viernes. 19.04.2024
HAMBRE

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) certificó que 931 millones de toneladas de alimentos producidos anualmente se transforman en residuos, mientras que 811 millones de seres humanos viven con hambre y 132 sufren inseguridad alimentaria y nutricional.  

Los resultados del estudio de la ONU comprueban que la mayor parte del desperdicio de alimentos —equivalente a un 61%—, proviene de los hogares, el 26% pertenece al rubro de servicio de alimentos como restaurantes, hoteles o establecimientos educacionales; y un  13%  de supermercados o pequeños almacenes.

Mientras que millones de personas pasan hambre o dependen de la asistencia social para poder llevar comida a casa, otros tantos millones adquirieren alimentos en exceso. Un desbalance que va en paralelo con la creciente desigualdad económica. El desperdicio de alimentos en todas sus formas alcanza el billón de dólares; unos 680 mil millones en los países industrializados y otros 310 mil millones en los países en desarrollo. Este irracional desperdicio implica, además, un derroche de recursos como el agua, la tierra, la energía, la mano de obra y el capital, con su consiguiente generación de emisiones y gases de efecto invernadero que agravan el calentamiento global.

Podría decirse que este fenómeno de abundancia, miseria y derroche es una condición natural impuesta por un sistema sin freno que no ha puesto su objetivo en la equidad y se desentiende de las consecuencias que acarrea tal irresponsabilidad. Por malgastar dinero y recursos naturales, casi mil millones de personas en el mundo mueren de hambre. Con los alimentos que terminan en campos de incineración se podría alimentar a dos mil millones de personas; sin embargo esto no es algo que les quite el sueño a las grandes corporaciones productoras de alimentos cuyo objetivo es la ganancia plena.

En América Latina y El Caribe se pierde el 11,6% de los alimentos, desde la producción hasta el comercio minorista, sin incluir a este.  Esto equivale a 220 millones de toneladas al año con un costo económico de 150.000 millones de dólares. En países en vía de desarrollo prevalecen las pérdidas de alimentos, mientras que en países desarrollados, los desperdicios

En la Unión Europea alrededor de 66 millones de toneladas de comida acaban cada año en la basura. La producción y posterior eliminación de estos productos alimenticios provoca la emisión de 170 millones de toneladas de CO2 y requiere del uso de 26 millones de toneladas de recursos. Un ciudadano europeo tira a la basura 173 kilos de alimentos al año.

Mientras esto sucede, el mapa mundial del hambre y la mala alimentación revela datos abrumadores. De la abundancia y la obesidad a la escases y la desnutrición. Se trata del modo de producción capitalista y su consecuente resultado. La cara y la cruz de una misma moneda.

Ganancia de pocos, miseria de millones