jueves. 18.04.2024
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La valla fronteriza entre San Isidro (EEUU) y Tijuana (México). Mikeledray / Shutterstock

Antes de asumir la presidencia, y en rueda de prensa, Donald Trump censuró a la CNN por publicar información molesta –falsa según él–, presionó –¿chantajeó?– a las poderosas multinacionales del automóvil estadounidense como Ford o Fiat-Chrysler para que repatriaran su producción deslocalizada en México y amenazó a este mismo país con construir un muro que debería pagar el ya endeudado pueblo mexicano. El republicano Trump despreciaba así la libertad de expresión, el libre comercio y la dignidad de su socio los Estados Unidos Mexicanos. México como país problemático, vecino molesto y tierra de “bad hombres”. Toda una declaración programática del Make America Great Again.

Seguidamente, tras tomar posesión el 20 de enero de 2017, una de las primeras medidas de Trump fue firmar la orden para iniciar la construcción de un muro en la frontera con México, ante las cámaras de TV y con rúbrica.

Nada que ver con el mensaje de la ceremonia inaugural de la presidencia de Barack Obama el 18 de enero del 2009, cuando Pete Seeger junto con Bruce Springsteen, su nieto Tao Rodríguez-Seeger y una multitud de decenas de miles de personas cantaron This land is your land. Una canción de Woody Guthrie elevada a himno de los desarraigados. La letra de ‘Esta tierra es tu tierra’ es un manifiesto contra los muros y vallas que impiden el paso. Aunque conviene recordar que el premio Nobel Obama batió el récord de deportaciones en sus dos mandatos con más de 2,5 millones, de los que 1,8 millones fueron mexicanos.

Principal socio comercial

Ahora el muro que quiere Trump no es un exabrupto fruto de la campaña política, es una obsesión mezcla de xenofobia y racismo anti-inmigrante. Y en las últimas semanas lo ha combinado con otras amenazas: cerrar la frontera con México o imponer aranceles escalonados hasta el 25% a productos importados de México.

El problema es que México es su principal socio comercial desde que desbancó del primer lugar a China hace unos meses. Esas medidas afectarían, además de a México y sus más de 50 millones de pobres y población económicamente vulnerable, a las economías de los Estados del southwest: California, Arizona, Nuevo México y Texas.

Vista del muro entre Estados Unidos de México y Estados Unidos de América junto al océano Pacífico, entre la Imperial Beach y las playas de Tijuana. Guillermo Alonso Meneses, Author provided

La experiencia de los últimos 25 años –desde 1994–, especialmente con la construcción de muros en San Diego frente a Tijuana con el operativo de control fronterizo Gatekeeper, le ha demostrado a la Patrulla Fronteriza estadounidense que un solo muro no sirve para nada. Aquel primer muro fue construido con acero de aeropuertos portátiles utilizados en la guerra de Vietnam y uno de los primeros en fotografiarlo fue el brasileño Sebastião Salgado.

Destaca una foto tomada en 1997 en San Ysidro, California, frente a la Colonia Libertad de Tijuana. En ella se aprecia una diminuta figura humana que cruza con desesperadas zancadas una carretera de tierra, intentando alcanzar el muro metálico que lo separa de México. Huye de un todoterreno de la Patrulla Fronteriza que se aproxima a gran velocidad dejando una polvareda detrás; la temida migra.

Salman Rushdie, años después, ante aquella fotografía de Sebastião Salgado, reflexionó sobre las fronteras y los muros. Para el autor de los Versículos satánicos, aquella fotografía retrataba una frontera propia de un “mundo gulag” (Rushdie, Salman, 2003, Step across this Line. Collected Nonfiction 1992-2002, Modern Library, Nueva York).

La irresponsabilidad en política

Donald Trump insiste en la publicidad del muro fronterizo con México porque está jugando irresponsablemente con los contrapesos geopolíticos de un mundo multipolar (China, Irán, Unión Europea) incluso a riesgo de convertir el mundo en un gulag, en un represor campo de concentración. También para engañar al electorado reaccionario de derechas estadounidense haciéndole creer que sí se “controla” la frontera y que así se combate la migración indocumentada.

Pero la coyuntura de los últimos meses tensó rápidamente las relaciones Estados Unidos-México, a pesar que las cifras de mexicanos detenidos en la frontera son las más bajas de los últimos 40 años. Y no precisamente por el muro, sino por la economía. La presión inédita de los flujos migratorios procedentes del sur, principalmente los centroamericanos del triángulo norte: Guatemala, El Salvador y Honduras, desató la ira de Trump.

Vista del muro entre México y Estados Unidos de América junto al océano Pacífico, entre la Imperial Beach y las playas de Tijuana. Guillermo Alonso Meneses, Author provided

Algunos destacados ejemplos son la crisis de los menores en 2014, de los haitianos en 2016 y 2017 –de los 22.000 haitianos que entraron en México, 14.000 fueron devueltos a Haití y unos 4.000 decidieron quedarse en Tijuana; los otros 4.000 están en un limbo– o las caravanas multitudinarias de 2018 y 2019.

Sobre este último caso, el 25 de noviembre de 2018 hubo un intento de entrada masiva a los EEUU por la frontera de San Ysidro/Tijuana, que fue disuelta por las fuerzas de seguridad estadounidenses y que cerró la frontera durante más de 4 horas. Los más de 6.000 migrantes centroamericanos y la ineptitud de las autoridades priístas mexicanas dieron la patada a un avispero.

Después de esto, los últimos cruces masivos de centroamericanos por el área de El Paso, Nuevo México/Texas, le sirvieron a Trump de coartada. El ultimátum lanzado a México ha tenido consecuencias históricas: o controla la migración que atraviesa el país o habrá represalias económicas (aranceles) en 40 días.

México ha reaccionado inmediatamente, está controlando “responsablemente” su frontera sur y batiendo su récord histórico de deportaciones.

Donald Trump quiere la reelección en 2020, ya comenzó la campaña política y todo indica que seguirá con sus mañas de tahúr. Porque un muro no resuelve nada, es un traje de tela invisible para el soberano votante conservador, y el conflicto crónico con México parece un seguro filón de votos conservadores.The Conversation

Guillermo Alonso Meneses, Antropólogo cultural, Profesor-investigador, Colegio de la Frontera Norte

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.

Donald Trump: del muro fronterizo al conflicto migratorio con México