jueves. 28.03.2024
fernando de la rua

@jgonzalezok | El nombre del expresidente argentino Fernando De la Rúa, fallecido este 9 de julio en Buenos Aires, estará ligado siempre a los gravísimos acontecimientos de diciembre de 2001, cuando el gobierno que encabezaba se derrumbó en medio de una crisis económica y social con gravísimas consecuencias. Fueron los días de furia del corralito, los saqueos y la represión, que dejaron una sociedad devastada y descreída del sistema político, que vio cómo se repetía el reclamo casi unánime de “que se vayan todos”.

Sin embargo, Fernando De la Rúa había llegado a la presidencia en 1999 concitando grandes esperanzas. Su historia política había sido impecable, hasta ese momento. Había sido el senador que más votos había logrado en la historia del país y un muy buen alcalde de Buenos Aires. Con una dilatada historia dentro de su partido, la Unión Cívica Radical (UCR), siempre destacó por su imagen de honestidad.

Fue elegido presidente con el 48,5% de los votos, venciendo al peronista Eduardo Duhalde, que logró el 38,09%. Como compañero de fórmula llevó a Carlos Chacho Álvarez, un peronista disidente del menemismo. Ambos encabezaron un gobierno de coalición, cuyos principales integrantes fueron la UCR y el FREPASO (Frente País Solidario). Esta coalición fue bautizada como Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación, aunque siempre se simplificó hablando simplemente de la Alianza.

El país estaba cansado del gobierno de Carlos Menem, que llevaba dos períodos consecutivos de gobierno. El segundo fue posible gracias a una reforma constitucional negociada con su antecesor, Raúl Alfonsín, en el llamado Pacto de Olivos.

Los diez años de gobierno de Menem habían estado marcados por las medidas de corte neoliberal y un gran nivel de corrupción. Pero también por un prolongado período de estabilidad y, cosa inédita en la Argentina de las últimas décadas, por el control de la inflación, gracias al Plan de Convertibilidad, que ató el valor del peso al del dólar. Durante años, un peso valía un dólar, para el regocijo de una clase media que pudo viajar por el mundo gracias al dólar barato, y comprar electrónicos y otros productos importados a precios sin competencia. Una bomba de tiempo, como quedaría demostrado en poco tiempo.

En la historia quedará el spot de campaña de De la Rúa y la frase que pronunciaba al comienzo: “Dicen que soy aburrido”

Las elecciones de 1999 se plantearon como una posibilidad de dar un golpe de timón frente a la corrupción y la frivolidad del menemismo. En la historia quedará el spot de campaña de De la Rúa y la frase que pronunciaba al comienzo: “Dicen que soy aburrido”. Era una forma de marcar diferencias con su antecesor, cuya principal obsesión, además de privatizar todas las empresas del Estado, era exhibirse con la mayor cantidad posible de celebridades y alimentar su fama de seductor.

Seguía el spot de campaña: “Aburrido, je. ¿Será porque no manejo Ferraris? ¿Será para quienes se divierten mientras hay pobreza? ¿Será para quienes de divierten mientras hay desocupación? ¿Para quienes se divierten con la impunidad? ¿Es divertida la desigualdad de la Justicia? ¿Es divertido que nos asalten y nos maten en las calles? ¿Es divertida la falta de educación? Yo voy a terminar con esta fiesta para unos pocos. Viene una Argentina distinta, la Argentina del respeto, la Argentina de las reglas claras, la de la dignidad, la del trabajo, que va a educar a nuestros hijos, que va a proteger a la familia, que va a encarcelar a los delincuentes y corruptos. Y al que le aburra, que se vaya”.

Fernando de la Rúa, el presidente aburrido