martes. 19.03.2024
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Pocos materiales son tan sugerentes en imágenes y sensaciones como lo es el hierro en África. Sobre este metal se edifican multitudes de identidades y cosmovisiones que todavía son perceptibles en muchas regiones. Sobre él se han construido grandes y poderosos relatos.

Como bien lo divulga la exposición “Golpear el hierro: el arte de los herreros africanos”  en el Museo de Quai Branly, en París, el control de las técnicas de hierro ha transformado profundamente el África negra, y esa transformación se ha extendido notablemente en el tiempo.

Numerosas sociedades africanas usaron las formidables innovaciones de los metalurgistas para explicar los orígenes del mundo, y por lo tanto, los objetos de los herreros se volvieron objetos de veneración y oración, “porque la vida puede ser precaria y la comunicación con los ancestros debe ser mantenida”

La mayoría de los investigadores estiman que los pueblos africanos empezaron a transformar el hierro hace 2500 años. La técnica metalúrgica fue rápidamente adoptada y adaptada, y, entre los sitios de mayor producción, se destacaron Kamilamba (en la actual República del Congo) entre el siglo VIII y X, y el Gran Zimbabwe entre el siglo XIII y el XIV.

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Hoy en día, el Gran Zimbabwe es considerado el sitio más rico en ruinas del África subsahariana. En los siglos XIV y XV, cuando era el centro de un Estado poderoso, su población superó los 10.000 habitantes. El número considerable de cuchillas de azada descubiertas cerca del gran recinto, confirma que el hierro permitió que la agricultura nutriera a miles de personas.

Pero esto sólo es una leve porción de la influencia del hierro en el mapa y la historia de África. El valor del hierro también fue perceptible a lo largo y ancho del continente, y desde otras perspectivas sociales mucho más complejas. Numerosas sociedades africanas usaron las formidables innovaciones de los metalurgistas para explicar los orígenes del mundo, y por lo tanto, los objetos de los herreros se volvieron objetos de veneración y oración, “porque la vida puede ser precaria y la comunicación con los ancestros debe ser mantenida” [i].

j3El hierro simboliza el poder divino y quienes saben moldearlo se acercan inevitablemente al poder de los dioses. Un ejemplo se encuentra en la mitología del pueblo dogón (en la región central de Malí) donde el Ser supremo, Amma, se enfureció cuando un protohumano se atrevió a robarle un pedazo de sol (o fuego) y, como consecuencia, castigó a los seres de la tierra mandándoles rayos y truenos. Por este motivo los herreros dogones son venerados, porque se sirven del fuego para producir objetos rituales y herramientas agrícolas.

El hierro hace también oficio de intermediario para activar los poderes de los espíritus. En la población mumuye de la provincia de Benué, en Nigeria, los “hacedores de lluvia” se consideran poderosos protectores de la comunidad. En los ritos, sus súplicas necesitan un ramillete de hierro con forma de “zigzag” que recuerda los rayos o el movimiento repentino de una serpiente (que también son presagios de lluvia).

El hierro interviene, además, en muchos ritos que marcan los cambios de edades y de etapas existenciales. En el norte de Camerún, en los montes de Mandara y en el valle del río Gongola al noreste de Nigeria, por ejemplo, los jóvenes hombres y mujeres se visten de hierro durante las ceremonias que marcan el paso a la edad adulta. Esto sugiere una relación simbólica entre los cambios físicos y sociales que impone la edad, con los mismos procesos de fundición y forjar. El hierro se transforma, se robustece, asume nuevas habilidades, al igual que el hombre o la mujer en la sociedad.

De un modo parecido, los collares de las mujeres himba (originarias de Namibia y Botswana) indican su edad, así como el paso de una etapa biológica a otra, o el ascenso de rango social. Una vez casadas, las mujeres reciben collares adicionales con ornamentos lujosos. Después del nacimiento del primer niño, estos ornamentos se completan con un cinturón (epanda).

Pero quizás el más claro de los simbolismos tenga que ver con el poder y el prestigio social. Efectivamente, el control de los yacimientos de hierro, la eficacia de los métodos de fusión y el comercio de las herramientas, ha favorecido, en el plano estratégico y militar, el ascenso de ciertos Estados de África central.

Esta tendencia se consolidó en el periodo precolonial, cuando las cuchillas de hierro y armas se convirtieron paulatinamente en moneda de cambio en bodas, litigios, rescates para liberar a guerreros, compras de caballos, esclavos, y otros bienes preciosos.

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Algunos pueblos como el reino del Congo (en la actual Angola y República del Congo), se beneficiaron de los intercambios con los portugueses y fueron adaptando sus armas. Las espadas de honor de aquella época son la síntesis de esa asociación entre el hierro local y las armas de la caballería europea. También son un símbolo de su dominio en la región.

En otros pueblos, como el karagwe, en el norte de Tanzania, los reyes adoptaron también el papel de herreros en su afán de asumir un poder absoluto e innegable. Así es cómo el rey Nadgara reinó de 1820 hasta 1853 en esa región que alberga algunos de los sitios de fundición más antiguos del África oriental. Se cuenta que fue un excelente herrero y que produjo un enorme tesoro que incluye armas, banderas, yunques y esculturas de ganado.

Pero tal vez el rasgo más voluptuoso e hipnotizador del hierro tenga que ver con los instrumentos musicales. El sonido producido por el hierro, golpeado, pellizcado, o frotado, sin recurrir a cuerdas o membranas, acompaña desde muchos siglos los bailes y ritos africanos. Las campanas, los raspadores, y sonajeros, sin olvidar los “pianos de pulgares” dan a las recitaciones y ceremonias una dimensión sonora superior.

Estos sonidos redentores vienen a menudo de poderes místicos o sobrenaturales atribuidos al hierro. De esta manera, comprobamos nuevamente que el poder simbólico de este metal reúne en una misma dimensión –y con una fuerza asombrosa–, a las comunidades, los antepasados y las divinidades. El hierro no es todo, pero todo parece concentrarse en él.


[i] Citación de la exposición “Golpear el fuego”, museo Quai Branly, Paris, Francia (noviembre 2019-abril 2020).

De hierro está hecho el pasado de las sociedades africanas