sábado. 20.04.2024
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Las maniobras comunicacionales de los medios hegemónicos dificultan la comprensión de la realidad. La parcialidad, la mirada sesgada y las falsedades que se pretenden como verdades absolutas, le han ganado a la objetividad, convirtiendo a los grandes emisores de noticias en meros servidores del sistema. A merced de los prejuicios del consumidor de información quedarán entonces las opiniones divulgadas por los escribas del poder real que, enarbolando las banderas de la “libertad de expresión” manipularán la realidad hasta convertir la mentira en sentido común.

El ejercicio del periodismo ha perdido la batalla ante el poder económico. La libertad de prensa dejó paso a la libertad de empresa; y en los medios masivos se perpetran las agendas que los guardianes de los intereses del amo repiten en prime time. En las redacciones ya no sólo se decide qué es noticia y qué no; sino también de qué manera desviar el juicio de los incautos cuando una información podría resultar una amenaza para el orden establecido.

Lo vemos a diario casi sin percibir el mensaje oculto. Con sutilidad se nos anoticia respecto de lo que sucede en alguno de esos países de América Latina en los cuales estallan revueltas populares. Allí la democracia está en peligro sólo cuando el descontento se produce como consecuencia de las medidas económicas impulsadas por un gobierno liberal. Las imágenes que acompañarán el relato ficticio mostrarán saqueos, destrozos de plazas públicas, monumentos y sedes gubernamentales. Se hará hincapié en daños estructurales, se potenciará el “salvajismo” de los “agitadores”; y será esto lo que justificará la represión, la matanza, la tortura. Un inmueble será más preciado que una vida.

No dudarán los medios del poder en adjetivar: Los voceros del sistema desplegarán un sinfín de motes con el objetivo de criminalizar la legítima protesta. Serán “revoltosos”, “extremistas” y/o “terroristas” quienes se atrevan a enfrentarse a un gobierno que promueve la desigualdad empobreciendo a millones mientras enriquece a unos pocos. Alinear al incauto con el pensamiento liberal será entonces la tarea de los canallas disfrazados de comunicadores.

Abundan ejemplos precisos de esta práctica de desinformación intencionada. No hace falta más que rever el tratamiento que los medios hegemónicos dieron a las manifestaciones en Chile, en Colombia, en Ecuador y en Bolivia. El poder de la prensa desvirtuó el golpe a Evo, tergiversó de tal modo los hechos que logró hacer ver a Jeanine Áñez –hoy presa y sobre quien pesan los muertos de las masacres de Senkata y Sacaba- como una “defensora de la democracia”. Lo mismo que tiempo atrás había sucedido con Lula en Brasil y que significó el ascenso de una derecha autoritaria que parió al monstruo Bolsonaro.

Es el ejercicio que en la última semana han vuelto a practicar; esta vez poniendo el foco en Cuba. Las opiniones de los referentes de la derecha latinoamericana han ocupado los titulares de los grandes medios. Jactándose de demócratas, presidentes y ex presidentes de derecha no han dudado en expresar su “preocupación” por la situación que atraviesa la isla. Hasta el mismísimo Mauricio Macri –imputado formalmente por haber enviado armas letales a Bolivia para colaborar con el golpe de Estado perpetrado en ese país en noviembre de 2019-, se atrevió a enviar un mensaje de apoyo al pueblo cubano. Precisamente Macri, acusado por crímenes de lesa humanidad.

El alcalde de Miami fue un poco más lejos en su verborrea. En declaraciones a la conservadora Fox News, Francis Suárez le reclamó al gobierno de Bin Laden que procediera a atacar militarmente a Cuba. Y las repetidoras de la frontera con México hacia el “patio de atrás” norteamericano hicieron lo suyo invitando a seudointelectuales de derecha a analizar la posibilidad de una intervención. Ninguno de ellos, claro está, se refirió al bloqueo que desde hace décadas mantiene atada a Cuba de pies y manos.

“El sistema cubano fracasó”, titulaban los diarios del poder económico concentrado, ilustrando los artículos con imágenes de la protesta. En toda América Latina hay miles de protestas contra los gobiernos neoliberales. En muchas de ellas la represión se ha cobrado cientos de vidas. Sin embargo no hay medio que se atreva a titular diciendo que “El capitalismo fracasó”. El medidor de fracaso es tendencioso; tanto como las opiniones vertidas por quienes se arrogan el derecho a dictaminar qué es una democracia y qué no lo es.

Malcom X expresó hace mucho tiempo lo que hoy es ya una realidad palpable: “Si no estamos prevenidos ante los medios de comunicación, ellos nos harán odiar al oprimido y amar al opresor”.

Odiar al oprimido y amar al opresor