viernes. 29.03.2024
europa

Por Dailos Reyes | Tras la Segunda Guerra Mundial, los europeos aprendimos que para sobrevivir deberíamos estar unidos de forma voluntaria, sin recurrir a movimientos bélicos, que fueron la tónica dominante desde la caída del Imperio Romano. Quizás, el nazismo y la destrucción de Europa sirvió como acicate para que, en 1951, a propuesta Robert Schuman, enemigos históricos como Francia y Alemania, crearan la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. El germen de la Unión Europea actual, junto a Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos.

Una vez puestos en contexto, y lecciones históricas aparte, estos 70 años de integración europea han supuesto el periodo de paz más largo en Europa y la etapa de mayor prosperidad económica. Un ciclo de globalización y crecimiento, donde el tamaño de la economía y la posesión de materias primas es clave para competir en un mundo de gigantes. En aquel momento EEUU y la URSS, ahora EEUU, China, India, Rusia, etc. Además, la creación del mercado único nos ayudó a evitar sentimientos nacionalistas que nos condujeran a nuevos conflictos bélicos.

Pero no todo fue color de rosas, la globalización también tiene zonas oscuras, y esas manchas han salido a la luz, sobre todo a raíz de las diversas crisis económicas del siglo XXI. La mundialización económica ha supuesto la desindustrialización de Europa y EEUU, a favor de China y el sudeste asiático. Esto supuso un descenso en los precios y aumentos en los márgenes, que se traduce en mayor consumo e inversión, pero también en paro y precarización en los países desindustrializados, generando bolsas de población desubicada, que ha perdido su modo de vida, y que tiene difícil reinserción. Tal y como vimos en las grandes reconversiones industriales de Inglaterra, España y todos los países industrializados en los años 80 y 90.

También ha supuesto importantes movimientos migratorios, hacia EEUU y Europa, que unidos al paro y la precarización, se convierte en caldo de cultivo para movimientos proteccionistas. La globalización, que debería habernos traído más cultura y conocimiento, promovido por ese cambio intercultural, ha creado grandes balsas de “incultura” y desconocimiento, que es gasolina para aquellos que en su frustración descargan sus problemas en los colectivos vulnerables, sin darse cuenta que ellos también son causa de esta situación. Esta gasolina prende fácil, y los movimientos ultras encienden la mecha a la primera oportunidad.

¡De esos polvos, estos lodos! Soy fan de las novelas distópicas, y quizás eso marque mi discurso, pero cada vez veo más similitudes con 1984, Un Mundo Feliz y Rebelión en la Granja. Incluso algo del Cuento de la Criada, Divergente y los Juegos del Hambre; y si nos vamos a las series de televisión, también encuentro similitudes con el Juego del Calamar. No nos damos cuenta, pero desde hace más de 30 años, estamos en la fábula del sapo en la olla, que le iban subiendo la temperatura del agua y no se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde y no pudo saltar. Y con el fomento del individualismo, nos olvidamos de que la unión hace la fuerza, y que nuestros enemigos juegan al divide y vencerás, y poco a poco, lo van consiguiendo.

¡De esos polvos, estos lodos! Vivimos una época convulsa, de rabia y frustración. Una época individualista, donde todo el mundo está cabreado. Fíjate en las series y películas que ves. Fíjate en los anuncios. Fíjate en los envases de los productos. Fíjate en los diseños de coches, casas, etc. Todo nos conduce a un estado de agresividad, furia y rabia, donde el fuerte es el que sobrevive. La polarización y la crispación generalizada tiene un fin, acabar con la comunidad, convertirnos en seres individualistas que son más fáciles de manipular, convencer y por lo tanto, que compren y vendan los preceptos del Capitalismo del Caos, empujándonos a una especie de Neofeudalismo donde las grandes corporaciones sean las que marquen las pautas.

¡De esos polvos, estos lodos!  Entonces, ¿La clásica lucha entre Trabajo vs Capital o Izquierda vs Derecha deja de tener sentido? Para nada. El discurso que triunfa entre los ultras es que el Capital o Establishment es de izquierdas o moderado, depende del país, mientras que lo revolucionario, y por lo tanto rebelde y sexy es ser de derechas o ultra. Es un discurso atractivo para todos aquellos que se han visto o se siente desplazados económica o socialmente, sobre todo cuando nos encontramos en la fábula del sapo en la olla. Es el coctel perfecto para adoctrinar ideológicamente a la población, centrarlas en sus puntos de dolor, cuando realmente tienen otros objetivos más siniestros. Además, explica perfectamente el trasvase de votantes desde la izquierda, el centro y la derecha hacia postulados ultra, que representan Vox, Le Pen, Jonhson, Bolsonaro, Trump, etc. Es el motivo porque los cinturones industriales han mutado desde la izquierda hacia la derecha, con postulados supremacistas (económico, racial, social), cumpliéndose la premisa matemática de que los extremos se tocan.

¡De esos polvos, estos lodos! Es curioso también como ha calado en el imaginario colectivo, sobre todo en España, que vivimos en un Estado Social-Comunista que atenta contra los derechos de los ciudadanos, y que solo ellos (Vox y el ala neoliberal del PP) luchan por la Libertad. Es curioso como justo aquellos que defienden y justifican los 40 años de dictadura en España “prostituyen” el concepto sagrado. ¿Por qué ocurre esto? La propaganda ultra es muy atractiva, y durante años se ha generado el caldo de cultivo para ello. La moderación no tiene cabida en este escenario, ya que nuestras armas comunicativas no funcionan ante los gritos y exabruptos, sobre todo en una población hastiada, pero tenemos que buscar nuestro hueco e impedir que nos roben el concepto Libertad, como nos robaron Patria. Hacer pedagogía y demostrar que ellos no ansían el bien común, que son oportunistas y buscan favorecer a los suyos. Romper esa dinámica de cabreo y generar ilusión.

¡De esos polvos, estos lodos! No solo soy fan de las novelas distópicas, también soy economista por formación y emprendedor por vocación. En este contexto, creo que la política moderada (porque la ultra lo hace bastante bien) debe aprender del mundo empresarial, y vincular la agenda ideológica y sus discursos con los puntos de dolor de la ciudadanía. Para esto debemos tocar ciertos temas desde el punto de vista de la empresa y trabajar la Estrategia del Océano Azul, como proponen Renée Mauborgne y W. Chan Kim desde Harvard. Tenemos que buscar que es lo que valora la ciudadanía, y atacar esos postulados, para que nos consideren una opción atractiva, centrar el discurso en las claves ciudadanas y así vencer a la ultraderecha con sus mismas armas, pero manteniendo el tono de moderación. Fomentando la unidad frente la ruptura y la crispación.

¡De esos polvos, estos lodos! ¿Y cómo encaja la Unión Europea en todo esto? Los postulados ultraconservadores son nacionalistas por definición, y por lo tanto Euroescépticos. Consideran que la Unión Europea ya ha hecho bastante por sus países, y que ahora toca replegar velas y pelear por separado. Nunca, en los 70 años de proyecto común hemos estado tan en peligro como ahora, incluso hemos perdido uno de los principales miembros, con la salida del Reino Unido. Nunca, desde el fin de las dictaduras fascistas/comunistas de Europa, la democracia se ha visto en riesgo como ahora. Aquí también debemos aprovechar la metodología empresarial, y refundar la Unión Europea, en base los puntos de dolor de la ciudadanía. Generar ilusión y fomentar la comunidad. Explicar en un articulo de opinión como debe ser la nueva Unión Europea no cabe, siendo necesario un ensayo denso y sesudo, pero básicamente debe estar basada en:

  • Economía Local y de Kilometro 0
  • El Bien Común
  • Ecologismo
  • Reindustrialización
  • Igualdad
  • Libertad
  • Unidad

En concreto, como inicio, deberíamos modificar la Política Agraria Común, de forma que se fomente el autoabastecimiento local y el km 0, protegiendo a las pequeñas explotaciones y limitar la entrada de productos de fuera de la unión. La Reindustrialización de Europa, buscando el autoabastecimiento en productos básicos y estratégicos. Tras más de 30 años de deslocalizaciones, ha quedado demostrado que no somos capaces de absorber ese empleo destruido. La vuelta de esas industrias no solo supondría el retorno de rentas, si no que servirá para crear un paradigma de protección al empleo y al medio ambiente. Estas son las claves para frenar a los euroescépticos económicos, pero también debemos trabajar en la completa integración económica (fiscal y monetaria), facilitar la toma de decisiones, integración en las políticas de defensa e interior y sobre todo, hacer pedagogía (no propaganda) de las virtudes que ha supuesto y que supondrá el proyecto europeo común.

Urge, hemos sufrido un Brexit y tenemos Estados que no creen en el proyecto. Además, cada vez existen más opciones de gobierno en los países centrales (Francia, Alemania, España, Italia) con discursos euroescépticos, planteando su ruptura. Debemos hacerlo, y si por el camino alguna rama se cae, no debemos preocuparnos, los arboles necesitan podas para seguir creciendo fuertes; si no, en unos años, este artículo, en vez de titularse ¡De esos polvos, estos lodos!, se titulará ¡Bienvenidos al barrizal!, o peor, lo borraran como en la novela 1984 y solo existirá un discurso oficial, aquél que quieren los ultras, aquel que promueven los integrantes del Capitalismo de Caos.

¡De esos polvos, estos lodos!