viernes. 29.03.2024
HAMBRE

EL16 de octubre de 1979 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebró su primer “Día Mundial de la Alimentación”. El organismo internacional se planteó una meta clara y bien intencionada: 2030 Hambre cero.

Sin embargo las buenas intenciones de la ONU no han podido con la creciente desigualdad promovida por un capitalismo cada día más salvaje. Los números del hambre no decrecieron; por el contrario, fueron incrementándose con el correr de las décadas, arrojando como resultado una estadística alarmante: Cada día mueren de hambre 19.000 niños de entre uno y cuatro años.

Claro que en el imaginario colectivo, la Organización de las Naciones Unidas aparece como una luz de esperanza que visibiliza las “fallas” del sistema. Pero tanto la ONU como los organismos internacionales encargados de realizar el trabajo de campo, que luego se transformará en números estadísticos, no responsabilizan al capitalismo como autor de esta aberración, como tampoco a sus máximos exponentes. Lo mismo sucede con la explotación que empresas como Nike, ZARA, Adidas y Benetton ejercen sobre niños y niñas en situación de extrema pobreza. Según datos de UNICEF, 151,6 millones de niños son víctimas del trabajo infantil. La mitad de ellos ejercen alguna de las peores formas de trabajo infantil, como esclavitud o el trabajo forzoso en empresas como las señaladas.

El avance neoliberal en diversos países en vías de desarrollo no necesariamente auspicia esta clase de políticas a las que la ONU llama “apropiadas”

Estos datos ponen cada vez más en entredicho la capacidad del sistema para alcanzar la meta de erradicar el hambre antes del 2030. Según la ONU, “se trata de algo posible si se aceleran las políticas apropiadas en cada país y a nivel colectivo”. Y es allí en donde reside el mayor inconveniente, ya que el avance neoliberal en diversos países en vías de desarrollo no necesariamente auspicia esta clase de políticas a las que la ONU llama “apropiadas”.

Según la ONU, “hay que aplicar las medidas que sabemos que tienen éxito, incluyendo políticas que garanticen el acceso de los grupos más vulnerables a alimentos nutritivos, y romper el ciclo intergeneracional de la malnutrición, prestando especial atención a los grupos más sensibles: lactantes, niños menores de cinco años, niños en edad escolar, muchachas adolescentes y mujeres”, todo lo contrario a lo que sucede en la práctica neoliberal que  promueve, desde el Estado, la meritocracia y el individualismo, en donde los individuos son capital-mercancía y el único propósito es fomentar la competencia. Un escenario nada propicio para la solidaridad y la “apropiada política” a la que en su último informe se refiere la Organización de las Naciones Unidas.  

Naciones Unidas pide “políticas apropiadas” para acabar con el hambre