miércoles. 24.04.2024
ESTADIO

La Confederación Sindical Internacional (CSI) inició en 2014 una campaña internacional dirigida a defender a los miles de trabajadores desplazados a Qatar para trabajar en la construcción de las grandes obras para el Mundial de fútbol de 2022.  El sindicalismo internacional denunciaba que estos trabajadores eran sometidos al sistema de ‘kafala’, lo que en la práctica los convertía prácticamente en esclavos al quedar atrapados en el país. Necesitaban el permiso explícito de su empleador para abandonarlo o cambiar de empresa y  obligados a trabajar en condiciones de grave riesgo de sus vidas. Esto sucedía, resaltaba CSI, en el país más rico del mundo en cuanto a ingresos per cápita, para lo que evidentemente no se consideraban los  míseros salarios de los inmigrantes.

Tras estas y otras críticas a las inhumanas condiciones de vida y trabajo de los trabajadores inmigrantes en este país, en 2017 el gobierno de Qatar aprobó una ley que regula las horas de trabajo y una ley de salario mínimo, que hoy  es de 1.000 Riales Cataríes, el equivalente a 232 euros mensuales. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) habló de un "paso histórico" en este sentido. Pero la realidad ha cambiado poco,  mientras no se cambien las normas de seguridad en el trabajo y se controle el cumplimiento de las medidas y, sobre todo, mientras no haya sindicatos. Así lo muestra la investigación, publicada el 23 de febrero de 2021 por The Guardian, que ha provocado una convulsión mundial, en la que informa que han muerto al menos 6.500 trabajadores inmigrantes en las obras de construcción de los estadios de Qatar desde 2010. Una cifra que resulta de recoger y recopilar los datos de las autoridades de Sri Lanka, Nepal, Bangladesh, India y Pakistán, aunque el número real es mayor porque las embajadas de Kenia y Filipinas, dos países que proporcionan también mano de obra, no han respondido a sus peticiones de información.

Esto significa que han muerto una media de 12 trabajadores de estas cinco naciones del sur de Asia cada semana desde la noche de su elección como sede del Mundial, aunque Qatar no publique ningún dato y el gobierno califique, cínicamente, como “muertes por causas naturales”, atribuyendo el 60% a insuficiencia cardíaca o a crisis respiratoria aguda, sin autopsias ni ninguna explicación médica sobre el motivo real de las muertes, como ha reclamado la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Como afirmó el secretario general de Amnistía Internacional Sail Shetty: “un estadio de un campeonato del mundo es un lugar para soñar, pero para muchas personas es una pesadilla”

La FIFA, máxima organización del fútbol a nivel global, sabía, o debería haber sabido, que los trabajadores inmigrantes en Qatar están sometidos a una explotación laboral grave y sistemática, y que el Mundial se disputará en un país en el que se violan gravemente los derechos humanos. Pero la telaraña de sobornos y corrupción , que ha llevado a la dimisión de su cúpula directiva, explica el disparate de elegir este país como sede.

Y el mundo del fútbol, ¿qué ha hecho? Pues nada, como si no fuera con ellos. Salvo los jugadores de la selección Noruega, que antes de jugar en Gibraltar lucieron una camiseta donde se leía "Derechos Humanos dentro y fuera del terreno de juego". Y la selección alemana, que en su partido con la selección de Islandia, en Duisburgo, se manifestó a favor de los derechos humanos de los trabajadores migrantes en Qatar. Sus jugadores rompieron el protocolo del acto de presentación de los equipos en el campo y los once se abrazaron en línea portando cada uno una camiseta con una letra mayúscula con la que formaron las palabras “derechos humanos”. Posteriormente, el mediocampista Leon Goretzka explicó: “Nosotros mismos trazamos las letras en nuestras camisetas. Queríamos demostrar claramente a la opinión pública que no somos ajenos a esto".

Es verdad, no ha sido más que un acto simbólico. Pero ha servido para informar y remover conciencias sobre el abuso a los trabajadores de Qatar. Seguramente a la mayoría de la ciudadanía española nos hubiera gustado ver a los jóvenes de nuestra selección de fútbol denunciar también que el Mundial de fútbol de 2022 se vaya a jugar en estadios manchados con sangre. Porque, como afirmó el secretario general de Amnistía Internacional Sail Shetty: “un estadio de un campeonato del mundo es un lugar para soñar, pero para muchas personas es una pesadilla”.

El Mundial de fútbol de 2022 en estadios manchados con sangre