viernes. 29.03.2024
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Andrés Manuel López Obrador | Presidente de México

Un país políticamente dividido por la mitad, un Congreso cuya composición obligará a los acuerdos y a la política, un presidente descalificado por uno de cada dos ciudadanos, un escenario regional y estatal repleto de equilibrios: esos son algunos saldos iniciales de la intensa jornada electoral de ayer domingo.

Morena, con alrededor de 40% de la Cámara de Diputados, deberá negociar con otros partidos comenzando con sus propios aliados, con los cuales podría alcanzar alrededor del 55% de las curules. La alianza opositora tendrá entre el 36 y el 43%, de acuerdo con las estimaciones que anoche ofreció el INE. Movimiento Ciudadano se consolida como partido bisagra con apenas 5% de las diputaciones. Una de las buenas noticias es que perderán su registro partidos artificiales como Redes Sociales y Fuerza por México.

En casi todo el país los triunfos fueron por márgenes escasos o con mayorías muy limitadas. En Colima, por ejemplo, Morena y sus aliados ganaron la gubernatura pero apenas con el 33% (más o menos) de los votos. En la ciudad de México se expresa una nueva pluralidad. Y como siempre, pero peor que nunca, partidos y candidatos se han ufanado de triunfos sin contar con datos suficientes que los respalden.

El objetivo de las oposiciones coaligadas fue crear un contrapeso legislativo frente a las propensiones autoritarias del presidente. Morena, como era previsible, no alcanzó mayoría calificada. Ahora tendrá delante suyo a un bloque opositor con el que deberá entablar acuerdos. Es decir, los electores obligan al partido oficial a negociar, a hacer política. La consistencia del bloque opositor, por otra parte, dependerá de los pactos y las convicciones de sus representantes en la Cámara de Diputados.

 El presidente López Obrador se encuentra con el insoslayable contrapeso que significa la mitad de los votantes en todo el país. Es evidente que, a pesar de los numerosos errores que han cometido, el presidente y su partido han conservado la adhesión de un núcleo duro de electores. Pero también resulta claro que la base de apoyo de López Obrador experimenta una tendencia decreciente. Los niveles de respaldo que en los años recientes, de acuerdo con variadas encuestas, llegaron al 80%, se han reducido a la mitad de los ciudadanos e inclusive menos en algunos casos. Esa declinación fue confirmada en las votaciones de ayer. Al presidente lo respalda menos de la mitad de los mexicanos. La otra mitad, exige un rumbo diferente para el país.

Ayer votamos por representantes federales y autoridades locales pero, en el marco de polarización inducido por el gobierno y al cual las oposiciones replicaron coaligándose, la elección, sobre todo para la Cámara de Diputados, fue una suerte de referéndum sobre la gestión de López Obrador.

 Es posible que las oposiciones que conformaron la alianza electoral no sean mayoría en la Cámara de Diputados. El cómputo de votos del próximo miércoles, en los consejos distritales, ofrecerá resultados más precisos que son indispensables ante una votación tan pareja como la de ayer. Morena, si se confirma como partido mayoritario, se beneficiará de la sobrerrepresentación permitida por la Constitución aunque ya no con la desmesura que le permitió abultar artificialmente el número de diputados que tuvo en la Legislatura que está concluyendo.

 A sus diferencias esenciales, la alianza PAN – PRI – PRD añadió numerosas insuficiencias que las direcciones de esos partidos tendrían que revisar si quieren consolidar un bloque opositor. Su oferta electoral se limitó a proponerse como contrapesos, objetivo fundamental pero que a muchos ciudadanos no les resultó suficiente. El programa de esa alianza fue prácticamente fantasmal, entre sus candidatos había personajes francamente impresentables, de ellos no pocos se mimetizaron a la frivolidad de estas campañas. La alianza ofreció una opción práctica para votar contra el autoritarismo presidencial y ahora, para mantenerse, tendrá que ser eficaz en el terreno de la política parlamentaria. Ojalá fuese una opción respetable en el plano de la ética política, pero quizá es demasiado esperar.

 En el flanco del oficialismo, en donde apuestan por costumbre al bluf y las simulaciones, los operadores de Morena hablan de triunfos incluso en donde es claro que no los obtuvieron. El presidente López Obrador quería una victoria arrolladora que evidentemente no ocurrió. Así que la celebración de triunfos legítimos estará ensombrecida por la costumbre de reclamar lo que no ganaron. AMLO es el motor de Morena pero, condicionado por la costumbre del todo o nada, también es el muro de contención que le impide a ese partido comprender la recomposición política que votaron los electores este domingo. En tal escenario, Morena constituye la fuerza hegemónica pero no es la única y está obligada a reconocerlo, en los hechos ahora y en la Cámara dentro de varias semanas.

Morena y sus propagandistas intensificaron ayer la esquizofrénica descalificación de un proceso electoral en donde ese partido ganó importantes posiciones. Ese discurso se ha estrellado con el éxito de una jornada extraordinariamente bien organizada. De más de 162 mil casillas, sólo 30 no se instalaron. Hubo actos de violencia, en algunos sitios muy graves, pero ni el crimen organizado ni los tramposos que hay en todos los partidos impidieron el éxito de la elección. El INE, pero sobre todo los ciudadanos que cuidaron las casillas y contaron nuestros votos, son motivo de orgullo. Ayer fueron derrotados quienes querían deslegitimar a las elecciones y a la institución que las organiza.

Raúl Trejo Delarbre

7 de Junio 2021

País dividido, dicen las urnas