viernes. 29.03.2024
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Mientras el mundo ha quedado expectante en espera de la resolución de la crisis entre Irán y los Estados Unidos, tras el magnicidio contra el general Qassem Soleimani, donde todas las cartas están sobre la mesa (Ver: Qassem Suleimani ¿quién detendrá a la muerte?), el Primer Ministro indio Narendra Modi, procura distraer a la opinión publica de su país y la internacional, para avanzar sobre la Ley de Enmienda de Ciudadanía (CAA), con la previa elaboración de un Registro Nacional de Ciudadanos (NRC), que censó a toda la población, registrando particularmente a los no hindúes.

Dicha enmienda intenta modificar ley de ciudadanía vigente desde 1955, en la que se prohibía a los migrantes ilegales solicitar la ciudadanía, pero ahora se permitirá que inmigrantes provenientes de Pakistán, Afganistán o Bangladesh, de origen hindú, sijs, budistas, jainistas, parsis y cristianos (quienes podrían ser perseguidos en esas naciones), en inmensas mayorías musulmanas pueden tramitar la ciudadanía india, por lo que tendrán que demostrar que pertenecen a alguna de las minorías referidas, de las que están excluidos los rohingyas, refugiados del Tíbet y de Sri Lanka.

Esta enmienda no ha sido pensada para recibir nuevos migrantes extranjeros, sino y fundamentalmente , para dejar sin identidad a miles de ciudadanos musulmanes, que, a pesar de haber nacido en el país, e incluso muchos de ellos de provenir de familias radicadas hace varias generaciones en India, no podrán acreditar su origen indio, dada los precarias condiciones o el desconocimiento de esa obligación por parte de los pobladores de muchas áreas rurales aisladas en lo profundo del país, para que pudieran registrar el nacimiento de sus hijos, por los que a partir de la vigencia la CAA, pueden ser expulsados del país, sin más trámite y al libre arbitrio de las autoridades de Nueva Delhi.

Cómo lo hemos destacado (Ver: India, entre la guerra civil o el genocidio) la articulación de la ley ha recalentado la ya muy conflictiva relación entre la comunidad musulmana, unos 200 millones de ciudadanos, y el gobierno ultra nacionalista del partido Bharatiya Janata Party (BJP), produciendo centenares de importantes manifestaciones en diferentes puntos del país, que ya produjeron, al menos 22 muertos, cientos de heridos y miles de detenidos.

Como un asaltante nocturno, apelando a la distracción internacional atenta a la nueva crisis de Medio Oriente, Modi sigue generando nuevos factores de conflictividad contra la población musulmana, desempolvando ahora un antiguo conflicto con Bangladesh, un país de cerca de 170 millones de habitantes, cuyo 90 por ciento es musulmán y casi un siete profesa el hinduismo, la mayoría religiosa de la India, con la que comparte una de las fronteras más extensas del mundo: 4156 kilómetros.

Las relaciones entre Nueva Delhi y Dhaka siempre han estado rodeadas de los intereses particulares indios, durante la guerra independentista de Pakistán (1971), la Primera Ministra Indira Gandhi se involucró de manera decisiva, en el contexto de las siempre complejas y tensas relaciones que ambas naciones han mantenido desde la partición en 1947 hasta hoy. Ambas son potencias nucleares y han librado guerras en 1947, 1965 y 1971, a las que se suman incontables roces fronterizos en la región de Cachemira. La última de estas periódicas crisis se produjo en febrero de 2019, alcanzado una escalada que los puso al borde de una nueva guerra.

Durante el conflicto entre Pakistán Oriental, hoy Bangladesh, y Pakistán Occidental, la injerencia india fue absoluta a lo largo de los casi diez meses que duró la guerra. Indira ordenó la apertura de las fronteras para recibir a la población civil estableciendo campos de refugiados en los estados de Bengala Occidental, Bihar Assam, Megalaya y Tripura, los que fueron utilizados por India y el alto mando del ejército de Pakistán Oriental, para reclutar y dar entrenamiento a las futuras milicias del Mukti Bahini., en bengalí “Luchadores por la Libertad”, una organización paramilitar creada por la agencia exterior de la inteligencia india RAW (Ala de Investigación y Análisis), que ya operaba en Pakistán Oriental, atacando a los intereses de Islamabad.

El Mukti Bahini utilizó el terror, el asesinato, la tortura y las violaciones masivas como armas de guerra, se cree que cerca de 400 mil mujeres fueron violadas por sus milicianos en aquel año y que entre 100 y 150 mil Biharis, una etnia minoritaria también conocida como “pakistaníes varados”, fueron asesinados en ese mismo tiempo.

India llegó a recibir cerca de 10 millones de bangladesís, de los que muchos jamás retornaron a su país y cuyos descendientes, junto a otros millones de musulmanes indios, hoy están amenazados por la aplicación de la CAA. En muchos lugares de India el término bangladesí se asocia a inmigrante ilegal.

Bangladesh una buena excusa

En el actual contexto de India, a la Primer Ministro bangladesí, Sheikh Hasina, no le está siendo sencillo mantener una postura demasiado diplomática y a la vez sostener el aumento de las voces anti indias de su país, que han tratado de “blanda” a Hasina, por sus acciones ante el gobierno de Modi.

Aun antes de que se apruebe la enmienda el pasado 11 de diciembre ya el ministro de Relaciones Exteriores de Bangladesh, AK Abdul Momen, y el ministro del Interior, Asaduzzaman Khan, habían cancelado sus viajes programados con anterioridad a la India. Delhi no quiso escuchar ese mensaje, por lo que el portavoz de su Ministerio de Asuntos Exteriores dijo que “que las cancelaciones y la promulgación de la CAA no estaban vinculadas”.

El primer día de este año, las autoridades de Bangladesh ordenaron a sus cuatro operadores de telecomunicaciones móviles clausurar sus redes a lo largo de la frontera, argumentando que se hacía por “por la seguridad del país, dadas las circunstancias actuales”, aunque la decisión duró apenas 18 horas, ya que Dhaka volvió a restablecer las comunicaciones por temor a profundizar la grieta con Nueva Delhi. Algunos funcionarios del gobierno interpretaron que el mensaje había sido escuchado por India y que era evidente que la CAA ya no era una cuestión interna de su vecino.

Mientras tanto, se ha conocido que el gobierno de Bangladesh ha exigido a India, un documento en el que se comprometiera a “no enviar inmigrantes a través de la frontera” después de la promulgación de la CAA, a lo que India no ha respondido hasta ahora.

La preocupación de Dhaka radica en que solo en uno (Assam) de los cinco estados indios que tienen frontera con Bangladesh se ha conocido que, tras el censo del 30 de agosto o NRC, fueron excluidas de la nacionalidad india, casi dos millones de personas. Esto sería imposible de manejar para Bangladesh que ya carga con un poco más de millón de Rohingyas que, escapando del genocidio birmano, ingresaron por la frontera oriental en los últimos tres años.

Para agregar más inquietud en la tensa frontera india- bangladesí, se ha conocido que un confuso episodio tuvo lugar en un puesto de la Fuerza de Seguridad Fronteriza (BSF) en Meghalaya (India) a unos cinco kilómetros de la frontera, en el que, según fuentes indias, un grupo no identificado de unos 15 bangladesí, atacaron a dos jawans (gendarmes) de la BSF a quienes, tras golpearlos, se les substrajo el armamento, el que fue encontrado horas después en un bosque cercano. Otro grupo también habría saqueado de un vecino de Meghalaya, a quien robaron dinero, teléfonos móviles y una pistola.

Este episodio en apariencia intrascendente tiene un antecedente producido diez días antes en el mismo sector, cuando otro grupo no identificado atacó un automóvil, escapando con algunas pertenencias de los ocupantes.

Si bien estos hechos son insignificantes, frente a las horas que se viven en Medio Oriente, marcan claramente cuáles son las políticas de Modi, respecto a sus vecinos musulmanes, lo que podría generar un conflicto en sintonía a lo que Trump quiere desatar en el Golfo Pérsico.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

India: Modi, en sintonía con Trump