jueves. 25.04.2024
elecciones alemania

Durante la primera mitad del pasado mes de mayo, los verdes alemanes encabezaban las encuestas (con una estimación del 26% de los votos) en las elecciones legislativas del próximo domingo, 26 de septiembre, en Alemania. Detrás se situaban democristianos (23%) y socialdemócratas (14%), con las peores previsiones de su historia en unas elecciones legislativas federales. Cuatro meses después y a menos de una semana de las elecciones, tras una fulgurante remontada del SPD, verdes y socialdemócratas han intercambiado aquellos porcentajes y la derecha democristiana se muestra incapaz de superar el estrecho margen del 21-22% en el que se ha instalado en las últimas tres semanas.

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Merkel se va y deja a su país y a la UE con parecidos problemas y de similar envergadura a los que se encontró hace 16 años, cuando logró la Cancillería. Al final de las cuatro legislaturas en las que Merkel ha gobernado (2005-2021), la credibilidad de los partidos, la política y las instituciones alemanas y comunitarias se ha deteriorado, lo que tiene un fiel reflejo en la mayor fragmentación del electorado y el tablero político alemán y en una creciente complejidad en la toma de decisiones y la acción política. Más dificultades, por tanto, para las negociaciones que alumbrarán un nuevo gobierno que, si las cosas no se tuercen demasiado en estos últimos días de campaña, estará encabezado por el candidato socialdemócrata Olaf Scholz. Fragmentación de la representación política y deterioro de la confianza en los políticos y la acción política que alcanzan su máximo nivel, precisamente, cuando las crisis de los modelos de capitalismo y globalización neoliberales son más evidentes y exigen aplicar reformas mayores que cuenten con amplios acuerdos sociales y políticos. A lo que hay que añadir los retos que suponen el cambio climático o la modernización digital y los proyectos de inversión masiva y transformación de especializaciones productivas de muy difícil gestión, incluso en Alemania, que conformarán la economía del futuro. Retos y proyectos de transformación que sobrepasan los estrechos límites de los ámbitos de actuación estatales y requieren de un fuerte compromiso de las instituciones comunitarias con los cambios puestos en marcha. Y lo que vale para Alemania, vale con mayores razones para España.

Scholz se presenta como candidato a la cancillería con un programa de izquierdas o progresista

Scholz, que ha sido vicepresidente federal y ministro de Finanzas desde 2018, en el cuarto y último gobierno presidido por Merkel, es el líder de las corrientes socialdemócratas más moderadas y proclives a la fórmula y las propuestas políticas de la gran coalición con los democristianos. Sin embargo, se presenta como candidato a la cancillería con un programa de izquierdas o progresista: elevar el salario mínimo, aumentar la presión fiscal sobre las rentas más altas, acelerar la transición energética, reforzar la inversión pública y la protección social o recuperar y poner en práctica algunas propuestas europeístas, como un reaseguro de desempleo europeo financiado con fondos comunitarios y de carácter permanente, que permitirían acentuar el carácter social y los rasgos federalistas de la Unión Europea y generarían una mirada más amigable de la ciudadanía europea hacia el proyecto de unidad europea que encarna la UE.

Un programa electoral progresista que aleja al SPD de la opción de encerrarse de nuevo en la fórmula de la gran coalición con los democristianos y que abre el abanico de alternativas de gobierno posibles, sin que pueda descartarse ninguna, aunque la propuesta con más probabilidades apunta a una coalición gubernamental roji-verde que requeriría de otro socio o de apoyos externos que la hagan viable.

El nuevo programa gubernamental del SPD marca distancias con las viejas prioridades de equilibrio de las cuentas públicas y, más aún, con la conversión de ese objetivo, durante el liderazgo ejercido por Merkel en la política alemana y comunitaria, en un dogma empobrecedor y de imposible cumplimiento en las actuales circunstancias, incluso para Alemania. Las corrientes de izquierda del SPD, que vencieron por un pequeño e inesperado margen (53% frente al 45%) a la candidatura de Scholz en las elecciones internas a la presidencia del SPD celebradas en 2019, hicieron una arriesgada apuesta al elegir, en agosto de 2020, a Scholz como candidato de consenso del SPD a la Cancillería en las elecciones federales que se celebrarán el próximo domingo. La apuesta se ha demostrado, hasta el momento, redonda: ha favorecido la unidad interna en el SPD y ha equilibrado la defensa de un programa progresista con el candidato que puede lograr más confianza y mayores apoyos en un amplio espectro trasversal del electorado. Veremos el próximo domingo qué resultado ofrecen las urnas, qué recorrido y concreción tienen las negociaciones para conseguir los apoyos necesarios y conformar, en su caso, un nuevo gobierno presidido por Scholz y cuántos puntos del programa de izquierdas se quedarán en la gatera de las negociaciones para la formación del nuevo gobierno.

En el ámbito europeo, resulta aún más difícil prever qué impactos tendrá la retirada de Merkel sobre las fuerzas centrífugas que amenazan la continuidad del proyecto de unidad europea y hasta qué punto podrá Scholz, en caso de presidir el nuevo gobierno alemán, consolidar los cambios de prioridades y de instrumentos y orientación de la política económica que ha provocado la pandemia en la UE. No va a ser fácil resistir el ataque combinado de la extrema derecha neosoberanista y de las fuerzas neoliberales que siguen defendiendo la reducción de las competencias comunitarias a las estrictamente necesarias para preservar el mercado único y una pronta restauración de las reglas fiscales o presupuestarias, a pesar de que hayan demostrado con creces su ineficacia económica y hayan contribuido a deteriorar la confianza de la ciudadanía europea en las instituciones y las políticas comunitarias.

Alemania tiene recursos y capacidad para salir con bien de la actual situación de crisis múltiples desatadas por la pandemia, pero la UE y, particularmente, España y los países del sur de la eurozona, no. Merkel, ante la nueva e inesperada situación crítica generada por la covid-19, cedió a las presiones encabezadas por Macron y respaldadas por los gobiernos de los países del sur de la eurozona, y dejó hacer los cambios institucionales y de política económica que han sido claves para salvar la situación y el proyecto de unidad europea; pero con su retirada de la escena política, el factor Merkel también desaparece. Y la capacidad de influencia de los países del sur de la eurozona y de las fuerzas progresista europeas puede verse dañada.

Olaf Scholz

Olaf Scholz

En estas elecciones alemanas se juega también una parte sustancial del futuro de Europa y, por tanto, de nuestro futuro. España no tiene, fuera de la UE y el euro, ninguna opción de llevar a cabo las muchas y decisivas reformas de calado que apenas se han iniciado; pero tampoco podría hacerlo en una Europa de vuelta a la inacción que ha caracterizado a la política comunitaria durante el largo mandato de Merkel hasta el estallido de la crisis de la covid-19. Y, menos aún, en la Europa actual, con el cerco conjunto de la extrema derecha xenófoba y antieuropeísta y de las derechas neosoberanistas que huyen de cualquier compromiso con una Europa sustentada en los principios de solidaridad y cohesión económica, social y territorial y que se oponen frontalmente a toda fórmula federal de mutualización de riesgos y costes y, como consecuencia, rechazan compaginar la soberanía y las competencias de los Estados miembros con las competencias y la soberanía cedidas a instancias comunitarias. La victoria de Scholz y la formación de un gobierno rojiverde en Alemania abrirían una puerta en el muy difícil camino de impulsar los cambios institucionales y las reformas estructurales vinculadas a las transiciones digital y verde que necesitan España y el proyecto de unidad europea.

Un último comentario sobre un aspecto relativamente secundario de la contienda electoral alemana que, sin embargo, puede tener cierta importancia para las fuerzas progresistas situadas en nuestro país a la izquierda del PSOE: los sondeos muestran un notable desfondamiento electoral de La Izquierda (Die Linke), a la que otorgan alrededor del 6% de los votos (desde el 9,2% conseguido en las anteriores elecciones federales de 2017 o el 11,9% de 2005). De confirmarse ese hundimiento electoral, poco podrá aportar La Izquierda al esfuerzo de los partidos y la ciudadanía progresistas alemanas para modificar el rumbo seguido por Alemania durante la etapa de liderazgo de Merkel y contribuir a impulsar una Europa más eficaz, social, democrática e inclusiva que la que nos lega el largo periodo marcado por la hegemonía de Merkel. Alemania puede barajar varias alternativas. En España no hay opciones que no pasen por un gobierno de coalición progresista entre, al menos, PSOE y UP y una reedición mejorada de su experiencia de cooperación en lo que va de legislatura. Esas dos patas tendrán que trabajar más y mejor coordinados para salir reforzados de la confrontación con la estrategia de ingobernabilidad que llevan a cabo las derechas y conseguir resultados que permitan satisfacer las necesidades y expectativas de la mayoría social. La única alternativa real a la de esa cooperación progresista es la de un gobierno del PP y Vox.


Una temporada electoral clave para Europa


Merkel se va, los problemas se quedan