viernes. 19.04.2024
AMLO1

En enero de 2019 publiqué un artículo cuyo título lo decía todo: “México nos incumbe a todos los progresistas”. Recogía las impresiones de lo que yo había visto y vivido allí en la segunda mitad de noviembre 2018, que realicé un amplio programa de trabajo en diversos Estados y en la capital mexicana, invitado por los amigos del CENPROS (Centro Nacional de Promoción Social). En el artículo apostaba de forma entusiasta -como hice en las reuniones y actos públicos en los que participé sobre el terreno- por apoyar el proyecto progresista de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), que apenas 6 meses antes habían arrasado en las Elecciones presidenciales y legislativas, dando al primero la Presidencia de la República y al segundo la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en el Senado mexicanos.

Después de casi un siglo de dominación del PRI (Partido Revolucionario Institucional), de corrupción, fraude, violencia, injusticia social extrema, una ola histórica de regeneración y cambio desde las bases populares y sus reivindicaciones más sentidas, y aplazadas siempre, se alzaba con los poderes ejecutivo y legislativo de la cuarta potencia económica y territorial de las Américas: Nuestro México, el primer país del mundo de habla hispana, y con el que la España democrática y republicana, forzados al exilio por el fascismo triunfante en 1939, tenemos una deuda impagable.

La victoria progresista traspasaba con mucho las fronteras de México para proyectar su esperanza al ámbito de las Américas, azotadas por la victoria bajo sospecha de los neofascistas Trump, al norte, y Bolsonaro, al sur. El triunfo indiscutible y sólido de AMLO y MORENA apuntaba a un más que necesario reequilibrio a favor de las posiciones progresistas en América Latina, un continente al borde del estallido y el colapso pues en él conviven dramáticamente los mayores niveles de injusticia social del mundo y las fuentes de recursos y riquezas naturales más ricas del planeta.

El entusiasmo de aquellos días, el emocionante espectáculo de AMLO tomando posesión del cargo de Presidente en nombre del pueblo de México y ante centenares de miles de personas humildes, no nos impedía experimentar una enorme inquietud, miedo incluido, ante la envergadura de los retos y las resistencias que se opondrían como gato panza arriba al cambio social y a la regeneración nacional. Por eso afirmamos que la prudencia y la paciencia, la ausencia de toda tentación al maximalismo y al triunfalismo, serían imprescindibles para enfrentar el reto y avanzar a la velocidad posible y exigible en cada momento, pero siempre por y con esa mayoría social que otorgó la victoria y es acreedora del programa y el juramento de cumplirlo de AMLO y de MORENA.

En los más de dos años transcurridos no he tenido ocasión de volver a México. En 2019, el tiempo y los recursos disponibles los invertí en programas de trabajo y amistad en Argentina, en agosto, y en Colombia, República Dominicana, Cuba y Guatemala, en Octubre. En 2020, la pandemia me puso prácticamente en dique seco y ahí sigo sin más alivio operativo que estos artefactos de la comunicación que te permiten viajar y divulgar aunque sea virtualmente.

Pero los aires que nos vienen de México en estos dos años pasados no soplan para bien. Como decimos en España, “la orina del paciente no tiene buen color”. Me dice gente amiga y muy querida de allí que la línea de tendencia es inquietante, que las dificultades para avanzar y las resistencias al cambio amenazan con abortarlo, que AMLO está atrapado en la presidencia, lo cual es lógico, y el día a día de un país tan difícil de gobernar como México y el zarpazo de la pandemia que ha multiplicado por mil los sufrimientos cotidianos de esa mayoría social que confía en él, está desbordando y secuestrando a AMLO y le obligan a un distanciamiento de su partido, MORENA, en el que van surgiendo dinámicas más propias del peor de los pasados de México que del mejor de los futuros que tal partido aspira a construir. Ese aparente o real divorcio entre AMLO y MORENA no augura nada bueno, todo lo contrario de no corregirse.

Las inquietudes que expreso en las líneas anteriores lamentablemente no son especulaciones gratuitas. Tienen fundamento en la actualidad política de México. Veamos:

… Desde primeros de este año está en marcha un extenso proceso electoral que debe culminar el 6 de junio con la renovación de los gobernadores de los Estados, los alcaldes y concejales de los municipios y los cargos equivalentes a nuestras diputaciones. Exactamente tres años después de las elecciones a la presidencia federal y las cámaras legislativas de la República.

… En buena lógica política, y al servicio del crecimiento social y la culminación institucional del proyecto de regeneración y cambio vencedor en el 2018, AMLO y MORENA debieran estar volcados en la preparación coherente de las elecciones estatales y municipales, con voluntad clara de ganarlas a lo largo y ancho de México y afianzar así la hegemonía del proyecto progresista.

… Pero los indicios no son muy alentadores en la dirección anterior. El proceso de elección de candidatos y candidatas está siendo motivo de sospechas, cuestionamientos, irregularidades y protesta, en demasiados casos ya. En el aparato central de MORENA han irrumpido personajes exóticos, por definirlos suavemente, que están aplicando medidas exóticas respecto a la legislación interna de MORENA en materia de elección y nominación democrática de candidatos. Se están imponiendo desde arriba candidatos de dudosa idoneidad con los principios y valores de MORENA, de oscuros pasados y peligrosas amistades, sin respetar los procesos internos de elección y nominación de candidatos desde las asambleas de militantes de base. Tal vez el caso más llamativo, hasta ahora, sea el del candidato a gobernador por el Estado de Guerrero, un tipo sobre el que pesan acusaciones muy fundadas de violación, entre otras lindezas. En algún otro caso, los propuestos, o impuestos, tienen serios antecedentes de relación con el narco o la corrupción inherente.

… Aparte lo anterior, la tendencia del aparato central es promover alianzas o coaliciones, exóticas también, en las que MORENA diluye su identidad y liderazgo. Obviamente, estas actuaciones provocan malestar, rechazo, protestas, movilizaciones e iniciativas judiciales, incluso, de los sectores más combativos y comprometidos con el proyecto de MORENA en la realidad social de México. El pasado enero hubo un intento de ocupación de la sede central de MORENA por parte de dirigentes estatales y locales de diversos Estados, como protesta y denuncia de unas prácticas de difícil encaje democrático.

… La dirección federal de MORENA, como es lógico, tiene sus razones para proceder así y las expone: Necesitamos candidatos y coaliciones con fuerte tirón electoral y clientelar; de eso se trata ahora en unas elecciones muy pegadas al terreno de los Estados y los municipios. A lo que sus críticos responden que, si esa supuesta eficacia electoral lo es a costa de disolver la visibilidad de MORENA, quebrar su constitucionalidad interna y aceptar candidatos antitéticos a sus principios y valores, pues es un negocio absurdo y ruinoso.

… En privado, amigas y amigos del campo progresista mexicano me hacen llegar su temor fundado de que MORENA pueda estar sufriendo el “síndrome PRD”, es decir, el retorno de la vieja política de la corrupción y el clientelismo para abortar un proyecto nuevo de regeneración de la vida nacional.

… Esta deriva de MORENA, que es posible aún y necesario siempre detener y corregir, puede provocar que muchas personas valiosas del campo social, sindical, educativo, campesino, de los movimientos alternativos, etc., se desmovilizan ante estas elecciones, a diferencia del apoyo activo que dieron en las presidenciales y legislativas de 2018.

… Así mismo, dado el carácter de proximidad de estas elecciones, expresiones del campo social más diverso están lanzando sus propias ofertas y proyectos electorales, convencidas de que el proyecto MORENA puede acabar siendo fagocitado por la enorme fuerza de la vieja y, lamentablemente, no tan caduca vieja política.

… Erradicado el fascista del norte, Trump, y con posibilidades reales de que Lula derrote en el 2022 al fascista del sur, Bolsonaro, es absolutamente clave para el conjunto de América Latina y sus posibilidades de progreso social y democrático que AMLO y MORENA resistan en México, mantengan el rumbo progresista y superen estos inquietantes indicios reaccionarios a los que me refiero, con lógica cautela, en este artículo.

Insisto, para ir concluyendo que se puede y se debe parar esta deriva de MORENA. Para ello, el Presidente Andrés Manuel López Obrador debe volver a la arena partidaria, al liderazgo de MORENA, dar el puñetazo en la mesa, y reconducir el proceso hacia las elecciones de Junio 2021 con la misma convicción, ilusión, coherencia y lealtad a MORENA, que lo hizo en el 2018. El México de los más humildes y olvidados, mayoría social, lo necesita y lo reclama en el 21 porque lo peleó y lo ganó en el 18.

Con la misma legitimidad que hice campaña a favor de AMLO y de MORENA en España, en Europa y en México en el 2018, escribo esto hoy. Ni fue ni  es injerencia; se llama solidaridad internacionalista y en ella llevo casi 60 años de militancia.                                                                                       

La esperanza acorralada de México