dolores Delgado a permitir rendir honores de Estado a Francisco Franco, y no aplicar la Ley de Memoria de Zapatero a unos individuos que jalean a un genocida, tal vez es que algo falla. De la derecha española, con el voto del franquismo sociológico como botín y los nexos con la dictadura, poco se puede esperar. En otra democracia que no hubiera pasado por el pacto por quienes convirtieron a España en una cárcel: los partidos de la derecha habrían mostrado el mismo rechazo hacia quienes gritaron en la exhumación del dictador, “Viva Franco” que hacia aquellos otros que organizan homenajes a etarras cuando salen de las cárceles.

No resultaba necesario llevar a cabo la exhumación en periodo electoral si lo que interesa es la Memoria Histórica. Más con el problema territorial  con Cataluña enquistado y con un partido franquista acechando  a menos que las intenciones reales sean beneficiar al PSOE y Vox.

Aun así, Pedro Sánchez en campaña promete reformar la Ley de la Memoria Histórica. Palabras con la misma credibilidad que la anulación de la reforma laboral que anunció durante los comicios anteriores y de la que se olvidó en sus investiduras pasadas. Cerrar la herida que causó Francisco Franco y por la que todavía sangra España, pondría cuestión al régimen y la oligarquía que se enriqueció en el franquismo y la transición. Y el PSOE como colaborador necesario para que todo cambie sin que nada cambie, no va a mudar la piel gatopardiana que luce desde 1982.

El Régimen del 78 ha entrado en barrena y con él su hijos naturales y adoptados. El sistema político español ha conservado desde hace más de cuarenta años elementos fundamentales del franquismo, uno de ellos es la visión de la nación española y la sacralización de los elementos constitutivos de la misma. PSOE y PP hasta el momento habían sabido gestionar los ataques que ponían en riesgo la estabilidad del sistema, el ejemplo paradigmático fue ETA; otro no menos importante fue la crisis de la monarquía que se resolvió con la abdicación de Juan Carlos I y la coronación de su hijo. Pero desde hace unos años el Régimen del 78 recibe ataques que van directos a la línea de flotación del mismo por el cuestionamiento del concepto de la nación que supone un vía crucis  para PP Y PSOE.

El traslado de Franco a un panteón, todo a coste de la empobrecida población española solo sirvió para que por un día no se hablara sobre Cataluña. Pedro Sánchez se ve tan superado como Mariano Rajoy en su momento, aunque todos los poderes acudan permanentemente al rescate del presidente en funciones, disfrazados de derecha e izquierda según toque.

El silencio sepulcral del PP en la exhumación de Franco otorgó el protagonismo absoluto a Pedro Sánchez en un asunto donde la lógica nos dice que el PP tenía mucho que decir. No nos engañemos, se trata de un baile perfectamente coreografiado, el régimen emanado de la Transición necesita a sus dos hijos -defensores- fuertes. El PP de Casado sabe perfectamente que la idea uninacional de España es una batalla perdida frente a los de Abascal y encuentra en el silencio la mejor estrategia. Por su parte el PSOE necesita proteger su flanco izquierdo. Unidas Podemos y otras formaciones tienen una idea de España, que puede resultar más o menos atractiva, pero sin duda factible vista la incapacidad del bipartidismo para gestionar el asunto catalán más allá del fetichismo leguleyo.

Pedro Sanchez no preveía que las manifestaciones se convirtiesen en un problema de orden público. Pronosticó una desobediencia institucional que facilitaría la construcción de un relato constitucionalista durante la campaña y que a su vez pondría en serios apuros a sus adversarios políticos. Terminó Pedro Sanchez intentando a la desesperada la exhumación de la momia por temor a que le adelantaran por la izquierda.

Cuando uno sigue atentamente los acontecimientos, no nos referimos únicamente a la exhumación del dictador sino el quehacer político español en su totalidad. En seguida se desvela ante nosotros el hecho fundamental al cual se subordina todo lo demás. El sistema político surgido de la Transición vive una grave crisis y la existencia de una operación de rescate para la cual se han movilizado todos los medios necesarios.

PSOE y PP saben perfectamente que de resolverse la crisis de Cataluña sin ellos su propia hegemonía corre peligro e incluso su existencia. El otro gran coco que quitará el sueño a Sánchez  es el ajuste que vendrá a la vuelta de las elecciones, y que solo sacará adelante  con el apoyo de quienes guardaron silencio y pusieron el grito en el cielo por el abandono de Franco de Cuelgamuros. El soterrado blanqueo del dictador para legitimar el régimen del 78 va con el pack que deja en papel mojado el artículo 128 de la Constitución, y mantiene como mandamientos los artículos 8, 33, 116, 135 y 155.

La nueva Transición con Franco en El Pardo está en marcha. Y una vez más, solo un gobierno con el puño y rosa como logo y con los cuadros de Felipe VI en los despachos oficiales puede ser garante de la asfixiante y falsa estabilidad. Al menos de momento, y sin poner fin a las incertidumbres.

Yamani Eddoghmi y J.L. Torremocha 

Los hijos del régimen ante la exhumación