jueves. 25.04.2024
protestas eeuu

Estados Unidos no ha impulsado un debate profundo en torno a los prejuicios racistas arraigados en su ADN. En cierto modo el asesinato de George Floyd es el resultado de un odio creciente desde el fin de la ley de esclavitud y segregación, tiempos en los que un ciudadano negro valía, según la ley: “tres quintas partes de un hombre”.

Nada ha podido detener la sucesión de crímenes raciales cometidos por la policía. Y esta vez son las llamas las que se extienden por más de quince ciudades, casi como cumpliendo la profecía de James Baldwin, escritor y activista por los derechos humanos que desde los suburbios neoyorkinos logró comprender el origen de este odio para plasmarlo en dos ensayos imperecederos titulados “La próxima vez es el fuego”.

Históricamente Estados Unidos entrelazó política con prejuicio y transformó en sentido común –con la inmensa colaboración de los medios de comunicación- el desprecio hacia el hombre negro. Los afroamericanos viven con miedo a parecer “sospechosos”. Y desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca este temor se ha incrementado por la extensa lista de supremacistas blancos que siguen en twitter al presidente y reproducen su irracionalidad a través de sus propias redes sociales.

En EEUU, los hombres negros tienen casi tres veces más probabilidades de ser asesinados por la fuerza policial

Los afroamericanos no ignoran que en casi todos los estados existen policías que pertenecen a grupos supremacistas. En marzo de 2019, Ted Wheeler, alcalde de la Portland (Oregón), solicitó que se investigara cientos de mensajes de texto intercambiados entre un alto cargo de la policía de la ciudad con Joey Gibson, líder del grupo de extrema derecha Patriot Prayer, y organizador de acciones violentas contra el movimiento Black Lives Matter. Pero las evidencias de que existen supremacistas blancos en la policía, denunciadas también por organismos de Derechos Humanos, siempre fueron desestimadas. En diciembre de 2018 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicó un informe titulado “Violencia policial contra afrodescendientes en Estados Unidos”. En el documento se hace un recuento histórico de los excesos de la policía, que incluye crímenes que quedaron impunes. “EE. UU. registra altos niveles de violencia policial. Los informes indican que la policía asesina aproximadamente a 1.000 personas y hiere más de 50.000 cada año en promedio. En 2017 al menos 987 personas fueron asesinadas a balazos por agentes policiales, incluidos más de 300 que huían de los oficiales cuando les dispararon. Los hombres negros tienen casi tres veces más probabilidades de ser asesinados por la fuerza policial. Y esto es algo con lo que deben lidiar cada día.

Para Jamilah Lemieux, crítico cultural y escritor, los prejuicios raciales han llegado a estos extremos porque "Todos los estadounidenses que no son negros se han alimentado de una dieta diaria de propaganda procedente de los padres, las escuelas, la iglesia y los medios de comunicación. Les han dicho que las personas de color, y muy especialmente los negros y los latinos, no son personas de fiar. Les han inculcado que somos criminales, violentos, depredadores. Y creen que nos tienen que vigilar".

Para que esta creencia se haya naturalizado ha sido necesario que confesos racistas impongan su presencia en el escenario político, porque el discurso xenófobo y racista también es una herramienta electoral cuyo resultado es la normalización del odio hacia el negro, el pobre, el inmigrante; hacia todo aquello “no representativo de lo americano”.

“El sospechoso siempre es un hombre negro”, escribe Michael Moore en su libro “Estúpido hombre blanco”. El sospechoso esta vez fue George Floyd, cuyo asesinato ha provocado el fuego de esta próxima vez.    


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La próxima vez, el fuego