sábado. 20.04.2024
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La ultraderecha ha logrado posicionarse en América Latina mediante el ascenso de nuevos referentes en cuyos idearios se reaviva la llama del fascismo. Donald Trump allanó el camino que siguieron sus pares al sur del continente. Jair Bolsonaro y Sebastián Piñera, discípulos más notables del magnate que ocupó la Casa Blanca con mano dura entre 2016 y 2020, son dos de los repetidores del plan económico excluyente que en Washington siempre es bienvenido.

Lo que promueven las renovadas caras de la derecha más extrema de Latinoamérica es más de lo mismo: Una economía liberal y un Estado reducido a la mínima expresión que arroja siempre el mismo resultado: El enriquecimiento de los ricos y la pauperización de los pobres. Chile es el reflejo irrefutable de esto. La brecha que separa a los que más tienen de los que menos tienen se agigantó durante el gobierno de Sebastián Piñera, provocando las multitudinarias manifestaciones que en 2019 dejaron un saldo de más de 40 muertos. 

Pero si con Piñera Chile ya rozaba los extremos, vale decir que con la irrupción en la escena política de José Antonio Kast las probabilidades de dar el paso al fascismo explícito ya están dadas. El abogado y ex diputado de origen alemán es la carta presidencial del Partido Republicano y el conglomerado Frente Social Cristiano, partidos con los que Kast logró posicionarse mucho más a la derecha del oficialismo comandado por Piñera, acusado por graves violaciones a los derechos humanos. 

Kast enarbola las banderas del pinochetismo, captando la simpatía de esa facción de la sociedad chilena que mira con nostalgia reivindicativa los años más oscuros de su historia

Kast enarbola las banderas del pinochetismo, captando la simpatía de esa facción de la sociedad chilena que mira con nostalgia reivindicativa los años más oscuros de su historia. Hijo de un militar nazi emigrado a Chile en 1946, el candidato de 55 años fue militante del partido Unión Demócrata Independiente (UDI), fundado por el ideólogo de la dictadura y redactor de la Constitución Política de 1980 —la que será reformulada mediante la Convención Constitucional en ejercicio— Jaime Guzmán, considerado como "el mentor" de Kast y de la ultraderecha chilena.

Los asuntos que desvelan al candidato del Partido Republicano chileno no difieren de los que quitan el sueño a Bolsonaro. Su acérrima defensa de los “valores” -con la que adorna sus discursos- se asemeja notablemente a la que esgrime su par brasilero. En su proyecto de país no tienen lugar las disidencias sexuales ni las diversidades de género. Su defensa del modelo de familia tradicional victoriano burgués, destaca en su discurso tanto como su intención de detener la iniciativa de la legislación respecto a la interrupción del embarazo. Kast ha manifestado que derogará esta ley mediante la cual el movimiento de mujeres chilenas logró el camino hacia el aborto legal y universal.

Entre los puntos destacados de su programa está el renovado “estado de emergencia” con amplias atribuciones presidenciales para allanar hogares e interceptar comunicaciones, la clausura del Instituto Nacional de Derechos Humanos y la coordinación internacional anti-radicales de izquierda, una suerte de nuevo Plan Cóndor en pos de silenciar disidentes.

La hegemonía de los medios masivos de comunicación chilenos ayudó a naturalizar lo que sin lugar a dudas es un programa extraído del manual del fascista, notablemente similar al impuesto por Augusto Pinochet.

De cara a las elecciones presidenciales de noviembre, José Antonia Kast lidera las encuestas. Y lo hace normalizando la negación de los crímenes de la dictadura, relativizando las violaciones a los derechos humanos y protestando contra las sentencias dictadas a los genocidas pinochetistas. Todo un fenómeno radical de derechas que sin lugar a dudas dará mucho que hablar.

José Antonio Kast, la nueva cara de la ultraderecha chilena