jueves. 25.04.2024

Una resistencia que se repitió en forma de caminatas o de plantones en más de cincuenta ciudades del país y en otras tantas en el extranjero. Un evento que coincide con una fecha “rebelde” por naturaleza y que algunos denominan el “Día de la Rebeldía Nuestroamericana” en recuerdo del intento, en ese día de 1953, de derrocar el régimen dictatorial de Batista en Cuba.

Los gritos de “No más” y “Nunca más” resonaban en las plazas y calles del país andino en las voces de las miles de personas que secundaron la convocatoria. En Bogotá, un grupo de manifestantes llevaron en volandas hasta el escenario situado en la plaza de Bolívar una larga sábana blanca con los nombres de las 478 personas líderes sociales asesinadas en los meses transcurridos desde la firma de los acuerdos de La Habana entre el Gobierno del entonces presidente Santos y la guerrilla de las FARC-EP. Cifra respaldada por la Defensoría del Pueblo y que otras instancias elevan hasta las más de seiscientas víctimas, entre las que se encuentran los asesinatos de 136 personas excombatientes de la citada guerrilla.

No estoy de acuerdo con que la paz no tiene color político. ¡Claro que sí! Lo que no significa darle los tintes de cualquier partido o cabecilla político. No es hacer politiquería, es gestionar una verdadera política de Estado.

En un país donde el gobierno no quiere la paz y miente diciendo que “sí, pero que no ésta”; que persigue los actos delictivos de las guerrillas, como debe ser, pero permite la existencia de grupos armados fascistas; cuyo presidente participa en Cartagena en esta marcha y tiene el cinismo de afirmar que lo hace “para que Colombia rechace la violencia, el narcotráfico y la corrupción”; que ha dejado a su suerte, incumpliendo los acuerdos, los territorios abandonados por las FARC, y que dinamita todo lo que suene a la paz acordada en la capital cubana, las manifestaciones tienen que tener el color político de la verdad y de la justicia para con las y los líderes sociales y con toda la población que cree en la paz.

El color y las voces de la paz, tal como recogían las pancartas que jalonaban la marcha en Bogotá y como rezaba la proclama que diferentes líderes y lideresas leyeron antes de finalizar el acto en la plaza principal de Bogotá: “Porque al matar a una líder, nos matan también a nosotros; porque al matar a otro líder, están matando la esperanza de un país en paz y mejor. ¡Despertemos! Gritamos con una sola voz: ¡No más, nunca más! Defendamos la Paz”.

La paz tiene que tener el color de la ciudadanía decente, de los derechos humanos, de la dignidad y de la democracia. No tiene que teñirse del color de la violencia, ni de la corrupción, ni de los falsos positivos ni de la impunidad de los criminales.

Debe tener una ciudadanía activa y comprometida que se manifieste por la paz, por la justicia social y contra la violencia. Contar con testigos que la documenten, como Jesús Abad Colorado, que registren que Colombia necesita la paz, que sus gentes quieren la paz y la demandan. Tiene que defender la alegría de vivir y cantarla, como hizo César López con la letra de “Un beso y una flor”: para encontrar un lugar donde el sol cada mañana brille más, donde el cielo se una con el mar, donde pensemos con las sonrisas, donde las estrellas nos acompañen y que con las manos de todas las colombianas y colombianos podamos encontrar una ilusión: la de vivir en paz.

En este país en el que la paz es de todos los colores, como sus verdes. Es del color blanco, de los colores del arco iris de los movimientos LGTBIQ, del color de la piel de todas las mujeres y los hombres que son perseguidos por pensar distinto, por sus ideas.

Nuestro grito debe ser un grito por la PAZ.

Manifestarse por la paz en un país cuyo gobierno defiende la guerra es un acto de...