Etiopía se cae del mapa
La Comunidad Internacional está inmersa en la lucha emprendida contra la pandemia que desde hace un año asola a la humanidad. Miles de millones de dólares han sido destinados a la investigación que arrojó como resultado una variedad de vacunas que propiciaron la absurda aunque esperada disputa entre los estados y los grupos de poder económico concentrado. En este período de contabilización de contagios y muertes, el ojo de la prensa internacional se posó sobre aquellos países que -hasta declarada la pandemia- se jactaban de poseer una férrea solvencia en sus sistemas sanitarios. La realidad sin embargo puso de manifiesto la fragilidad de naciones del Primer Mundo que de la noche a la mañana experimentaron el colapso, oscureciendo las portadas de los medios que anoticiaban la distopía a sus lectores.
Antes de declarada la pandemia, las publicaciones de diversas organizaciones no gubernamentales habían hecho hincapié en la emergencia alimentaria en zonas del mundo que desde tiempos remotos parecen caídas del mapamundi. Según informaba UNICEF en noviembre de 2019, “Un niño menor de 15 años muere cada cinco segundos en el mundo como consecuencia del hambre”. ¿Acaso no se trataba ésta de una noticia que ameritara un llamamiento de concientización global? La prensa convencional, los medios hegemónicos alineados con los poderes del capital financiero, no lo consideraron así. Laurence Chandy, Director de Datos, Investigaciones y Políticas de UNICEF lo advirtió: “Si no se toman medidas urgentes, 56 millones de niños y niñas menores de cinco años morirán de aquí a 2030, la mitad de ellos recién nacidos”, “Millones de niños siguen muriendo simplemente debido a su identidad o al lugar donde han nacido. Con soluciones sencillas como medicamentos, agua potable, electricidad y vacunas podemos cambiar esa realidad para todos los niños”.
No hubo un seguimiento de la prensa internacional cuando se supo que a escala mundial, la mitad de todas las muertes de menores de cinco años que se produjeron en 2017 ocurrieron en África subsahariana, y otro 30% en Asia meridional. En África subsahariana, 1 de cada 13 niños muere antes de cumplir cinco años, mientras que en los países de altos ingresos, esa cifra era de 1 de cada 185.
A las cifras que deberían sonrojar de vergüenza los rostros embarbijados se le suman ahora las que provienen de Etiopía, el principal país de acogida para refugiados africanos, en donde la desnutrición mata cada día a cientos de recién nacidos.
Unas 16.000 personas desplazadas ya ocupan tres campos abarrotados habilitados en escuelas, incluidos edificios sin terminar con desniveles peligrosos y huecos de ascensor vacíos. En algunas salas duermen de 40 a 50 personas que poseen poco más que colchonetas y sus ropas. “La gente se muere de hambre”, dijo Madiha Raza, titular del Comité Internacional de Rescate tras una visita reciente a Tigray, una de las ciudades más afectadas. “Hay una grave falta de acceso a comida. Una entrevistada me dijo que había sobrevivido sólo con hojas durante un mes. Ha habido algo de reparto de comida en los centros de desplazados internos, pero no en cantidades suficientes”.
Se estima que cuatro millones de personas, o dos tercios de la población de Tigray, necesita ayuda alimentaria con urgencia. La emergencia humanitaria en Etiopía ha sido anunciada por diversas ONGs que trabajan en la zona. De momento la Comunidad Internacional no ha dado respuestas; y los medios de comunicación no parecen preocupados por una región que quizás considera caía del mapa.