jueves. 28.03.2024
von der leyen conferencia prensa 27 mayo 2020
Ursula von der Leyen, en la conferencia de prensa celebrada el pasado 27 mayo.

El pasado 27 de mayo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentó al Parlamento Europeo (PE) el plan para la recuperación de la economía europea. Dicho plan, que había sido definido en sus líneas maestras por Macron y Merkel diez días antes, en su acuerdo del 18 de mayo, recibió un apoyo claro de los principales grupos políticos europeos y cuenta con el beneplácito de los gobiernos italiano y español que se juegan con la financiación que ofrece el plan gran parte de su capacidad de acción para superar la recesión.

La propuesta es un buen punto de encuentro que responde a los intereses y necesidades de las economías de los Estados miembros y, especialmente, a las de los países del sur de la eurozona más endeudados y golpeados por la crisis del coronavirus. La mayoría de los gobiernos, grupos políticos, desde las izquierdas a las derechas liberales y conservadora, y sindicatos, lo consideran un buen punto de partida para superar la recesión e impedir una catástrofe económica. Pero su aprobación no puede darse por cosa hecha.

El plan de recuperación económica ha recibido el rechazo tajante de los gobiernos de Austria, Dinamarca, Holanda, y Suecia, que siguen apegados a la estrategia de austeridad

En efecto, el plan de recuperación económica ha recibido el rechazo tajante de los gobiernos de Austria, Dinamarca, Holanda, y Suecia, que siguen apegados a la estrategia de austeridad y rechazan frontalmente toda ayuda en forma de transferencias o de préstamos no sujetos a una condicionalidad estricta de consolidación fiscal y equilibrio presupuestario, porque suponen que sin esa condicionalidad se alentaría el riesgo moral de impulsar nuevos casos de despilfarro y mala gestión económica por parte de las autoridades de los países receptores de las transferencias, al hacerles pensar que independientemente del uso que den a esa financiación siempre contarán con la ayuda gratuita e incondicional de la UE. ¿Qué pretenden estos 4 países que rechazan el plan de recuperación? ¿Pueden cambiar sustancialmente los contenidos adelantados por Von der Leyen e impedir su aprobación en el Consejo Europeo o en los Parlamentos nacionales? ¿Ofrecen alguna alternativa?

Algunos datos sobre la banda europea de los 4

El frente de rechazo al plan de recuperación de la economía europea lo forman 4 países, Austria, Dinamarca, Holanda y Suecia, que se oponen frontalmente a las bases que lo fundamentan: la emisión de deuda común (que no deuda mutualizada) para financiar inversiones por un total de 750.000 millones de euros; el desembolso de hasta 500.000 millones en forma de transferencias (que no supondrán obligaciones de devolución o pago por parte de los países beneficiarios) a los sectores y empresas más golpeados por la crisis del coronavirus (sin que su distribución sea proporcional al peso económico o a las aportaciones de cada país al presupuesto comunitario); y la ausencia de una condicionalidad asociada a la realización de recortes o ajustes del gasto público o a unas metas de consolidación fiscal o equilibrio presupuestario, aunque el tema de la condicionalidad está aún poco precisado y debe ser negociado y concretado.  

Son los mismos países que tras el estallido de la crisis global de 2008 defendieron con entusiasmo la estrategia de austeridad y devaluación salarial impuesta a los países del sur de la eurozona y los que se han negado sistemáticamente a toda fórmula que suponga la mutualización de riesgos, costes y deuda o avanzar en la unión fiscal o en una simple armonización tributaria. La diferencia es que, esta vez, no tienen el respaldo de Merkel y Alemania ni de otros socios, como Finlandia o Bélgica, aunque este último ha tenido una adscripción menos firme a ese bloque de países comunitarios con mayor nivel de renta que se han venido agrupando a efectos de identificación como países ricos del norte o del centro de la UE.  

Se trata, en efecto, de 4 países ricos que cuentan con Estados de bienestar y protección social muy desarrollados, economías más avanzadas y equilibradas en sus cuentas públicas que la media europea, mayores niveles de ahorro interno y que no parecen dispuestos a perder los beneficios y ventajas que les supone el mantenimiento de la UE actual, con sus divergencias estructurales y de renta crecientes que perjudican a los países del sur de la eurozona, con las debilidades e incoherencias institucionales de la UE y la zona euro que no tienen ningún ánimo de superar y con la presión permanente que suponen unas reglas presupuestarias arbitrarias e injustas que no contribuyen en nada a la mejora de los desequilibrios presupuestarios pero sirven de justificación de las medidas de desregulación de los mercados laborales, con la consiguiente pérdida de derechos laborales y la precarización del empleo, y de los recortes, deterioro y privatización de los bienes públicos y la protección social.

Para hacerse una idea del peso demográfico y económico de estos 4 países conviene precisar algunos datos: la suma de sus habitantes supone tan solo el 90% de la población española, mientras su PIB conjunto supera en un 60% el de España; lo que supone un más que notable PIB anual por habitante (47.322 euros), que supera con creces la media de los países de la UE (31.144 euros), en un 52%, y de España (26.428 euros), en un 79%. Forman parte de un reducido pelotón de países que encabezan las estadísticas mundiales de renta por habitante, mejores sistemas de bienestar y protección social, menores niveles de desigualdad y más capacidad de recaudación fiscal.  

Son países ricos cuya envidiable situación económica y social no les ha servido para frenar el avance de la extrema derecha neosoberanista y xenófoba ni ha favorecido las muestras de solidaridad con sus socios del sur de la eurozona

Son países ricos cuya envidiable situación económica y social no les ha servido para frenar el avance de la extrema derecha neosoberanista y xenófoba ni ha favorecido las muestras de solidaridad con sus socios del sur de la eurozona, ni siquiera en estos últimos meses de gran tribulación. Se muestran más inclinados, al menos sus gobiernos, a cultivar las ventajas que les puedan proporcionar las terribles consecuencias económicas que ya ha ocasionado la pandemia en España e Italia y las que pueda ocasionar si la recesión de extiende en el tiempo y se profundiza. Conviene no acoger con ingenuidad sus argumentos contra el plan de recuperación económica y descalificar con rigor los prejuicios ideológicos y culturales y los dogmas económicos que esgrimen estos 4 gobiernos. Más aún cuando alguno de esos países, Holanda, lleva más de una década incumpliendo las normas comunitarias de reducción de los desequilibrios de sus cuentas exteriores, que producen sistemáticamente superávits por cuenta corriente aún más altos porcentualmente que los de Alemania, y ejercita con gran desparpajo una competencia fiscal desleal, al permitir a las grandes corporaciones multinacionales prácticas de ingeniería contable y constitución de sociedades pantalla con sede social en su territorio que suponen pérdidas millonarias para las arcas públicas de sus socios comunitarios, en cuyos mercados se generan los beneficios, dividendos, intereses y rentas procedentes de la propiedad intelectual o industrial, pero generan ingresos tributarios sustanciosos para la Hacienda holandesa.

¿Qué busca la banda de los 4 al rechazar el plan de la Comisión Europea?

En realidad, aunque les gusta presentarse como países frugales, se trata de un cuarteto de gobiernos ventajistas que quieren seguir aprovechando un mercado único que impulsa una especialización productiva inadecuada de sus socios del sur de la eurozona, que se desindustrializan y empobrecen debido al peso creciente de los servicios a las personas de bajo valor añadido y escasa densidad tecnológica que son muy intensivos en el uso de fuerza de trabajo temporal y precaria de escasa cualificación que recibe bajos salarios. Divergencias productivas que no tienen ningún contrapeso institucional y que acaban concretándose en divergencia de rentas que producen en los países del sur de la eurozona crecientes niveles de desigualdad social, pobreza relativa y polarización de sus mercados laborales.

La banda de los 4 pretende consolidar una UE a la medida y al servicio de su privilegiada posición

En realidad, la banda de los 4 pretende consolidar una UE a la medida y al servicio de su privilegiada posición, aprovechando las incoherencias e insuficiencias institucionales de la UE, que no pretenden completar ni reformar, y preconizando el mantenimiento en los países del sur de la eurozona de una austeridad y unos recortes que no aplicarían, bajo ninguna circunstancia, en sus respectivos países. Antes, en la crisis global de 2008, se escudaron en la realidad de la corrupción política, el despilfarro, la burbuja del ladrillo, el mal uso de los fondos comunitarios o la pretendida inclinación a la indolencia de la ciudadanía del sur de la eurozona; ahora, la crisis provocada por la pandemia les ha dejado sin aquellas coartadas, lo que no les impide seguir defendiendo las mismas políticas de austeridad y devaluación salarial que nada tienen que ver ni en nada pueden contribuir a superar los desastres reales causados por la pandemia.

Pero su actitud ventajista no acaba en el desastre humanitario y económico ya ocasionado por la crisis sanitaria en Italia o España, los dos países más golpeados por la pandemia, sino que el hecho de que los Estados y las empresas de ambos países tengan ya altos niveles de endeudamiento y sigan endeudándose para afrontar sus impactos económicos ofrece muchas ventajas a los socios menos golpeados por la crisis sanitaria, menores niveles de endeudamiento interno y mayores márgenes para llevar a cabo la inversión pública y privada que requiere la superación de la recesión y apoyar financiera y fiscalmente a sus empresas, como ya han empezado a hacer. Sin los fondos comunitarios destinados a completar la inversión que los Estados y las empresas de los países del sur de la eurozona no están en condiciones de llevar a cabo para impulsar la recuperación económica, facilitar la relocalización de empresas consideradas estratégicas o las actividades relacionadas con la transición energética y digital, los países del sur de la eurozona se hundirían en una larga y dura recesión.  

La hipótesis de que la banda de los 4 países europeos, sus ciudadanías y gobiernos son también víctimas de prejuicios ideológicos o morales muy arraigados o de dogmas y doctrinas económicas desfasadas no me parece plausible. Sus gobernantes y elites saben mejor que nadie las múltiples ganancias que se derivan de su participación en el mercado único. Y no creo que desconozcan o que se oculten a su propia capacidad de raciocinio la enorme presión a la que someten las políticas de austeridad y consolidación presupuestaria a las economías y ciudadanías de los países del sur de la eurozona y la desigualdad, el empobrecimiento y polarización social y laboral que causan esas políticas de austeridad que presionan sobre la demanda interna para equilibrar a fuerza de recortes las cuentas públicas y exteriores. De mantenerse esas políticas de austeridad en las nuevas condiciones de crisis ocasionada por la pandemia, acarrearían nuevos episodios de desestabilización social y crisis de representación política que podrían acabar en una implosión de un proyecto de unidad europea ya excesivamente tensionado y fragmentado. Un desmantelamiento desordenado que perjudicaría a todos los socios y en los que no habría ganadores.

Lo que me lleva a pensar que el objetivo de la banda de los 4 no es impedir el plan de recuperación de la economía europea propuesto por la Comisión Europea, que es absolutamente imprescindible para que el mercado único y, por tanto, la UE superen la recesión y sigan funcionando. Sus pretensiones podrían ser otras: trabar en lo que puedan el alcance de las transferencias previstas (500.000 millones de euros, de los que podrían corresponder a empresas españolas hasta 77.000 millones de euros) y de los préstamos a largo plazo y bajas tasas de interés (250.000 millones de euros, de los que hasta 63.000 millones podrían corresponder a España); dejar claro que tales ayudas son una excepción, no un preludio de nuevas emisiones comunes de deuda pública (ni, menos aún, de mutualización de deuda) para constituir una unión permanente de trasferencias; y precisar que, tras la superación de la recesión, habrá que volver a los ajustes presupuestarios, a la vieja rutina de los techos de gasto, límites de déficit estructural y sendas de consolidación presupuestaria y a una competencia fiscal y salarial entre los Estados miembros para atraer inversiones que tanto interesan a los grandes grupos empresariales para reducir sus costes laborales y fiscales.

El Gobierno de coalición progresista de España no debería aceptar ni acomodarse a un acuerdo menos ambicioso que el presentado por la Comisión Europea ante el Parlamento Europeo, que ya cuenta con muy amplios apoyos

El plan de recuperación presentado por la Comisión Europea es un positivo y, en varios aspectos, audaz punto de encuentro entre los intereses, necesidades y prejuicios nacionales del conjunto de los Estados miembros. No es ningún paso de gigante en la marcha de la unidad europea, pero resuelve, junto a las medidas tomadas en los últimos dos meses por las instituciones europeas y los próximos presupuestos reforzados de la UE (el Marco Financiero multianual 2021-2027, también pendiente de aprobación), buena parte de los problemas de financiación de los países del sur de la eurozona y abre una vía de reforma de las instituciones europeas en el sentido de compartir riesgos, costes y deuda y retomar el principio de solidaridad entre los Estados miembros.

El Gobierno de coalición progresista de España no debería aceptar ni acomodarse a un acuerdo menos ambicioso que el presentado por la Comisión Europea ante el Parlamento Europeo, que ya cuenta con muy amplios apoyos.

De la subpolítica de la crispación a la política democrática del acuerdo

No me resisto a realizar un último comentario relacionado con la excepcional y crispada situación política que vive nuestro país. El plan de recuperación económica europea presentado por la Comisión Europea se denomina “La UE de la próxima generación” y es un magnífico ejemplo de la política de acuerdo que intenta construir un futuro aceptable para la mayoría social por parte de todos los poderes e instituciones europeas que quieren influir en su diseño. Demuestra que la pugna política no está reñida con el diálogo ni con una negociación que permite alcanzar acuerdos que son considerados aceptables por la mayoría de las partes involucradas. No hay ninguna extraña maldición que haga imposible alcanzar acuerdos parecidos en España, que no sea el muy perjudicial predominio de un tipo de subpolítica, la de la confrontación social y la crispación política, que lideran Casado y Abascal, a la que se han dejado arrastrar sectores de la ciudadanía que los jalean y en la que se dejan enredar, con más frecuencia de la que sería conveniente para atajar su alcance, ministros, dirigentes políticos, periodistas y una variada fauna de tertulianos, comentaristas y publicistas que atizan un estilo faltón y cerrado al diálogo que, si queremos superar, debería suscitar el descrédito de un número creciente de ciudadanos.  

Afear las conductas de los que jalean y se dejan arrastrar o enredar en las prácticas de crispación política y polarización social es imprescindible para pasar a la fase 1 de la política democrática del diálogo y la negociación. El objetivo de la política progresista no puede ser otro que la búsqueda de acuerdos que sean considerados positivos o beneficiosos por la mayoría social a la que se pretende representar y por la mayoría de las instituciones y fuerzas políticas y sindicales implicadas.    

¿Qué quiere hacer la banda de los 4 con la UE?
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