jueves. 25.04.2024
inca

El hambre y la falta de trabajo se han convertido en estos meses de covid-19 en la espada de Damocles, una cimitarra que se cierne sobre miles y miles de peruanos que han emprendido el éxodo hacia sus cunas, casi 180.000 personas buscan retornar a sus hogares escapando de la desesperación y el asolamiento.

Un pueblo que ha sabido posicionarse con el paso de los milenios y que ostenta un gran manto de dilemas y sorpresas para con sus civilizaciones primitivas parece no encontrar suelo firme donde descansar. Debajo de la lluvia y enfilados cual refugiados europeos, mujeres, niños y ancianos se encolumnan corriendo de la peste, buscando comida y llevando debajo de sus brazos unos cartones que por la noche servirán de colchón y de abrigo. La carretera central, a la altura de Huaycan, al este de la gran capital, lleva sobre sus lomos la incertidumbre de no ver llegar a los autobuses de la libertad. A estas almas en pena les espera cientos de kilómetros por delante, ya la ciudad perdió su encanto para ellos, olvidados, excluidos de un sistema que les da la espalda emprenden un camino sin retorno.

Perú es el tercer país de Latinoamérica después de Brasil y Argentina en la cosecha de contagios y de decesos por coronavirus, al día de hoy cuenta con 41.422 casos activos, con 34.671 muertes y 835.694 recuperados. Estos números giraron el picaporte en un tránsito obligatorio hacia alguna parte, cuando no hay comida, cuando no hay salud, cuando el trabajo parece escaparse de entre los dedos como la arena del desierto, solo hay una opción para sobrevivir, solo resta caminar. Un extraño óleo se apodera de las calles limeñas, viajar en grupo es el salvoconducto para quienes corren los peligros de esta travesía. Inicialmente la policía intenta contener un éxodo que se desborda con cada amanecer, los caminantes se han convertido en una marea que toma un cauce peligroso y que lleva tras de sí, códigos de guerra implícitos. El cemento y la selva se pierden, en tanto, un grupo de migrantes esperan los hisopados para poder empadronarse y así ser aceptados para el traslado. Desde el gobierno anuncian que no se pueden permitir las salidas desordenadas, diagraman una especie de caos controlado. La crisis del sistema sanitario ha ocasionado un flujo de gente, un movimiento migratorio que cambia el rostro del país y sienta un precedente de desplazamientos que puede hacer eco en otras ciudades del continente. El campo, aquel lugar de estancamiento de los cual miles escapaban hace décadas atrás, hoy se convierte en el lugar seguro.

La red de caminos de las civilizaciones originarias fueron obras de ingeniería que buscaban la sustentabilidad de Machu Picchu, una ciudad construida sobre complejos sistemas de canales, drenajes e irrigación subterránea. Han pasado varias centurias desde aquel entonces, el miedo a las lluvias que arruinaría las cosechas ha mutado, hoy las aguas del covid rediseñaron el paisaje, existe un nuevo camino del Inca, una sumatoria de escalones y nuevos sacrificios en el Imperio más grande del hemisferio occidental. 

El nuevo camino del Inca