miércoles. 24.04.2024
pesc

Las estructuras económicas de los países europeos, dependientes del sector secundario y del terciario, proyectan una imagen tergiversada de los intereses de cada uno de los países comunitarios. Con relativa frecuencia, en los debates políticos a escala nacional y europea, la agricultura, la ganadería y la pesca suelen quedar en un segundo lugar, con la única excepción de las conversaciones sobre la PAC. En este contexto, la sociedad acaba por considerar que las actividades agropecuarias no son importantes para los engranajes administrativos y económicos.

Ante esa situación, el hecho de que la negociación del brexit esté encallada en la pesca supone cierta incomprensión social. Una parte de la ciudadanía puede cuestionar si un sector que supone el 0.1% del PIB británico es suficiente como para bloquear uno de los acuerdos comunitarios más relevantes de los últimos años. Para poder dar respuesta a dicha problemática, además de los argumentos que muestran los politólogos y los propios negociadores, se puede retroceder en el tiempo para comprobar que la pesca ha sido esencial en Europa. En primer lugar, el sector pesquero ya fue clave para que un país decidiera por voluntad popular no adherirse al Mercado Común. En 1972, la sociedad noruega voto negativamente en el referéndum de adhesión a las Comunidades Económicas Europeas (CEE). Una de las primeras argumentaciones fue el deseo de no compartir sus aguas, con fondos marinos ricos, con el resto de los países europeos. En segundo lugar, el sector también provocó retrasos y tensiones en algunos procesos de ampliación comunitaria. A principios de la década de los ochenta, cuando la CEE negociaba la adhesión de España, Gran Bretaña e Irlanda forzaron al resto de países miembros a aprobar la Política Pesquera Común para proteger sus producciones de la competencia española. En tercer lugar, esta actividad primaria ha generado conflictos que han llegado a provocar la intervención de las fuerzas de seguridad nacionales. Entre las décadas de los cincuenta y setenta se llevó a cabo la Guerra del bacalao entre Gran Bretaña e Islandia; entre 1981 y 1986, los pescadores vascos y la marina francesa protagonizaron algunos de los episodios más tensos en la historia reciente de ambos estados vecinos. Y más recientemente, desde las islas Galápagos están denunciando el agresivo avance de las flotas chinas sobre sus aguas.

La crisis de la covid 19 y la reciente victoria de Joe Biden afectarán a las decisiones británicas. El posible acercamiento americano hacia el multilateralismo acabaría con la estrategia británica

El principal motivo por el que no existe un acuerdo entre los equipos negociadores de Michel Barnier y David Frost, como ya se ha comentado, es por el acceso a las aguas británicas. El Gobierno de Boris Johnson pretende expulsar a los barcos europeos a partir del 1 de enero porque suponen el 57% de las pescas totales en sus dominios marítimos. Desde la Comisión europea tratan de evitar que los barcos comunitarios tengan que abandonar las aguas británicas este mismo año y proponen un periodo de transición de entre 6 y 10 años, tal y como tradicionalmente se ha hecho en todos los cambios internos y en las adhesiones a la UE.

La dificultad que existe tras ese desencuentro es la siguiente. Gran Bretaña no puede renunciar a esta cuestión porque la pesca ha sido tradicionalmente uno de sus principales argumentos contra Europa y no se puede olvidar que el brexit cuenta con los pescadores como uno de los colectivos más activos. En el caso de que finalmente el equipo de D. Frost cediera, supondría una derrota para su Gobierno y un gran descontento de la población rural. La Comisión europea, por su parte, está presionada por los lobbys de pesca del Mercado Común. En las ultimas horas, Gerard van Balsfoort, presidente de la Alianza Pesquera Europea, ha vuelto a advertir que la cesión a las demandas realizadas desde el norte del Canal de la Mancha abocaría al sector al abismo. En ese sentido, las instituciones europeas no pueden permitirse ceder frente a Gran Bretaña. De esa manera, su representatividad entre los pescadores europeos se vería mermada en unos momentos en los que la UE tiene diferentes frentes abiertos. Sobre todo, teniendo en cuenta que, en el pasado, como se ha mostrado anteriormente, el sector ha provocado enfrentamientos en Europa.

Todo ello debe ponerse en relación con la situación internacional, que presenta grandes complejidades. La crisis de la covid 19 y la reciente victoria de Joe Biden afectarán a las decisiones británicas. El posible acercamiento americano hacia el multilateralismo acabaría con la estrategia británica.

En los próximos días continuarán las conversaciones entre los dos equipos negociadores e independientemente de los posibles acuerdos, lo que quedará demostrado es el poder del sector primario más allá de sus valores económicos. 


Sergio Molina García | Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición/UCLM

La guerra del pescado o el final del brexit