sábado. 20.04.2024
paro nacional chile 1

Quema de edificios históricos, derrumbe de estatuas de viejos héroes o de personajes vinculados a su historia fundacional, barricadas construidas con bienes públicos, muestran un paisaje desolador que, para muchos, demuestran un nivel de irracionalidad que conmueve y causan, al ciudadano común, como no, sentimientos de preocupación, miedo y   tristeza

Muchos ya reclaman que esto debe parar, muchos sienten que lo poco que poseen está en riesgo porque la violencia no hace de pronto distinciones ideológicas y no son siempre los grandes empresarios y sus edificios los afectados, sino también pequeños comerciantes y emprendedores, han terminado siendo blancos de verdaderas hordas que, cual invasión bárbara, destruyen y vandalizan todo a su paso sin que  nada quede en pie.

Siembra vientos y cosecharás tempestades dice el refrán y no puede ser más preciso para explicar esta  realidad que hoy golpea al país

Pero quienes son los que cometen tales delitos y de qué manera se explica una acción tan masiva, tan desplegada y de alguna forma también tan sustentada por al menos parte de los manifestantes en las protestas los que observan con pasividad como se incendian o saquean almacenes, edificios y bienes públicos

Son jóvenes, principalmente, y muchos de ellos niños es decir adolescentes cuya edad no supera los 12 o 14 años. Pero ¿de qué manera se explica una conducta como ésta?, ¿que lleva a que un conjunto de niños se concierte para exponer su vida enfréntandose a la fuerza pública y provoque desmanes que involucran destrucción como principal objetivo?

Algo se ha destruido en el alma del país. Desde muchos años abandonamos a nuestros niños marginados, abandonamos a aquellos que bailan el”Baile de los que sobran” como dice la canción de un grupo de rock latino de los años 80, cuando el modelo se hacía carne en el país a la sombra de la represión más feroz y sistemática vivida durante la dictadura pinochetista, dejando sin esperanza de justicia social, precisamente a las generaciones progenitoras de los marginados de hoy.

Al igual que el plebiscito del año 1989, Chile se apresta a dejar atrás la herencia de una dictadura que impusiera por la vía violenta de un golpe militar un modelo de país basado en el abuso y expoliación de muchos por la ambición desenfrenada de pocos

Pero es mejor revisar las cifras para darse cuenta de la siembra que hoy cosechamos. En un informe de la Policía de Investigaciones a quienes se le encargó atender denuncias de abusos a menores cometidas en los centros de atención del servicio nacional de menores cuya misión es atender niños en condición de vulnerabilidad, se especifica “El Estado de Chile viola sistemáticamente los derechos de los niños que están bajo su tutela”. Una frase dramática y de una brutalidad que probablemente debiera horrorizar mucho más que cualquier incendio o daños a los bienes públicos. El mismo informe aporta datos duros y señala que sólo en el año 2017 se investigaron 240 hogares de menores y se constataron 2.071 abusos, 310 de ellos con connotación sexual. Y para agravar aún más la denuncia se señala en el mismo informe que en el 58,3% de los hogares los maltratos fueron cometidos por los mismos trabajadores encargados de cuidarlos

El sistema educacional chileno no lo ha hecho mejor, según el último censo existen más de 5,2 millones de personas (42% de la población chilena) que no ha terminado su enseñanza media (12 años de escolaridad), lo cual los margina prácticamente de cualquier trabajo remunerado por sobre la línea de la pobreza.

Que esperamos entonces de un cuadro como éste. Que esperamos de niños que no tienen la mínima protección, que esperamos de niños que han experimentado el abuso y la violencia en su edad temprana, aquella que deja huellas imborrables para el resto de la existencia, que puede esperar el país de niños que viven en verdaderos guetos de pobreza donde reina el narcotráfico y las aulas, donde se enseña a sobrevivir,  están en las calles en las plazas y en las esquinas donde se estructuran las pandillas y se aprenden los códigos para subsistir en medio de ambientes donde todo se resuelve mediante la fuerza y la ley de la selva.

Siembra vientos y cosecharás tempestades dice el refrán y no puede ser más preciso para explicar esta  realidad que hoy golpea al país.

Sin embargo, a pesar de todo lo impactante que puedan resultar las imágenes y acciones vandálicas, es evidente que eso no puede empañar ni disimular el descontento general, masivo y activo de toda una ciudadanía que no ha bajado los brazos y que a pesar de ser tocados por la violencia desatada, tanto de sectores marginales,como de la policía represiva que no ha hecho distingos y que ha atentado contra los jóvenes de manera claramente reñida con cualquier protocolo que se pueda considerar respetuoso de derechos humanos, sigue presionando al oficialismo y al mundo político para que se produzcan los cambios estructurales que el país reclama a gritos

Estamos a las puertas de que ese clamor sea definitivamente escuchado y Chile otorgue oportunidad a una democracia verdadera en el que todas y todos puedan ser protagonistas en el diseño de la nueva casa que nos albergará en el futuro. Al igual que el plebiscito del año 1989, Chile se apresta a dejar atrás la herencia de una dictadura que impusiera por la vía violenta de un golpe militar un modelo de país basado en el abuso y expoliación de muchos por la ambición desenfrenada de pocos.

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