jueves. 28.03.2024
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Durante la misa celebrada el pasado Sábado Santo en Roma, el Papa Francisco pidió que se acabe la producción y el comercio de armas. “Necesitamos pan y no fusiles”, sostuvo en la homilía presenciada por un público reducido.

El mensaje de Francisco fue contundente. En tiempos de crisis sanitaria la reflexión respecto de las prioridades de los países más poderosos no resulta vana. En diciembre de 2019, poco tiempo antes de que se iniciara la epidemia de Covid-19 en China, el presidente Donald Trump elevó el gasto en defensa a 649 mil millones de dólares (581 mil millones de Euros), una escalada en la compra de armas que no se registraba desde 2010.

Desde su llegada a la Casa Blanca en 2016, el presidente norteamericano siempre mostró sus intenciones de fortalecer aún más la supremacía militar de Estados Unidos sobre sus dos principales rivales geoestratégicos, China y Rusia. Los drásticos recortes de Trump en medioambiente, cooperación exterior o ayudas contra la pobreza energética le permitieron reforzar su arsenal militar con 39.000 millones de dólares más que el año anterior.

Las fosas comunes de la isla neoyorquina de Hart son la clara representación de que Estados Unidos no volverá a ocupar un lugar preponderante en el tablero geopolítico

Sin embargo este poderío armamentístico resulta estéril a la hora de combatir a un enemigo para el cual hacen falta salas de atención e insumos hospitalarios que son insuficientes. Las fosas comunes de la isla neoyorquina de Hart son la clara representación de que Estados Unidos no volverá a ocupar un lugar preponderante en el tablero geopolítico o, al menos, deberá compartir protagonismo si desea mantener parte de su poder.

Esto es lo que cree el exsecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, quien aseguró en un escrito publicado la semana pasada que “Estados Unidos se edificó en la creencia de que sus instituciones pueden prever calamidades, detener su impacto y restaurar la estabilidad. Cuando termine la pandemia de Covid-19 se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado. La agitación política y económica que ha desatado el virus podría durar generaciones y ni siquiera Estados Unidos podrá hacerlo solo. Debe combinarse una visión y un programa de colaboración global”, advirtió.

Hasta diciembre pasado, una de las metas de Donald Trump para “hacer a América grande otra vez”, era garantizar el dominio estadounidense en el cosmos. “Debemos crear cuanto antes una rama del ejército que se dedique al espacio”, sostuvo en una rueda de prensa celebrada en la Casa Rosada cuando aún no existía la amenaza del coronavirus.

Hoy Estados Unidos no puede ofrecer al resto del planeta ninguna ayuda. Por el contrario, acumula cadáveres en fosas comunes. Una realidad que en nada coincide con la falsa realidad que el país más poderoso del mundo se esforzó en mostrar. Más de 16 millones de estadounidenses perdieron el trabajo en apenas un mes de declarada la crisis sanitaria. Para ellos hará falta pan, y no fusiles.

Pan, y no fusiles