Este 24 de marzo, mientras los ministros de Finanzas de la Unión Europea reunidos como Eurogrupo volvían dar nuevas muestras de la paralización (ni siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo en un comunicado conjunto al terminar la reunión) y ese ir a remolque de los acontecimientos que caracterizan a la UE, el Senado de EEUU aprobaba su particular helicóptero monetario para afrontar la aguda crisis en la que se adentra su economía y tratar de paliar la catástrofe sanitaria y de salud pública que está a punto de sufrir.
El acuerdo entre republicanos y demócratas abarca un amplio arco político que va desde la derecha extrema neosoberanista republicana al centro-izquierda demócrata y cuenta con el aval del Gobierno Trump. Un acuerdo nacional que da cuenta de la flexibilidad del sistema político estadounidense para responder a situaciones excepcionales. Aún falta la aprobación de la Cámara de Representantes, pero lo normal sería que en muy pocos días se logre, aunque puedan producirse pequeños cambios, dada la oposición y las reticencias de una parte de los demócratas, que critican la inclinación de las medidas a favor de los intereses de los grandes grupos empresariales, y de los republicanos, que preferirían medidas menos disruptivas respecto a su dios mercado, al que las medidas aprobadas desautorizan como máximo hacedor de la recuperación que, en los modelos económicos al uso, sucede a toda crisis, gracias a los mecanismos y automatismos del mercado.
¿En qué consiste el helicóptero monetario aprobado?
Todos los adultos estadounidenses que tengan unos ingresos inferiores a los 99.000 dólares anuales, la gran mayoría, recibirán un cheque extraordinario de hasta 1.200 dólares, más un complemento de 500 dólares por niño. Las estimaciones oficiales señalan que alrededor de 250.000 millones de dólares serán distribuidos entre las familias y buena parte de la población estadounidenses. Además, el acuerdo prolonga en 4 meses los subsidios a las personas desempleadas.
Para los sectores económicos golpeados especialmente por la crisis (compañías aéreas, productores de petróleo de esquisto, automoción, construcción, bienes de equipo, seguros, servicios bancarios…) o considerados esenciales para la seguridad nacional (farmacia, química, investigación, complejo militar-industrial…) se reservan otros 500.000 millones de dólares, tras ser aceptadas por los senadores republicanos más reticentes algunas condiciones establecidas por los demócratas, como que las empresas de la familia Trump no se beneficien de esas ayudas, que una comisión parlamentaria supervise el reparto de los fondos o que se establezca un tope a la utilización de esa financiación para comprar acciones propias.
Las pequeñas y medianas empresas recibirían hasta 367.000 millones de dólares en forma de préstamos, que no tendrán que ser reembolsados por sus receptores si mantienen las plantillas.
130.000 millones de dólares se dedicarán a equipar a los hospitales y otros 150.000 millones a las administraciones locales para facilitar respuestas a la crisis por parte de las instituciones más próximas a la población. Cifras que se suman a los miles de dólares que ya se habían aprobado para financiar la lucha contra el coronavirus y para realizar pruebas gratuitas de detección del coronavirus que incluían entre sus beneficiarios a las personas que no cuentan con ningún seguro médico.
EEUU dedicará casi 2 billones de dólares (un 10% de su PIB) para luchar contra los impactos económicos y sanitarios del coronavirus
En total, casi 2 billones de dólares (un 10% del PIB estadounidense) dedicados a luchar contra los impactos económicos y sanitarios del coronavirus. Un ambicioso plan de reparto de dinero, préstamos y gasto sanitario para impedir que la crisis del coronavirus se transforme en una crisis de salud pública imparable o en una aguda recesión que provoque una destrucción de capacidades productivas, actividades económicas y empleos que aboque a una nueva gran depresión. Sí, es incuestionable, parte de ese colosal plan responde al estilo populista de Trump, a las pulsiones de una buena parte de sus votantes y a la perspectiva de unas cercanas elecciones presidenciales a las que Trump no puede presentarse con una economía en bancarrota o mostrando la impotencia de sus políticas e ideología para gestionar una pandemia frente a la que el actual modelo sanitario neoliberal estadounidense y el mercado nada podrían hacer sin esta intervención del Estado, a no ser que se entienda por hacer algo poner a resguardo los patrimonios y la salud de las elites y la parte de la sociedad que pueden endeudarse y pagar los tratamientos médicos privados.
El sistema político estadounidense y políticos tan deplorables y despreciables como Trump demuestran con este plan una capacidad de respuesta y un pragmatismo, o flexibilidad ideológica rayana con el cinismo, envidiables. Europa, en sentido contrario, muestra sus vergüenzas, decadencia, apego por los dogmas ideológicos ordo y neoliberales, el peso de los egoísmos nacionales y la ausencia de un proyecto de unidad europea capaz de responder a los extraordinarios y excepcionales problemas que plantea la crisis del coronavirus.
No se trata de copiar la propuesta del Senado estadounidense sino de copiar su ambición y su espíritu de afrontar las tareas excepcionales que requiere un momento excepcional
Este jueves, 26 de marzo, Europa se la juega en la nueva reunión del Consejo Europeo que celebrarán los Jefes de Estado o de Gobierno de la UE. Y en esa reunión se jugarán también las posibilidades de un poder europeo capaz de proteger el presente y el futuro de la ciudadanía europea y de la UE y su capacidad de influir en el nuevo mundo que surgirá de la crisis de la globalización y del modelo capitalista neoliberales a la que estamos asistiendo. No se trata de copiar la propuesta y las medidas aprobadas por el Senado estadounidense, no exentas de contraindicaciones, incertidumbres, incógnitas, elementos cuestionables o falta de concreción, sino de copiar su ambición y su espíritu de afrontar las tareas excepcionales que requiere un momento excepcional.
Aunque no cabe esperar grandes decisiones o propuestas de la nueva reunión del Consejo Europeo, sí cabe exigir alguna muestra de flexibilidad y apertura por parte de Alemania y Holanda, que encabezan el bloque de resistencia a las políticas comunitarias que demandan los gobiernos de Francia e Italia y que, en la última semana, han sido por fin respaldadas públicamente por el presidente Sánchez, reivindicando eurobonos, un plan ambicioso de inversión pública comunitaria y un seguro de desempleo europeo que mostrarían el compromiso de todos los Estados miembros con la ciudadanía y el proyecto de unidad europea.
No se trata de señalar que las instituciones europeas o los gobiernos de los Estados miembros no estén haciendo nada. Sería mentira y en otra ocasión haré un recuento de las medidas adoptadas en las últimas dos semanas por el BCE y la Comisión Europea que van en la buena dirección y suponen una ruptura parcial con las políticas de austeridad y devaluación salarial impuestas a partir de 2010. Se ha hecho y se está haciendo mucho, tanto por parte de las primeras (el BCE y la Comisión Europea, con ciertos retrasos y vacilaciones) como de los segundos (especialmente, en nuestro caso, por el Gobierno de coalición progresista), pero sigue siendo insuficiente e incompleto sin el respaldo y el concurso de las instituciones, la financiación y la inversión modernizadora comunitarias.
Mientras Europa no demuestre en la práctica su determinación en la defensa de un proyecto de unidad europea capaz de responder a las necesidades de las grandes mayorías sociales y de promover un modelo de convivencia, solidaridad y cooperación respetuoso con los Derechos Humanos y la justicia social, seguiremos estando al pairo frente a los embates y retos que nos plantea la decadencia de los modelos de capitalismo y globalización neoliberal que han imperado en Europa y en el mundo durante las últimas cuatro décadas. Hay que estar muy atentos a lo que suceda en el próximo Consejo Europeo.